Pasen, pasen, no se queden en la puerta¡
Algunos prefer¨ªan cheques. Ejem, dec¨ªan siempre cuando empujaban el paquetito hacia m¨ª
Hoy le dec¨ªa al fantasma de Jorge Manrique, que se me ha acercado en una reuni¨®n de lecturas selectas que han organizado en la fantasmagor¨ªa, f¨ªjense para qu¨¦ cosas ha quedado uno, que me hab¨ªa impresionado mucho esa poes¨ªa suya que nos ha le¨ªdo, concretamente la que dec¨ªa ¡°cu¨¢n presto se va el placer, c¨®mo, despu¨¦s de acordado, da dolor; c¨®mo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor¡±, que miraba yo mi despacho, mientras me tiraba del abrigo este, y notaba como un nudo en la garganta¡ Le ha emocionado que le felicitara, y ha intentado largarme las coplas enteras, tantos siglos sin hablar, que yo cre¨ªa que eran cosa de poco, pero cuando ya llevaba una decena de ellas le he interrumpido: ?Y quedan muchas, don Jorge? No, no, me contestaba, si solo son cuarenta estrofas de pie quebrado, que f¨ªjese, adem¨¢s, se trata de una sextilla doble, unos octos¨ªlabos y otros tetras¨ªlabos¡ Le he dicho que me llamaba el fantasma de Cervantes, y ah¨ª no ha podido decir nada, as¨ª que he abandonado la reuni¨®n, que tampoco es cosa de sufrir por sufrir. Bastante tengo con lo m¨ªo.
Por eso echo la vista atr¨¢s de vez en cuando, que hoy he vuelto a ver a Floriano, con esas corbatas y esas camisas, que charlaba con Gonz¨¢lez Pons, esas camisas y ese bronceado, y se me ha puesto un humor de perros. ?Qu¨¦ tiempos aquellos del aznarato! Y no es que tenga queja de Rajoy, no, qu¨¦ va, si a Mariano con tal de que no le molestes, ya vale. T¨², a lo tuyo, me dec¨ªa Mariano cuando iba a preguntarle algo. Deja eso ah¨ª y no te preocupes. Sigue, Luis, sigue, que aqu¨ª te apreciamos mucho. Y era verdad, que si ?lvaro, que si Javier, campe¨®n, c¨®mo lo llevas¡
Aunque lo que m¨¢s me gustaba era recibir a los enviados de las grandes empresas. Eso era extraordinario. Ya les he dicho que prefer¨ªa que esperaran un rato, que era de verles c¨®mo miraban de un lado para otro los primerizos, mientras los habituales les echaban piropos a las secretarias o se iban a tomar un cafelito a la calle, que orden¨¦ que no hubiera cafeter¨ªa para que no se reuniera nadie por all¨ª abajo, no fuera a ser. Al comienzo de la historia nos complic¨¢bamos mucho la vida. Primero pensamos que todos deb¨ªan venir disfrazados tal que de repartidor de pizzas, con casco y esas cajas que llevan, que ah¨ª era un sitio buen¨ªsimo para traer ustedes ya me entienden. Pero a la sexta pizza en una ma?ana aquello era un cante. Luego fingimos que est¨¢bamos organizando una fiesta de disfraces y dijimos a todos los que ve¨ªan pasar aquel desfile incre¨ªble que es que quer¨ªamos ver los modelos. Pero era muy cansado, que un mes pasaba lo de ver a Mortadelo y Filem¨®n, a la momia de Tutankam¨®n, a Batman o al Ratoncito P¨¦rez, pero a ver c¨®mo manten¨ªamos aquel carnaval.
Al final, a las bravas. Unos se?ores ¡ªo se?oras, claro¡ª de buen porte, que se sentaban en la sala de espera con mucha discreci¨®n. Y entraban de uno en uno. Pues nada, que aqu¨ª estamos, como todos los meses, o qu¨¦ r¨¢pido se han pasado estos dos meses, don Luis. ?Todo bien? ?Alguna escalada? ?Quiz¨¢ un eslalon? Abr¨ªan la cartera de ejecutivo, algunos hasta llevaban una trolley, qu¨¦ bonita es esa de Montblanc que traes, Fernando, pues nada, para usted, don Luis, no faltar¨ªa m¨¢s, y dejaban la cosa, mal llamada convoluto, sobre la mesa como si no fuera con ellos. ?Cheques? S¨ª, algunos prefer¨ªan cheques. Pero no muchos, la verdad. Ejem, dec¨ªan siempre cuando empujaban el paquetito o el papel hacia m¨ª. Yo prefer¨ªa los billetes. Sobre todo los de 500, que tienen como otro tacto. Man¨ªas. Uno, dos, tres¡ El partido te lo agradece mucho, Juanito, les dec¨ªa. Luego, nada m¨¢s irse, que no era cosa de mojarse el dedo delante de ellos, me echaba hacia atr¨¢s en la butaca y los contaba. Siempre lo hac¨ªa. Daba como un gustirrin¨ªn, 6.000 euros, 7.000, 8.000¡
Tan lanzado y feliz estaba yo por aquella ¨¦poca que en un momento dado me asom¨¦ a una de las ventanas de mi despacho y se me ilumin¨® la sesera. Los planos no me costaron ni una hora, que cuando me pongo, me pongo. La cosa era muy sencilla, que se trataba de hacer una pared de escalada en el lateral del edificio, la cara que da a Zurbano, que tambi¨¦n a m¨ª lo de G¨¦nova me parec¨ªa un cante. Hubiera sido la mundial: ?Se imaginan unos campeonatos en aquella pared, con lo m¨¢s florido de la escalada nutri¨¦ndose de las paredes del PP? Era una idea genial, no me digan. Pero antes de cont¨¢rselo a Mariano, se lo coment¨¦ a mi cu?ado, que se encarga de toda la seguridad y el mantenimiento de la sede, que a ver si iba a dejar en manos extra?as el control de qui¨¦n entraba y sal¨ªa de G¨¦nova. Antonio, le dije, ¡°?T¨² crees que pod¨ªamos poner en marcha¡?¡±. Me disuadi¨®, que es un tipo muy soso, y se figur¨® enseguida que aquello iba a ser un l¨ªo¡
Tampoco me dej¨® hacer lo del telesilla, que ten¨ªa yo un presupuesto buen¨ªsimo. De Correa. Pero eso se lo cuento otro d¨ªa¡ que ya toca hablar de lo de Suiza¡
Bellos paisajes, cierto.
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