Otra empanada mental del indigesto Terry Gilliam
La ¨²nica cosa que me atra¨ªa en ¡®The zero theorem¡¯ era Cristoph Waltz Sin embargo el cineasta logra que el histrionismo del actor resulte pesado
Existen directores cuyo estilo expresivo y las tem¨¢ticas que desarrollan no te interesan o directamente te enervan, pero en ocasiones logran sorprenderte y atraparte con alguna de sus obras. Me ocurri¨® con David Lynch, ese experimental y tortuoso autor tan venerado por los modernos de cualquier ¨¦poca. Cuando vi Una historia verdadera, que retrata el viaje de un anciano en un veh¨ªculo rudimentario haciendo infinitos kil¨®metros para despedirse de un hermano moribundo con el que se pele¨® 10 a?os antes, me acompa?¨® la sensaci¨®n de que esa pel¨ªcula podr¨ªa haberla filmado el mejor John Ford. Lynch tambi¨¦n narr¨® de forma conmovedora la terror¨ªfica historia de El hombre elefante. Pero hay otros directores de incomprensible prestigio con los que me resulta imposible reconciliarme, que me confirman una y otra vez que mis prejuicios hacia su obra est¨¢n cargados de raz¨®n, que siempre me alteran el estado nervioso. Terry Gilliam es uno de ellos.
Ha presentado en la Mostra su ¨²ltima pel¨ªcula, titulada The zero theorem. Cuando Gilliam formaba parte del grupo Monty Python realizaron El sentido de la vida, una comedia enloquecida que conten¨ªa alg¨²n gag memorable. En The zero theorem Gilliam dedica su discurso a esa cuesti¨®n tan trascendente de encontrar el sentido de la vida, a cosas tan mareantes como de d¨®nde venimos y ad¨®nde vamos, pero lo hace en tono serio, desechando la iron¨ªa y el sentido del humor. El protagonista, un superdotado en las nuevas tecnolog¨ªas, como los personajes de Beckett en Esperando a Godot, est¨¢ esperando una revelaci¨®n que nunca llega. El argumento se presta a la met¨¢fora y al simbolismo. Tambi¨¦n a la conclusi¨®n de que los inventos de la tecnolog¨ªa y la creaci¨®n de m¨¢quinas en las que parece estar contenido todo el universo, puede aislar a¨²n m¨¢s a los que sienten adicci¨®n a ellas. Todo est¨¢ descrito con el invariable estilo de la casa. O sea: con est¨¦tica desquiciada, barroquismo indigesto, uso continuo de grandes angulares e im¨¢genes distorsionadas, diarrea verborr¨¦ica, una empanada mental notable.
La ¨²nica cosa que me atra¨ªa inicialmente en The zero theorem era la presencia de Christoph Waltz, ese excelente actor austriaco que nos hab¨ªa deslumbrado en las pel¨ªculas de Tarantino Malditos bastardos y Django desencadenado. Pero Gilliam logra lo imposible en alguien con arte tan inquietante y es que su histrionismo resulte tan pesado como la propia historia.
La pel¨ªcula canadiense Tom ¨¤ la ferme, protagonizada y dirigida por Xavier Dolan, pertenece a ese g¨¦nero de cine en el que la c¨¢mara se coloca muchas veces y de forma gratuita a 10 metros de los personajes, introduce m¨²sica atronadora en secuencias en las que no ocurre nada, cuando suena una canci¨®n esta se mantiene hasta que finaliza, multiplica los planos filmados desde el cielo. A eso algunos lo denominan voluntad de estilo por parte del creador. Yo creo que responde a la impotencia, a tratar caprichosamente de parecer original. Si el lenguaje est¨¦tico de Dolan es ca¨®tico, lo que describe es igual de absurdo. Cuenta la relaci¨®n sadomasoquista entre un sofisticado urbanita que ha acudido al funeral de un amigo en un pueblo agr¨ªcola de Quebec con el violento y psic¨®pata hermano del difunto. Se supone que existe el misterio y el psicologismo m¨¢s retorcido, pero creo que solo en la mente del director. El espectador lo ¨²nico que percibe es un disparate pretencioso.
Babelia
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