La Isla de las Palabras Perdidas
?A d¨®nde van las palabras que se pierden??A d¨®nde van las palabras de las lenguas que mueren cada d¨ªa cuando muere el ¨²ltimo integrante de la peque?a tribu olvidada?
A d¨®nde van las palabras que se pierden??A d¨®nde van las palabras de las lenguas que mueren cada d¨ªa cuando muere el ¨²ltimo integrante de la peque?a tribu olvidada que todav¨ªa hablaba esa lengua minoritaria, quiz¨¢ extra?a y rec¨®ndita, sin registro escrito, sin literatura impresa, solo oral?
??A d¨®nde van las palabras que se pierden en todas las lenguas? En castellano, en catal¨¢n, en gallego, en eusquera, en portugu¨¦s, en nuestras lenguas peninsulares tan cercanas, las de cada d¨ªa, pero tambi¨¦n en otras muchas, en ingl¨¦s, en franc¨¦s, en alem¨¢n, en chino, en ruso¡ ?A d¨®nde van las palabras que no se utilizan, las que nadie pronuncia, las que no tienen quien las diga, las que duermen entre las p¨¢ginas de los libros que nadie lee, las que ya no registran los repertorios?
Sin voz que las pronuncie ni texto que las imprima, expulsadas de los diccionarios por desusadas, parecen condenadas a desaparecer ?Deben aceptar con resignaci¨®n esa ley de vida que es la condena a muerte y en su caso el retorno a la nada sin tierra, a la nada del gran silencio inerte? O, por el contrario, ?tienen que luchar para no morir y encontrar un lugar para cobijarse de la intemperie a la que han sido condenadas?
Los socioling¨¹istas aseguran que de un tiempo a esta parte no solo hablamos peor, sino que lo hacemos con un vocabulario m¨¢s restringido, cada vez con menos palabras de manera que la mayor¨ªa sobran. Una situaci¨®n tan grave las ha unido, decididas a no aceptarla. Aunque algunas son muy viejas han tratado de buscar juventud en su pasado y de recuperar sus alas. Las alas con que iban veloces de un lugar a otro, de una voz a otra, escapadas de los diccionarios donde se les permit¨ªa dormir cuando nadie las pronunciaba, descansar meses, a?os, lustros quiz¨¢ o tan solo largas siestas si, libres de servicio, no las necesit¨¢bamos. Pero ahora, en los nuevos tiempos de ahorro y crisis los diccionarios han tenido que cumplir con el deber impuesto de controlar mucho m¨¢s su espacio y se niegan a ofrecerles siquiera unas l¨ªneas donde reposar el maltrecho cuerpecillo de ancianas y pese a su edad, y a tantos beneficios prestados, son desahuciadas sin contemplaciones.
Gracias a su protesta, las palabras perdidas han conseguido, finalmente, que la comunidad internacional tome cartas en el asunto y las trate por lo menos igual que a las especies amenazadas de extinci¨®n, animales o vegetales, que necesitan ser protegidas para no desaparecer. Tras muchas reuniones y discusiones los mandatarios internacionales han accedido a sus peticiones y les han ofrecido un lugar. Una isla. La Isla de las Palabras Perdidas.
La Isla de las Palabras Perdidas era, hasta el pasado invierno, una tierra poco habitada, situada a cincuenta millas n¨¢uticas de Groenlandia, a la que pertenece. La UE ha llegado a un acuerdo de cesi¨®n con el gobierno groenland¨¦s, previo pago anual de siete millones de coronas danesas, moneda de la Rep¨²blica de Groenlandia, hoy independiente y antes territorio del reino de Dinamarca. La mitad de la isla, de apenas 5.000 kil¨®metros cuadrados, igual que Groenlandia, est¨¢ cubierto de hielo, algo que ha sido tenido muy en cuenta por los expertos por si en alg¨²n momento las palabras necesitaran de los servicios de congelaci¨®n.
A la Isla de las Palabras Perdidas ha sido ya desplazado un gran equipo t¨¦cnico de expertos internacionales para comenzar los trabajos de recepci¨®n, documentaci¨®n, almacenaje y preservaci¨®n de las palabras. Las m¨¢s inquietas ya han empezado a llegar, exhaustas, despu¨¦s de un largu¨ªsimo viaje, en el que han tenido que demostrar la enorme potencia de sus alas. Muchas han sido sometidas a los primeros cuidados y depositadas en compartimentos idiom¨¢ticos por j¨®venes fil¨®logos becados por la UE. Su trabajo consiste, en primer lugar, en el registro y la catalogaci¨®n de las palabras perdidas seg¨²n las lenguas, las filiaciones, los tipos, y sus morfolog¨ªas -al parecer ¨²ltimamente son muchos los adjetivos ca¨ªdos en desgracia, en especial, cuantos implican matices-y en segundo lugar, en el cuidado de usarlas. Se encargan de utilizar muy bien las que les han tocado en suerte, emple¨¢ndolas en sus conversaciones cotidianas, para que sigan con vida.
Una fuente a la que hemos tenido acceso, asegura que la UE ha llegado a un acuerdo con la Santa Sede, para que algunas ¨®rdenes religiosas, con bajo excedente de ingreso entre las filas que habr¨ªan de nutrir los enormes conventos despoblados, puedan realizar labores humanitarias en la Isla de las Palabras Perdidas y a la vez contribuir a la preservaci¨®n del vocabulario religioso en extinci¨®n en buena parte del territorio europeo. Seg¨²n me informan, se ha establecido contacto con las Esclavas de San Jos¨¦, Las Josefinas de la Sant¨ªsima Trinidad, Las Misioneras de la Madre del Divino Pastor y Las Celadoras del Reino del Sagrado Coraz¨®n, entre otras.
Como solo durante el verano las aguas g¨¦lidas que rodean la Isla de las Palabras Perdidas se vuelven navegables, me gustar¨ªa acabar esta cr¨®nica con una petici¨®n: si usted sabe de alguna palabra en peligro de extinci¨®n, m¨¦tala en una botella, rumbo a la Isla. Ah¨ª van las coordenadas: 27?11'09'' S / 109?17'11'' W y des¨¦ele un viaje feliz. El mar de agosto es nuestro aliado.
Carme Riera es acad¨¦mica electa de la RAE. Su ¨²ltimo libro son sus memorias Temps d¡¯innoc¨¨ncia (2013).
Babelia
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