La vida cruda de Juli¨¢n Herbert
Al mexicano Juli¨¢n Herbert desde ni?o la literatura lo obsesion¨® con la muerte La novela 'Canci¨®n de tumba', lo ha hecho famoso, pero ¨¦l se ve como "un g¨¹ey que hace poemas"
Hay una escena al final de Kill Bill 2 que a Juli¨¢n Herbert le gusta mucho. Es cuando Uma Thurman llega a casa de Bill a matar a Bill y se encuentra all¨ª a su hija peque?a, y la ni?a hace como que le dispara y mami se cae al suelo como si se hubiese muerto de ternura. Juli¨¢n Herbert dice que esa escena de la pel¨ªcula de Quentin Tarantino es ¡°esplendente¡±.
¡ªPero esa palabra no existe. Se dice espl¨¦ndido.
Es despu¨¦s de medianoche del primer domingo de septiembre. Sobre la mesita del porche de la casa del escritor mexicano Juli¨¢n Herbert hay una botella de tequila reposado. Tambi¨¦n hay sal y pedazos de lim¨®n.
¡ªClaro que existe ¡ªdice ¨¦l¡ª. Es un participio propio del modernismo latinoamericano. En un poema de Rub¨¦n Dar¨ªo seguro que podr¨ªas encontrar la palabra esplendente.
¡ª?Pero qu¨¦ necesidad hay de decir esplendente?
M¨²sica para alacranes
En casa de Juli¨¢n Herbert tienen un aparato que emite ondas sonoras para ahuyentar a las ara?as venenosas y a los alacranes que a veces se meten dentro. Si las ondas no funcionan y el poeta descubre a uno de estos bichos en su casa lo mata de un pisot¨®n. Saltillo, en el Estado de Coahuila, es una ciudad de unos 800.000 habitantes que est¨¢ a 800 kil¨®metros de la capital, M¨¦xico DF, el embudo que desde siempre ha absorbido casi toda la cultura de este pa¨ªs centralista. Saltillo es El Norte, una categor¨ªa que en el imaginario mexicano remite en buena medida a la idea abstracta de un desierto en el que no se le ha perdido nada a ninguno que no sea de all¨ª. El Norte es arena. El Norte son narcos. El Norte es frontera. El Norte es lo que est¨¢ antes de Estados Unidos. Pero este car¨¢cter de margen tambi¨¦n ha funcionado de fundamento de identidades creativas fuertes, como ha ocurrido en Coahuila con autores como Juli¨¢n Herbert, Carlos Vel¨¢zquez, autor de La Biblia Vaquera, o el poeta Luis Jorge Boone. En el libro de poes¨ªa Kubla Khan de Herbert hay un poema que se titula 'El lugar donde se fr¨ªen esp¨¢rragos' y que termina diciendo: "Mi infancia son recuerdos de un patio de Frontera / y Olivia Newton-John / cantando Xanad¨². / Que cada quien contemple el paisaje que le toca".
Dentro de casa descansan su mujer y su hijo de tres a?os. La noche es suave. A veces se oye el pitido del tren y lo que suena de fondo todo el rato es la m¨²sica de un grupo de banda norte?a.
¡ªPara empezar, esplendente est¨¢ sucediendo y espl¨¦ndido es un adjetivo, y es esdr¨²julo, y los esdr¨²julos son peligrosos ¡ªresponde¡ª. Yo creo que las palabras esdr¨²julas son como los escorpiones, hay bichos agudos y graves, y las esdr¨²julas tienen ese aguij¨®n para arriba, las esdr¨²julas son venenosas.
Juli¨¢n Herbert se hizo famoso con una novela, Canci¨®n de tumba (Mondadori), que gan¨® en Espa?a el Premio Ja¨¦n 2011 y en M¨¦xico el Elena Poniatowska 2012, pero ¨¦l no se ve tanto como un novelista. ¡°Yo me veo como un g¨¹ey que hace poemas¡±. Tiene 42 a?os, tres hijos con tres mujeres distintas, un largo pasado laboral de bur¨®crata cultural de provincia y una banda de rock llamada Madrastras en la que es vocalista. Dice que empez¨® a leer cuando ten¨ªa cinco o seis a?os. ¡°A esa edad mi mam¨¢ me le¨ªa El Principito. Me lo le¨ªa antes de irse a trabajar. Pero nunca me quiso leer el final. Un d¨ªa me dijo: ¡®No te voy a leer el final. El final lo tienes que leer t¨²¡¯. Ese es como mi primer recuerdo de la lectura¡±.
¡ª?Y c¨®mo acaba el libro?
¡ªAcaba con la muerte del Principito ¡ªdice Juli¨¢n Herbert, un hombre grueso sentado en una mecedora¡ª. Yo creo que estoy obsesionado con la muerte porque empec¨¦ en la literatura enfrent¨¢ndome a la muerte.
¡ª?Y c¨®mo muere el Principito?
¡ªNo te lo puedo decir, g¨¹ey, porque no lo dicen ¡ªresponde¡ª.
Pero aunque no lo digan en el libro ¨¦l cuenta enseguida el secreto de c¨®mo muere el Principito: ¡°Le pica una v¨ªbora¡±.
