Al ritmo del ¡®Cali style¡¯
Un centenar de escuelas, 5.000 bailarines profesionales... la salsa es un asunto serio en este rinc¨®n de Colombia El nuevo filme de Chus Guti¨¦rrez se inspira en esta revoluci¨®n
La cintura mulata de Melisa Dorado ya est¨¢ acostumbrada a la ovaci¨®n: consigui¨® que un estadounidense se colocara de pie, para aplaudirla, despu¨¦s de verla bailar. Que un japon¨¦s le tomara fotos casi con la misma devoci¨®n que un fan¨¢tico lo har¨ªa frente a su estrella de rock favorita. Y que una reconocida bailarina puertorrique?a le preguntara c¨®mo logra ella, Melisa, mulata cale?a, doblar esa cintura con tanta rapidez y destreza, como si en vez de bailar lo suyo fuera un pacto de rumba con el mism¨ªsimo diablo.
Ella sonr¨ªe mientras lo cuenta. O lo recuerda. Esos episodios ocurrieron hace ya bastantes a?os, a comienzos de los ochenta. Melisa fue una de las primeras bailarinas profesionales de esta Cali pachangera ¡ªcomo tantas veces cant¨® el maestro Jairo Varela, fundador del Grupo Niche¡ª, cuando todav¨ªa las escuelas de salsa no crec¨ªan silvestres, como hoy, en cualquier barrio.
Hoy se cuentan en 120 las que est¨¢n legalmente establecidas y a las que cale?os y extranjeros (unos 8.000 cada a?o, seg¨²n la Secretar¨ªa de Cultura), acuden para intentar cogerle el paso a esa fren¨¦tica manera de bailar que identifica a una ciudad que se levanta, altanera y gozona, sobre las faldas de una gran cordillera. Ese particular estilo, que se caracteriza por la acelerada velocidad con que se agitan los pies, ya se respeta: se conoce en los campeonatos internacionales como Cali style.
A nadie sorprende entonces que esta fama gozona haya despertado en la directora Chus Guti¨¦rrez el inter¨¦s por llevar a la gran pantalla una historia de amor contada al comp¨¢s del Cali style. Y que su pel¨ªcula, que realiza con la productora colombiana 64AFilms y ser¨¢ protagonizada por la cale?a Carolina Ram¨ªrez y el espa?ol Juli¨¢n Villagr¨¢n, se inspire en Delirio, un espect¨¢culo en el que participan 600 bailarines de las mejores escuelas de salsa.
Melissa Dorado, la bailarina cuya cintura ya est¨¢ acostumbrada a la ovaci¨®n, espera que la pel¨ªcula, Ciudad Delirio, recree ¡°m¨¢s que una historia, el milagro social que ocurre en nuestros barrios, donde miles de muchachos aguardan por una oportunidad para brillar en el baile y construir su proyecto de vida; hoy muchos pueden vivir dignamente del oficio¡±. Es lo que espera tambi¨¦n la propia Chus Guti¨¦rrez. ¡°Esta es una comedia rom¨¢ntica llena de colorido que hurga en la esencia de la salsa cale?a, la que se goza en los barrios y que aparta a los chicos de las calles, de la violencia y las drogas¡±. Lo sabe bien Luis Eduardo Hern¨¢ndez, fundador de la Academia Swing Latino, la m¨¢s premiada dentro y fuera de Colombia. Todos aqu¨ª le llaman Mulato. Y este Mulato, tres d¨¦cadas atr¨¢s, cuando todos cre¨ªan que bailar salsa era asunto de mera diversi¨®n de fin de semana, fund¨® una humilde escuela de baile en El Diamante, un barrio por el que daba miedo caminar a cualquier hora del d¨ªa por culpa de la violencia de las pandillas.
El hombre fue a por m¨¢s y, poco tiempo m¨¢s tarde, se inscribi¨® por su cuenta en uno de los campeonatos de salsa mundiales de la ¨¦poca. Sin apoyo econ¨®mico, a¨²n Luis Eduardo se pregunta c¨®mo hizo para llegar hasta Estados Unidos, con otros tres bailarines, cargando apenas en su mochila de so?ador una camisa de lentejuelas y un viejo de par de zapatos que se vio obligado a lustrar ¨¦l mismo, con una pintura de diferente color cada d¨ªa de competencia, para que a nadie le quedara la impresi¨®n de que era un cale?o pobre extraviado en el anhelo de ser un bailar¨ªn de los grandes.
Es el mismo sue?o de cerca de 5.000 profesionales que hay en Cali. Agrupados en 295 grupos, 3.500 de ellos participaron en el reciente Mundial de Salsa que baj¨® el tel¨®n el pasado 11 de agosto. J¨®venes que desde los 6 a?os, a veces menos, empezaron a formarse en las academias.
