Leyes que se nos escapan
Hab¨ªa all¨ª un desajuste injusto, como siempre sucede en las cosas del amor
Me inscrib¨ª en una terapia de grupo para insomnes, solo por curiosidad, ya que la verdad es que soy un tipo que duerme como los ¨¢ngeles. Asist¨ª a largas reuniones en las que, como dec¨ªa la publicidad de la terapia, ¡°insomnes reunidos hablaban, compart¨ªan experiencias y avanzaban en su largo camino hacia la curaci¨®n¡±.
Hab¨ªa en el grupo una joven rubia maravillosa, una de esas mujeres que parecen so?ar con el amor, lo que me permit¨ªa a m¨ª so?ar con ella. M¨¢s bella que nadie, no dec¨ªa nunca nada: casi inm¨®vil en su asiento, nos miraba de vez en cuando a todos con una media sonrisa pecosa, ausente y vaga. No tard¨¦ demasiado en darme cuenta de que Jimena ¡ªas¨ª se llamaba¡ª me recordaba a la desconocida que en mi juventud aparec¨ªa con extra?a frecuencia en mis sue?os.
Una tarde, le lleg¨® por fin a Jimena el turno de hablar.
¡ªNadie ¡ªempez¨® diciendo¡ª ha odiado tanto a las ovejas como yo, durante mucho tiempo las cont¨¦ pacientemente todas las noches, pero no lograba nunca dormirme, y al final acab¨¦ no pudiendo soportarlas. Hasta que lleg¨® ese d¨ªa en Niza, a finales del verano de 2006, cuando casualmente encontr¨¦ por fin una t¨¦cnica para dormirme¡
Explic¨® que ese d¨ªa, al observar con detenimiento los informativos de France 2, le pareci¨® que estos dispon¨ªan de un sistema peculiar de dar las noticias. Tras narrar, por ejemplo, que el hurac¨¢n Gordon se estaba paseando peligrosamente por la costa oeste de M¨¦xico, daban acto seguido la noticia de que de un cicl¨®n amenazaba los mares del Sur. Si poco despu¨¦s informaban del incendio en Budapest del edificio de la televisi¨®n estatal, no tardaban en hablar de la quema en Kinshasa, Congo, de la sede del partido del aspirante a la presidencia Jean Pierre Bemba, etc¨¦tera.
Al no haber una sola noticia sin su correspondiente hermana gemela, parec¨ªa que no fueran a emitir nunca ninguna que fuera desparejada. Por eso le llam¨® la atenci¨®n tanto ese d¨ªa una noticia que percibi¨® completamente aislada del resto: un tal Russell Edson, cuentista norteamericano, era capaz de describir c¨®mo un hombre se casaba con un zapato, o c¨®mo un joven convenc¨ªa a sus padres de que se hab¨ªa convertido en un ¨¢rbol y luego no pod¨ªa persuadirlos de lo contrario.
¡ªEsa noche, mientras me concentraba en la rara noticia aislada, ca¨ª dormida como un ceporro ¡ªnos dijo.
El milagro Edson, lo llamaba ella. Se sucedieron luego muchas noches en las que logr¨® dormirse gracias a saber esperar a que dieran una noticia aislada del resto. Su m¨¦todo se revel¨® casi infalible y hasta lleg¨® a convertirse en una autoridad secreta a la hora de detectar noticias desparejadas con las que dormirse.
Recuerdo bien que, al llegar a este punto, me pareci¨® ver que todos los insomnes miraban a Jimena con admiraci¨®n y, sobre todo, con envidia.
El m¨¦todo, dijo, se le estrope¨® cuando en todas las televisiones renunciaron a dar las noticias aparejadas y pasaron a darlas sueltas, como si quisieran que cayeran todas a boleo en un cesto podrido. Eso la condujo a una larga traves¨ªa de siete a?os de insomnio, sufrida traves¨ªa tan solo rota hac¨ªa unos pocos d¨ªas cuando en Madrid hab¨ªa vuelto a suceder el milagro. Por la noche, en un cuarto de un hotel de la Gran V¨ªa, encontr¨® en una revista la traducci¨®n de un relato de Russell Edson. No o¨ªa hablar de ¨¦l desde la noche de Niza y se puso a ojear distra¨ªdamente el cuento: la historia de un cient¨ªfico que ten¨ªa un tubo de ensayo lleno de ovejas y se preguntaba si deber¨ªa intentar encogerles su textura y tambi¨¦n si las ovejas ser¨ªan conscientes de su peque?ez y si tendr¨ªan alg¨²n sentido de la escala y si no habr¨ªa alguna oveja muerta entre ellas y si no pensar¨ªan que el tubo de ensayo era un establo de vidrio... Y entre una pregunta y otra, el cient¨ªfico las pon¨ªa bajo un microscopio y, cont¨¢ndolas, se quedaba dormido...
¡ªDespu¨¦s ¡ªdijo Jimena¡ª no s¨¦ lo que pas¨®, creo que me dorm¨ª.
¡ª?Solo lo crees? ¡ªle pregunt¨¦.
Cada vez estaba m¨¢s convencido de que era la desconocida de mis sue?os de juventud. Y de hecho me parec¨ªa ya andar enamorado de ella, como en aquellos viejos sue?os.
¡ªSospecho ¡ªdijo Jimena¡ª que hay episodios de nuestras vidas dictados por discretas leyes que se nos escapan. Una de ellas no s¨¦ en qu¨¦ consiste, pero tengo para m¨ª que es la ley Edson. Porque no puedo negar la evidencia: el se?or Edson aparece siempre vinculado a mis grandes victorias sobre el insomnio. ?Debo dejar pasar ese dato?
Hab¨ªa all¨ª un desajuste injusto, como siempre sucede en las cosas del amor. Jimena buscaba a Edson y yo la buscaba a ella.
?No es siempre as¨ª? K ama a F, pero F ama a C, que a su vez ama a D. Recuerdo pel¨ªculas de Eric Rohmer basadas solo en ese baile de equ¨ªvocos y malentendidos.
Hab¨ªa un desajuste sentimental injusto, pero, aun as¨ª, queriendo ser elegante, le dije que me dedicaba a escribir y cre¨ªa compartir con Edson amigos comunes y sab¨ªa que era un tipo complicado, pero me ofrec¨ªa a llegar hasta ¨¦l para pedirle que le ayudara a¨²n m¨¢s en su insomnio.
En ese momento ¡ªno he podido olvidarlo¡ª todos los dem¨¢s son¨¢mbulos me miraron con una ansiedad desmesurada, como si me estuvieran rogando que hiciera tambi¨¦n lo mismo por ellos.
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