P¨¦rez Mota, la oportunidad perdida
La corrida de Zalduendo cumpli¨® a la perfecci¨®n con los c¨¢nones del toro moderno: justa de hechuras, sosa, noblota, descastada y con las fuerzas cogidas con alfileres
La corrida de Zalduendo no fue nada del otro mundo; mejor dicho, cumpli¨® a la perfecci¨®n con los c¨¢nones del toro moderno: justa de hechuras, sosa, noblota, descastada y con las fuerzas cogidas con alfileres. En consecuencia, el festejo transcurri¨® por la pendiente del aburrimiento, porque las figuras del cartel no supieron sobreponerse a las condiciones de sus oponentes. Es m¨¢s, dio la impresi¨®n de que tampoco era necesario porque el p¨²blico -el de esta plaza y el de casi todas- ha perdido ya todo sentido de la exigencia y solo desea que un muletazo salga medianamente limpio y que el toro muera pronto, -de la forma que sea, pero que muera con rapidez-, para pedir las orejas con un inter¨¦s desmedido.
Ayer, por ejemplo, con los tendidos muy claros, hicieron el pase¨ªllo dos toreros de post¨ªn, Ponce y Castella, y un chaval con aspiraciones, P¨¦rez Mota, que entr¨® en sustituci¨®n del anunciado Perera, que present¨® un parte m¨¦dico a causa de una supuesta lumbalgia.
Zalduendo/Ponce, Castella, Mota
Toros de Zalduendo, justos de presentaci¨®n, cumplidores en los caballos, a excepci¨®n del cuarto; sosos, nobles y con poca clase.
Enrique Ponce: pinchazo y casi entera (ovaci¨®n); casi entera (ovaci¨®n).
Sebasti¨¢n Castella: estocada ca¨ªda (oreja); pinchazo, estocada _aviso_ (oreja).
P¨¦rez Mota: pinchazo, media _aviso_ y dos descabellos (ovaci¨®n); dos pinchazos _aviso_, tres pinchazos y dos descabellos (ovaci¨®n).
Plaza de El Puerto de Santa Mar¨ªa. 11 de agosto. Algo menos de media entrada.
Decepcionaron dolorosamente las figuras, a pesar de que Castella consiguiera dos orejas de bisuter¨ªa barata y no pusiera objeci¨®n alguna a salir a hombros. Y con la excepci¨®n del triste paso de la pareja m¨¢s conocida, la verdad es que hubo algunos pasajes de alto inter¨¦s. An¨®tense, por ejemplo, los extraordinarios pares de banderillas de Javier Ambel al segundo de la tarde, al que le sigui¨® su compa?ero Vicente Herrera, y, en el tercero, Agust¨ªn Gonz¨¢lez. El p¨²blico, que tambi¨¦n sabe captar lo bueno, los aplaudi¨® con la fuera merecida.
Y otro detalle importante: el sentido del temple, la donosura, las maneras y el buen gusto de P¨¦rez Mota, que exprimi¨® la quedada y noble embestida del tercero, con muletazos muy lentos, aunque a todo el conjunto le falt¨® la emoci¨®n de la codicia de la que careci¨® el toro. Y se esmer¨® ante el sexto, quiz¨¢ el de m¨¢s noble embestida. Como ya hiciera en su primero, Mota lo recibi¨® con unas ver¨®nicas cargadas de aroma, y, muleta en mano, dibuj¨® una faena de menos a m¨¢s que alcanz¨® su c¨¦nit en dos tandas de largos y hondos naturales que llegaron a las entra?as de todos los asistentes. Tiene madera, o, al menos, as¨ª lo parece, de torero de sentimiento, con conocimiento, sentido de las distancias y los terrenos y personalidad de artista. Pero, ay, nadie es perfecto, y P¨¦rez Mota lo desdibuj¨® todo con un p¨¦simo manejo de los aceros. Fue la suya una magn¨ªfica oportunidad perdida.
Caso aparte es el que componen Ponce y Castella. No es que sus toros fueran para tirar cohetes, no; pero ambos compitieron a la hora de aburrir al personal. Muchos pases, demasiados, soso acompa?amiento, ausencia de mando y la emoci¨®n perdida. No es f¨¢cil torear m¨¢s despegado que lo hizo Ponce, ni echar m¨¢s ¡®la pata atr¨¢s¡¯ cuando veroniqueaba al cuarto, y no exponer m¨¢s all¨¢ de lo que aconseja el recato. En fin, que pas¨® sin pena ni gloria, que cubri¨® el expediente y se fue sin decir ni p¨ªo. Y lo m¨¢s grave es que transmite la imagen de un torero sin expresi¨®n en el rostro, como actor de un tiempo pasado.
Y su compa?ero Castella se arm¨® de valor, condici¨®n que le sobra, y se luci¨® al inicio de faena a su primero en cuatro estatuarios verdaderamente emocionantes; quieta la planta, en un alarde de seguridad y firmeza. Pero ah¨ª acab¨® todo. El resto de su actuaci¨®n fue un sinf¨ªn de pases insulsos que en ning¨²n momento compusieron la sinfon¨ªa que se espera de una primera figura. Le concedieron una oreja en cada toro y sali¨® a hombros, una prueba m¨¢s del generoso desconocimiento de los asistentes. ?l, mejor que nadie, sabe que solo la voluntad no vale.
Babelia
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