J¨®venes como Carlos Alberto Mu?oz que encontr¨® en el baile una armadura contra el l¨¢tigo de la violencia urbana. Cuando era chico, su familia se dedicaba a la venta de droga en el barrio El Rodeo, al oriente de Cali. Sus hermanos hab¨ªan pisado la c¨¢rcel varias veces. Y a ¨¦l, parec¨ªa, le estaba escrito el mismo destino. Pero Carlos quiso cambiarlo y entr¨® a la Escuela de Swing Latino hace una d¨¦cada.
Ensay¨® durante a?os, como lo hace a¨²n la inmensa mayor¨ªa de bailarines en formaci¨®n: tres horas diarias en las noches, despu¨¦s del colegio, tres o cuatro d¨ªas a la semana. Hasta la escuela llegaba Carlos en su bicicleta y se las arregablaba para conseguir el dinero necesario para el vestuario y los zapatos. Y esa realidad no ha cambiado mucho: para la gran mayor¨ªa de bailarines cale?os los 45 d¨®lares que requieren para el vestido y el calzado de sus presentaciones es una fortuna. Con ese dinero muchas bocas comer¨ªan en sus casas. En diciembre danzan, dichosos, durante toda una tarde a lo largo de una autopista. Esa cita callejera ¡ªel Sals¨®dromo¡ª, que convoca a m¨¢s de cien mil cale?os y turistas, se realiza desde hace seis a?os, y ofrece seis horas de baile desenfrenado.
Esa tradici¨®n, la del baile, comenz¨® a escribirse hace m¨¢s de 70 a?os a ritmo de guaracha, aire musical cubano que fue conquistando bailaderos populares y prost¨ªbulos, especialmente del centro. Corr¨ªan los a?os cuarenta cuando la Cali obrera y de inmigrantes del campo que llegaron huyendo de la violencia, comenz¨® a acoger con delirio la guaracha y, con ella, a los ritmos de La Sonora Matancera.
Lo cuenta el escritor y salsero de coraz¨®n, Medardo Arias. ?l est¨¢ seguro de que la pasi¨®n por la rumba se debe, en parte, a esas voces poderosas que pasaron por La Sonora como Celia Cruz, Daniel Santos y Bienvenido Granda. Ellos, sin saberlo, fueron despertando, al son de guarachas y boleros, a la Cali de entonces, aletargada con los valses y guabinas que sonaban en refinados salones.
En clave de m¨²sica cubana, de trompetas matanceras y el corretear de tumbadoras, los cale?os, pues, fueron dando los primeros pasos de lo que hoy conocemos como el fen¨®meno salsa. Cali fue haci¨¦ndose ciudad y construyendo sus barrios de baile en baile. Bailar, m¨¢s que diversi¨®n, fue el camino ¡ªcreen algunos que pagano¡ª que hallaron los habitantes para salvarse del extrav¨ªo, para expresarse, para sentirse inclu¨ªdos.
Lo hicieron a su modo: alterando la velocidad de la m¨²sica de los long play de 33 revoluciones que viajaban a Cali desde el cercano puerto de Buenaventura, a bordo del Ferrocarril del Pac¨ªfico. Nadie sabe a qui¨¦n se le ocurri¨® que para darle gusto al cuerpo sobre la pista era mejor hacerlo girar a 45 revoluciones, much¨ªsimo m¨¢s veloz, pero ese estilo hoy es un sello cultural. ¡°Los m¨²sicos puertorrique?os vieron c¨®mo sus bogaloos, especie de guajiras lentas, se convert¨ªan en veloces y endemoniadas versiones. Cambiar las revoluciones de un disco fue el primer aporte de Cali a la salsa, y los bailadores fueron de eso testigos de excepci¨®n¡±, afirma el escritor Medardo Arias.
Desde entonces, ya no fue solo cuesti¨®n de ritmo y cadencia. Tambi¨¦n se bailaba la melod¨ªa. Sea cual sea el instrumento, piano, bajo, conga o hasta el mism¨ªsimo preg¨®n del cantante ?todo pod¨ªa bailarse con gran velocidad de la cintura para abajo!
A esa consolidaci¨®n ayud¨® el cine mexicano y un personaje, el pachuco bailar¨ªn, que se hizo c¨¦lebre haciendo acrobacias al son del mambo de P¨¦rez Prado y La Sonora Matancera. El bailador cale?o de los a?os cincuenta y sesenta imitaba los pasos de mexicanos como Tintan, Resortes, La tongolele y Mar¨ªa Antonieta Pons, cuyas piruetas se proyectaban en cines y teatros como el Rialto y el Sucre.
Para Miriam Collazos, bailadora de esos tiempos, de lo que se conoce como la vieja guardia, el cale?o fue puliendo su estilo gracias a varios factores: ¡°La agilidad que aprendimos de los negros; la picard¨ªa y coqueter¨ªa de las mujeres ind¨ªgenas y, de alguna manera, el respeto por las formas cl¨¢sicas y elegantes de los blancos¡±.
De alguna manera, en Cali se espera que la pel¨ªcula Ciudad Delirio sea una nueva oportunidad para contarle al mundo que, en vez de bailar, los cale?os hicieron hace much¨ªsimos a?os un pacto de buena rumba con el mism¨ªsimo diablo.
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