El matem¨¢tico
Se qued¨® mirando para sus adentros, se?al de que ten¨ªa una buena historia para m¨ª
Luis Mantec¨®n sali¨® de la Caja de Ahorros tras el ¨²ltimo de los empleados. Desde la terraza del bar le vi cerrar con llave la puerta, como si se tratara de una casa cualquiera.
¡ªSiempre cre¨ª que una oficina de banco ten¨ªa un sistema de seguridad m¨¢s sofisticado ¡ªle salud¨¦ cuando se dej¨® caer en la silla de al lado.
¡ªY lo tiene, claro que lo tiene, hombre.
¡ªTe vi por la ventana, manejando las cuentas¡ª dije.
¡ªNo eran las cuentas, era el papeleo de la cartera de valores. Las cuentas se hacen en el ordenador central, en una ciudad blindada, muy lejos de aqu¨ª; nadie que yo conozca ha estado jam¨¢s dentro. Desde este lugar solo pulsamos las teclas.
Se?al¨® a su oficina, al otro lado de la plaza.
¡ªNo es una sucursal importante. En realidad, mi ascenso es un castigo. Me han desterrado al para¨ªso.
Desde que era General Manager of Vega Business Saving Bank, t¨ªtulo en ingl¨¦s de la Caja de Ahorros¡ª como rezaba su tarjeta¡ª llevaba corbata, siempre la misma, de color verde. Quiz¨¢ para hacer juego con el paisaje.
¡ªLos clientes de esta regi¨®n apenas consumen productos bancarios. Por ponerte un ejemplo, hay muy pocos casos afectados por el affaire de las preferentes. La gente se resisti¨®. No se dejaron convencer por nosotros, se temieron un enga?o.
Ape¨® de la nariz sus gruesas gafas para limpiarlas con el reverso de la corbata. Pude ver sus ojos peque?itos, como de gorri¨®n al despuntar el d¨ªa. Se qued¨® mirando para sus adentros, se?al de que ten¨ªa una buena historia para m¨ª.
No le apresur¨¦, al narrador hay que darle distancia.
¡ªSupongo que eso de que los pasiegos son h¨¢biles matem¨¢ticos es una leyenda de los montes¡ª dispar¨¦.
¡ª?T¨² conociste a Iv¨¢n Ib¨¢?ez Ib¨¢?ez? ?Coincidiste con ¨¦l en el instituto?
¡ªCreo que s¨ª. Pero no s¨¦ mucho de ¨¦l.
¡ªSu padre le envi¨® a estudiar al instituto. Pero cuando llegaba la ¨¦poca de la siega, le hac¨ªa volver a casa para trabajar. La familia ten¨ªa un considerable n¨²mero de prados, de caba?as y de ganado. Pod¨ªan pagar jornaleros, pero al padre no le gustaban los forasteros.
Al principio Iv¨¢n no fue un estudiante destacado, siempre refugiado en las ¨²ltimas filas, con la cabeza escondida tras la cartera, como para evitar que el profesor le preguntara. Pero una tarde, el profe de matem¨¢ticas comprob¨® que Iv¨¢n era el ¨²nico que hab¨ªa sabido solucionar el problema de ¨¢lgebra. Y le sac¨® a la pizarra, pensando que alguien le hab¨ªa ayudado a resolverlo. El chico perdi¨® su timidez e hizo una deslumbrante exhibici¨®n de ecuaciones complejas. Eran dif¨ªciles de seguir, un torbellino de inc¨®gnitas y exponentes arcanos.
M¨¢s all¨¢ de la clase de mates, Iv¨¢n continuaba siendo de pocas palabras, justas, de pronunciaci¨®n aldeana. Rubio y p¨¦treo en un curso de j¨®venes urbanizados, ten¨ªa un aire de celta perdido en la ciudad.
Un d¨ªa, al terminar la clase, quise recoger mi gabardina del perchero. Solo quedaba una, algo deslucida. La descolgu¨¦. Me lleg¨® un olor a establo, a leche y heno.
M¨¢s all¨¢ de la clase de mates, Iv¨¢n continuaba siendo de pocas palabras,de pronunciaci¨®n aldeana
¡ªEs la gabardina de Ib¨¢?ez, no la m¨ªa¡ª dije.
Al d¨ªa siguiente, Ib¨¢?ez y yo nos devolvimos cada uno nuestra gabardina. Los compa?eros comentaron entre risas c¨®mo hab¨ªa hecho yo la identificaci¨®n. El genio de las matem¨¢ticas se enfad¨® y me dio la espalda sin hablarme.
¡ªPor cierto, desde ese d¨ªa dej¨® de ayudarme a resolver los problemas de ¨¢lgebra¡ª coment¨® Luis¡ª. Una putada, amigo m¨ªo.
Al llegar los ex¨¢menes finales, la direcci¨®n del centro inst¨® al padre para que permitiera a Iv¨¢n bajar de los altos prados a examinarse en el instituto. As¨ª que Iv¨¢n ten¨ªa que limpiar la cuadra muy de ma?ana, coger un autob¨²s y llegar a tiempo a la ciudad para las pruebas de fin de curso.
Desde luego dorm¨ªa poco, y llegaba cansado, sin casi haber podido asearse.
No tengo muy claros los acontecimientos.
S¨¦ que Iv¨¢n se atrevi¨® a discutir con un profesor ¡ªno era el titular, de eso s¨ª me acuerdo¡ª sobre un caso de geometr¨ªa proyectiva. Las paralelas que se prolongan y prolongan m¨¢s all¨¢ de prados, monta?as, estrellas y caminos del espacio. Y que solo se juntan en el infinito.
Cuando est¨¢bamos en esos desfallecidos d¨ªas en que los ex¨¢menes han terminado y a¨²n no han publicado las notas, nos fuimos a ba?ar a la playa m¨¢s cercana. El breve verano del norte hab¨ªa estallado.
Iv¨¢n no ten¨ªa ba?ador, luc¨ªa unos brazos y piernas tostados por el sol que contrastaban con su cuerpo blanco como la leche de sus vacas, y se tir¨® al agua r¨¢pidamente. Seguramente no vio la bandera roja, ni se dio cuenta de la imponente resaca que hab¨ªa ese d¨ªa.
En el camino hacia la playa me hab¨ªa vuelto a dirigir la palabra. Comentamos el examen y ¨¦l, sofocado, me dijo que, en la discusi¨®n, le hab¨ªa argumentado al profesor que s¨ª, que en geometr¨ªa proyectiva las paralelas se juntaban en el infinito.
¡ªPero solo si hay infinito.
Tras la discusi¨®n, ?le suspender¨ªa o le dar¨ªa sobresaliente?¡ª se preguntaba.
Desde la orilla vimos a Iv¨¢n bracear en la corriente que tiraba mar adentro y que le llevaba cada vez m¨¢s lejos. Se resisti¨® a gritar, a pedir auxilio, pero todos sab¨ªamos lo que estaba ocurriendo.
Se le echaron cabos y salvavidas. Pero no lleg¨® a poder asirse a ninguno. Se quiso hacer una cadena humana, que fall¨®. Impotentes, le vimos desaparecer en el mar a una distancia corta.
Le dije que esta vez la historia parec¨ªa terminar definitivamente mal, sin poder alcanzar un final feliz.
¡ªLas historias se pueden prolongar indefinidamente. Solo terminar¨ªan en el infinito matem¨¢tico ¡ªreplic¨®.
Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n es cineasta y escritor. Su ¨²ltima novela es Gloria m¨ªa.
Babelia
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