Fiesta a bordo del ferry a Ibiza
De sesiones de 'dj' a conciertos de rock: las l¨ªneas regulares a las islas ofrecen alternativas de ocio durante el verano
La danza de la seducci¨®n tiene algo de extra?a y mucho de rid¨ªcula. ?l ¡ªrapado con una peque?a cresta a lo moh¨ªcano, calzoncillos que sobresalen por encima del pantal¨®n y deportivas¡ª, se abre la camisa y ense?a orgulloso su perfilado vientre con forma de tableta de chocolate. Ella ¡ªque se hace llamar Baby y sobre el biquini lleva una chaqueta vaquera con una cola de zorro¡ª, le sonr¨ªe todo lo que el botox le permite ante tal demostraci¨®n de masculinidad. Los dos se chocan la mano como los jugadores de baloncesto, pero, tras varios metros de persecuci¨®n, el cortejo no hace efecto: cada uno se va por su lado sin dejar de bailar. O algo parecido. La curiosa escena transcurre el jueves a las ocho de la tarde bajo un sol de justicia sobre la cubierta del ferry Mart¨ªn i Soler que conecta Barcelona con la isla de Ibiza. Atr¨¢s quedan casi 48 horas de m¨²sica electr¨®nica en alta mar, donde Baby y el amigo forzudo, junto a otras 150 personas que no superan los 26 a?os, han vivido una oferta de ocio alternativo que se consolida cada verano.
Desde hace dos a?os la naviera Balearia, bajo el nombre de Fun & Music, organiza fiestas de m¨²sica electr¨®nica y conciertos de pop rock sobre la cubierta de dos de sus barcos. El a?o pasado actuaron el rockero Leiva, La Oreja de Van Gogh y los raperos sevillanos SFDK. Este a?o ya lo ha hecho el dj Wally L¨®pez y el pr¨®ximo 24 de agosto ser¨¢ el grupo valenciano La Habitaci¨®n Roja el que surque el Mediterr¨¢neo con las guitarras al hombro.
El pasado mi¨¦rcoles y jueves fue el turno de SupermartX¨¦, la fiesta de m¨²sica electr¨®nica de base en Ibiza con gog¨®s excesivamente esculturales como uno de sus atractivos principales. Para muchos, un planazo irresistible. En dos d¨ªas puede ocurrir de todo... y algo m¨¢s: una tormenta de rayos y truenos cay¨® sobre nuestras cabezas. Hubo momentos de ¨¦xtasis electr¨®nico con Iv¨¢n S¨¢nchez y Xavi Rabarte, residentes de SupermartX¨¦, ba?os salvajes en la piscina y alguna que otra pelea seria por motivos absurdos (solucionados por los dos pacientes polic¨ªas nacionales que viajan en el barco). Aunque no todos los habitantes del ferry quieren fiesta.
El barco, de 165 metros de eslora, se convierte en ecosistema donde conviven tres clases de humanos que se distinguen en un r¨¢pido golpe de vista. Entre los 459 pasajeros de hoy encontramos transportistas de rostro curtido, camisetas sin mangas y risas escandalosas; familias y parejas que con ni?os o sin ni?os simplemente quieren cruzar el mar y llegar a la isla.
Y luego est¨¢n los fiesteros. Las tres gog¨®s, extremadamente sexys, fr¨ªas e indolentes, son tema aparte. Son ellas, al bailar sobre las cuatro tarimas que bordean la piscina, las que hacen que la fiesta se caliente una hora despu¨¦s de dejar atr¨¢s el puerto de Barcelona. Es media noche y el ambiente se anima gracias a los primeros cubatas, los chapuzones furtivos y una amenazante tormenta a lo lejos. ¡°Ah¨ª est¨¢ la competencia¡±, grita el dj al ver otro ferry pasar al lado. ¡°Demostr¨¦mosle que nosotros los pasamos mejor y que somos m¨¢s grandes que ellos¡±. ?Se imaginan a 150 pasajeros de un barco haci¨¦ndole los cuernos a otro? Pues eso.
Las fiestas a bordo no son nuevas. Desde siempre las navieras han trabajado al servicio del entretenimiento de los viajeros. La oferta es tan variada como la imaginaci¨®n permite: cruceros para solteros, para amantes de la m¨²sica en directo, incluso para parejas liberales. La apuesta de Balearia es montar una discoteca ambulante en el trayecto. Tres veces al mes. Si el cielo lo permite.
A principio tiene su gracia. Bailar bajo la lluvia puede ser muy rom¨¢ntico, pero se convierte en inaguantable cuando la tormenta pega fuerte. El p¨²blico y los dj se refugian r¨¢pidamente en la cafeter¨ªa, el restaurante o los asientos del ferry, lo que deja una poderosa imagen: las gog¨®s, sin apenas ropa, se pasean entre los camarotes y butacas de los viajeros, digamos, normales que duermen pl¨¢cidamente.
En el puente de mando, el Capit¨¢n del barco, el coru?¨¦s Rafael Arg¨¹esa, que ronda la cincuentena, despliega su simpat¨ªa y un amplio anecdotario. Como el d¨ªa en que un par de chicos le preguntaron si pod¨ªan ¡°hacer de todo¡± al estar en aguas internacionales o como cuando a los mandos de la nave vio una luz extra?a que prefiere pensar que era una estrella fugaz. Casado hace 22 a?os con una andaluza a la que conoci¨® en un barco, tiene su propia opini¨®n sobre este tipo de fiestas a bordo: ¡°No suele haber problemas y se trata de molestar al resto de viajeros lo m¨ªnimo posible¡±.
La tormenta arrecia y todo vuelve a la normalidad discotequera. Los dj ocupan su puesto, suena la m¨²sica y, como si nada hubiera pasado la fiesta contin¨²a hasta casi las ocho de la ma?ana, cuando el barco llega a Ibiza. Los viajeros bajan sus maletas con calma y los fiesteros, toallas al hombro, ponen rumbo a la playa, donde apuran las tres horas que tienen de plazo hasta que el barco vuelva a zarpar de Ibiza a Barcelona.
El esp¨ªritu de regreso es distinto. Un sitio en las hamacas se hace m¨¢s preciado que en la pista de baile. Aunque la m¨²sica no deja de sonar. Son las dos de la tarde y por la cabeza de Baby y el chico de la cresta a lo moh¨ªcano, que cruzan por primera vez su mirada, no ha pasado el hecho de dejar de bailar en una cubierta cada vez m¨¢s raqu¨ªtica. S¨ª descansan Iris y su amiga Jey. Las dos tienen 23 a?os y son de Barcelona. La primera estudia Qu¨ªmicas y la segunda trabaja en un estanco. Anoche estuvieron al pie del ca?¨®n, hoy prefieren tomar el sol.
Muy cerca, Fran Mart¨ªnez, jefe de la tripulaci¨®n, reflexiona en voz alta: ¡°Lo dif¨ªcil de estos eventos es equilibrar el descanso de los viajeros con la fiesta. Es complicado. Estamos en ello¡±. Tambi¨¦n ocurre en tierra, aunque en el mar es supuestamente algo m¨¢s divertido.
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