Oro y plata de los superh¨¦roes
Las obras de algunos de los pesos pesados de la literatura llegan a la librer¨ªas
Quiz¨¢s no lo recuerden, pero el imperio Taschen, que irrumpi¨® como un rinoceronte en una cristaler¨ªa en el exclusivo club de los editores de libros de arte a finales de los ochenta, se inici¨® con los tebeos. En 1980, cuando s¨®lo ten¨ªa 18 a?itos, Benedikt Taschen, un chico de familia bien, abri¨® en Colonia una tienda de c¨®mics con dinero de sus padres. El primer ¨¢lbum que public¨® fue una colecci¨®n de las tiras de Sally Forth, una recluta la mar de sexi creada por el dibujante Wally Wood para solaz de las tropas imperiales y que se las arreglaba para terminar casi siempre despelotada. El c¨®mic y, pronto, la pornograf¨ªa experimentaron en manos de Taschen un proceso de ¡°ennoblecimiento¡±: sus libros ilustrados y sorprendentemente baratos empezaron a aparecer en las mesas bajas de los saloncitos de j¨®venes ejecutivos y, muy pronto, se multiplicaron los pedidos de las librer¨ªas de todo el mundo. Fiel a sus or¨ªgenes, Taschen public¨® hace un par de a?os el gigantesco vadem¨¦cum 75 years of DC Comics, en el que se celebraba con cientos de ilustraciones la historia de la m¨ªtica compa?¨ªa DC y de su largu¨ªsima serie de superh¨¦roes, desde el primer Superm¨¢n publicado en Action Comics (1938) hasta su ¨²ltimo avatar de ayer mismo. A pesar de su tama?o y precio (116,45 euros), el mamotreto se convirti¨® en un ¨¦xito internacional y, desde luego, en un libro de referencia imprescindible. Tras aquel bombazo, Taschen se ha decidido a reciclar el original por ¨¦pocas, enriqueciendo cada nuevo volumen con ilustraciones in¨¦ditas. El ¨²ltimo publicado es The Silver Age of DC Comics (39,99 euros), editado como todos por el guionista (y ejecutivo de DC) Paul Levitz, que contempla el desarrollo del c¨®mic entre 1956 y 1970. Tras el macartismo y la pol¨ªtica puritana y restrictiva del Comics Code Authority, que asum¨ªa el prejuicio de que el aumento de la delincuencia juvenil se relacionaba con la lectura de determinadas historietas gr¨¢ficas, el tebeo de superh¨¦roes entra en una fase de relativa decadencia de la que empieza a salir cuando a los guiones se les a?aden elementos de otros g¨¦neros: la ciencia ficci¨®n, el terror, lo sobrenatural. Aumentan las referencias a la realidad (en una de sus m¨¢s c¨¦lebres aventuras de la ¨¦poca Superm¨¢n confiesa a John F. Kennedy su verdadera identidad, a?adiendo como justificaci¨®n ¡°si no puedo confiar en el presidente de Estados Unidos, ?en qui¨¦n podr¨ªa hacerlo?¡±). Y surgen nuevos superh¨¦roes ¡ªFlash, Linterna Verde, El Hombre Halc¨®n¡ª, y nuevos tipos de tebeos, como Mad y la larga serie de historias rom¨¢nticas y sentimentales pensadas para el p¨²blico femenino. Un libro fundamental para entender una parte esencial de la cultura pop estadounidense de la ¡°d¨¦cada prodigiosa¡±.
