Sid Bernstein, el hombre que llev¨® a los Beatles a Am¨¦rica
El promotor contrat¨® a la banda para sus primeros conciertos en Estados Unidos
![Sid Bernstein con el cartel del concierto de los Beatles en el Shea Stadium en 1965.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/454HNFUQI6J32OSCW22M4763YI.jpg?auth=982fbc46444a700ff1cc75396fc46a95018c0e8e97add82b043ee0fc9cd5223b&width=414)
A finales de 1963 un grupo formado por cuatro veintea?eros de Liverpool estaba revolucionando en el Reino Unido las normas establecidas por la industria musical. Mientras tanto, en Nueva York, el promotor local Sid Bernstein, fallecido el mi¨¦rcoles pasado a los 95 a?os, conoc¨ªa a trav¨¦s de los peri¨®dicos brit¨¢nicos las habituales escenas de histeria adolescente que estaba provocando un conjunto de pop. Bernstein vio de inmediato el enorme potencial econ¨®mico del grupo . Estaba a punto de importar un fen¨®meno y de paso dinamitar el mundo de la promoci¨®n de conciertos. Y todo sin haber escuchado siquiera una canci¨®n de los Beatles.
A Sid Bernstein no le faltaba talento para encontrar oportunidades de negocio. Mientras estudiaba periodismo en la Universidad de Columbia, y ante el crecimiento de la poblaci¨®n puertorrique?a en Nueva York, se convirti¨® en un empresario que organizaba conciertos de estrellas latinas. No obstante, sus mayores triunfos empresariales llegaron de la mano de los Beatles y de otras bandas de la denominada british invasion, el desembarco de grupos ingleses de pop a partir de la m¨¢quina de hacer dinero en que se hab¨ªan convertido los de Liverpool.
Tras conocer las primeras se?ales de la beatleman¨ªa se aventur¨® a contratarlos. Era una jugada arriesgada: no acababan de despegar en Estados Unidos, eran maltratados por las discogr¨¢ficas y la agencia para la que trabajaba no confiaba en que fueran algo m¨¢s que un fen¨®meno local. Tuvo que negociar directamente con Brian Epstein, el manager todopoderoso, su primera actuaci¨®n en el Carnegie Hall neoyorquino, un espacio vetado por entonces a la m¨²sica popular.
Bernstein se atrevi¨® y Ed Sullivan hizo el resto: la aparici¨®n del cuarteto en el programa del popular presentador de televisi¨®n, un hito en la cultura pop, fue seguida por m¨¢s de 70 millones de personas. Esa noche de febrero de 1964 la beatleman¨ªa acababa de estallar en Estados Unidos y dos d¨ªas despu¨¦s el Carnegie Hall recib¨ªa a los de Liverpool entre hordas de fans adolescentes. El entusiasmo del p¨²blico joven casaba bien con la forma de trabajar de Bernstein, que era capaz de trabajar en el mismo recinto tanto con los Beatles como con crooners como Tony Bennett.
En 1965, decidido a ir un paso m¨¢s all¨¢, volv¨ªa a contratar al grupo, esta vez con un cach¨¦ multiplicado: en un a?o, en plena efervescencia del fen¨®meno fan, hab¨ªan pasado de cobrar 6.000 d¨®lares a pedir 180.000 por actuar en un estadio, algo inconcebible en la ¨¦poca. El del Shea Stadium, el 15 de agosto de ese a?o, pasar¨¢ a la historia como el primer concierto en un recinto deportivo al aire libre. Con casi 60.000 fans viendo al grupo ¨Cpor motivos de seguridad, a decenas de metros del escenario¨C, el evento se convirti¨® en r¨¦cord de taquilla y de espectadores que tardar¨ªa d¨¦cadas en superarse. Todo un ¨¦xito de apenas media hora... aunque ellos reconocen que ni se escucharon. Regresaron al mismo estadio un a?o despu¨¦s, cuando eran m¨¢s adultos, m¨¢s psicod¨¦licos y cuando dec¨ªan ser m¨¢s grandes que Jesucristo. En esa ocasi¨®n el recinto qued¨® lejos de llenarse.
Autoproclamado padre de la invasi¨®n brit¨¢nica de grupos de los sesenta, intent¨® aprovechar el tir¨®n de los Beatles e intent¨® repetir la jugada con otros grupos de las islas como los Animals, los Kinks o los Rolling Stones, el contrapunto gamberro a la candidez de los primeros Beatles: los fans de los Stones destrozaron el patio de butacas del propio Carnegie Hall. Era una manera de cerrar el c¨ªrculo: los grupos con los que trabajaba importaron de Estados Unidos el blues, el rock and roll o el rhythm and blues y Bernstein contribu¨ªa al ¨¦xito en su h¨¢bitat natural.
Finiquitado el fen¨®meno, intent¨® reunir a los Beatles en los setenta bajo el paraguas de los conciertos ben¨¦ficos. Lo intent¨® incluso en 1976 con un anuncio a toda p¨¢gina en el New York Times, pidiendo la colaboraci¨®n de la a?orada banda. Pero ya no volver¨ªa a romper las barreras que derrib¨® en los sesenta.
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