Superventas
No hace falta ser un lince para adivinar cu¨¢les van a ser algunas de las novedades que se van a llevar la p¨²rpura de las ventas en esta rentr¨¦e. A falta de sorpresas, los primeros pesos pesados que han llegado a las librer¨ªas para disputarse el escaso presupuesto para libros de las familias espa?olas (a¨²n m¨¢s esquilmadas por los gastos de la vuelta al cole, el aumento de los precios y la resaca financiera del verano) son las tres grandes apuestas de los tres grandes grupos, esos libros que desde hace tiempo tienen echando humo a los departamentos comerciales de sus editoriales: Dispara, yo ya estoy muerto, de Julia Navarro (Plaza & Jan¨¦s / Random House); Circo M¨¢ximo (segunda parte de la ¡°trilog¨ªa de Trajano¡±), de Santiago Posteguillo (Planeta), y El h¨¦roe discreto, de Mario Vargas Llosa (Alfaguara / Santillana). La segunda tanda de best sellers que aspiran a los primeros puestos de la lista de Nielsen no llegar¨¢ hasta noviembre, con la campa?a navide?a echando humo: por ahora, Plaza & Jan¨¦s anuncia un Stephen King (Doctor Sue?o) y un Grisham (El estafador) y, aunque a¨²n no est¨¢ terminada, alg¨²n topo con piel de librera me sopla con fuerza que Alfaguara podr¨ªa tener una nueva novela de P¨¦rez-Reverte. En el segundo escal¨®n de ventas previsibles se encuentran sendas novelas excepcionales de dos de mis autores favoritos: La infancia de Jes¨²s, de J. M. Coetzee (Mondadori), y Canad¨¢, de Richard Ford (Anagrama). No he podido leer, en cambio, Una verdad delicada, de John Le Carr¨¦ (Plaza & Jan¨¦s, en octubre) que ha obtenido cr¨ªticas entusiastas en Reino Unido y Estados Unidos. Tambi¨¦n se ha puesto a la venta Y las monta?as hablaron (Salamandra), de Khaled Hosseini, un autor que sigue proporcionando muchas alegr¨ªas a los libreros de todo el mundo con su Cometas en el cielo. Por ¨²ltimo, espero con cierta curiosidad y una pizca de escepticismo Solo (Alfaguara, octubre), el ¡°James Bond¡± de encargo de William Boyd, que se publica sesenta a?os despu¨¦s de Casino Royale, la novela con la que Ian Fleming inici¨® la saga. Jonathan Cape, que la publica en Reino Unido, ha decidido lanzarla con hechuras de novela ¡°de aeropuerto¡±: cubierta roja y sobrecubierta negra, troquelada para evocar el impacto de un disparo, con el fin, dicen, de ¡°capturar la imaginaci¨®n del lector¡±. Bang, bang.
Bibliotecas
A menudo me pregunto qu¨¦ tratamiento dar¨¢ en el futuro la novela ¡ªy, en general, la prosa de imaginaci¨®n¡ª a las bibliotecas. Convertidas hoy por necesidad y preferencia en centros culturales multiusos en los que la preservaci¨®n del saber en los m¨¢s variados soportes ya no es la ¨²nica prioridad, las bibliotecas est¨¢n recuperando con creces su antiguo papel de centro de la vida comunitaria, especialmente en los peque?os n¨²cleos de poblaci¨®n. Hoy se va a la biblioteca para muchas cosas: b¨²squeda de informaci¨®n general (incluyendo b¨²squeda de empleo), know-how (inform¨¢tica, redacci¨®n de curr¨ªculum) y, desde luego, para encontrarse con otros conciudadanos, socializar y compartir experiencias (y no s¨®lo en los benditos clubs de lectura). Y eso ocurre, parad¨®jicamente, cuando los aberrantes recortes en los presupuestos de cultura han colocado a las bibliotecas p¨²blicas en una situaci¨®n dificil¨ªsima en la que brilla a¨²n m¨¢s el esfuerzo vocacional de sus profesionales y el cada vez m¨¢s entusiasta voluntariado de la ciudadan¨ªa. A juzgar por la multiplicaci¨®n del conocimiento de la que es depositaria (la BNE, por ejemplo, efect¨²a peri¨®dicos ¡°barridos¡± para almacenar el conocimiento que circula por la Red), la borgiana ¡®Biblioteca de Babel¡¯ (el muy citado relato incluido en El jard¨ªn de los senderos que se bifurcan, 1941), aquella ¡°magnificaci¨®n pesadillesca¡± de la Biblioteca Municipal Miguel Can¨¦, en la que Borges estuvo trabajando a desgana durante nueve a?os, ser¨ªa hoy mucho m¨¢s infinita ¡ªsi se me permite el incongruente pleonasmo¡ª que entonces. En todo caso, de entre todos los relatos que tienen como tel¨®n de fondo una biblioteca, yo sigo qued¨¢ndome con ¡®Un general en la Biblioteca¡¯, de Italo Calvino (en La gran bonanza de las Antillas, Siruela). Si a¨²n no lo han le¨ªdo, no quiero ech¨¢rselo a perder; perm¨ªtanme tan s¨®lo que les transcriba su comienzo: ¡°En Panduria, naci¨®n ilustre, una sospecha se insinu¨® un d¨ªa en la mente de los altos oficiales: la de que los libros conten¨ªan opiniones contrarias al prestigio militar¡±. De nada. O
Babelia
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