La madre de Juli¨¢n Herbert trabajaba de prostituta. La novela que lo consagr¨® hace dos a?os la escribi¨® en parte sentado en un sill¨®n al lado de su madre cuando ella se estaba muriendo de leucemia. Sentado en ese sill¨®n fue escribiendo sobre sus recuerdos y de ah¨ª sali¨® esa autobiograf¨ªa entre real y novelada que se llama Canci¨®n de tumba y en la que convierte su vida turbia en un objeto literario brillante. Herbert escribi¨® en esta novela que cuando su mam¨¢ sal¨ªa de trabajar por la ma?ana a veces se lo llevaba de paseo. ¡°Con el exquisito abandono y el spleen de una puta desvelada, me compraba un chocomilk licuado en hielo y dos cuadernos para colorear¡±. Que su padre fue ¡°un pat¨¦tico imitador de Humphrey Bogart¡± al que apenas vio de ni?o. Que cuando su mam¨¢ no estaba lo dejaba con nanas atroces. ¡°Hubo una se?o Amparo de Monterrey que me recomendaba ir prepar¨¢ndome porque de grande iba yo a ser maric¨®n. Lo dec¨ªa para quitarse de antemano la culpa de los denodados esfuerzos en violarme que practicaba el mayor de sus hijos¡±. Juli¨¢n Herbert escribi¨® en Canci¨®n de tumba que las nanas atroces le ense?aron a amar a Charles Dickens ¡°en tierra de indios¡±.
Su madre era prostituta. La novela que lo consagr¨® la escribi¨® sentado a su lado cuando se estaba muriendo de leucemia
La botella de tequila sigue reposada sobre la mesa. El g¨¹ey que hace poemas cuenta en el porche de su casa que de peque?o su madre andaba con ¨¦l y con sus hermanos de una ciudad o de un pueblo para otro buscando burdeles en los que trabajar. Cuando ten¨ªa ocho a?os llegaron a Monclova y se pusieron a vivir en un municipio de all¨ª que se llamaba Ciudad Frontera. Era un enclave sider¨²rgico del norte en medio del desierto, cerca de Estados Unidos, y en la tele sal¨ªa un canal del otro lado en el que ¨¦l ve¨ªa Miami Vice en ingl¨¦s. Dice que tambi¨¦n se sintonizaba otro canal que se llamaba Televisi¨®n Rural de M¨¦xico. Como era un canal cultural para educar al pueblo pon¨ªan pel¨ªculas de cine mudo. Tambi¨¦n pon¨ªan pel¨ªculas de ballet ruso. Dice que estas cosas fueron parte de su formaci¨®n. Como los libros de ¡°literatura barata¡± que ten¨ªa su madre. Unos eran de una actriz que se llamaba Irma Serrano que fue amante de muchos pol¨ªticos y que luego sacaba libros ¡°de manera muy descarada¡±. Recuerda dos: uno era A calz¨®n quitado y el otro era A calz¨®n amarrado. ¡°Irma Serrano era la hero¨ªna de mi mam¨¢. Era una puta que cog¨ªa con presidentes, con gobernadores y con secretarios de Estado¡±. Adem¨¢s de esta clase de libros ¨¦l le¨ªa otros en una biblioteca de Monclova que se llamaba Harold R. Pape, por el ingeniero metal¨²rgico que desarroll¨® la ciudad. Dice que su llegada a ¡°la Pape¡± fue un momento clave de su vida.
¡ª?Y por qu¨¦ empezaste a ir?
¡ªTe voy a decir la mera verdad, g¨¹ey. No me acuerdo.
Juli¨¢n Herbert hab¨ªa empezado la ma?ana del ¨²ltimo s¨¢bado de agosto en casa desayunando con su hijo y con su mujer. Leonardo y M¨®nica. Los dos blancos y con los ojos claros. ?l es moreno y tiene los ojos oscuros. Leonardo desayun¨® cereales y sus padres le dijeron que no comiese con la boca abierta. El ni?o tambi¨¦n ten¨ªa sobre la mesa un robot de Lego que se alzaba junto al cuenco de cereales como un gigante mec¨¢nico.
Despu¨¦s del desayuno Juli¨¢n Herbert y su familia se fueron de su casa al centro cultural que ha montado una pareja de amigos suyos en el casco hist¨®rico de Saltillo, una ciudad metida entre la sierra y el desierto que est¨¢ 200 kil¨®metros al sur de Monclova. Condujo su suegra, porque el poeta con pinta de tipo rudo no sabe conducir. ?l iba a darle un taller de literatura a vecinos de la ciudad aficionados a escribir. Eran ocho o nueve. Una de ellas se parec¨ªa a Angela Merkel, pero con la nariz algo m¨¢s grande, y otro era un se?or voluminoso que llevaba una camisa de los Yankees de Nueva York y usaba tirantes.
El tema del d¨ªa era la metaficci¨®n. El profesor llevaba una guayabera blanca. Cuando empez¨® a hablar de metaficci¨®n eran las once de la ma?ana. Al principio explic¨® que hay autores que no quieren que se noten ¡°las costuras¡± de los textos. ¡°La ficci¨®n es un bello enga?o¡±, dijo, y puso a Garc¨ªa M¨¢rquez como ejemplo de gran embustero, de gran escritor de los que no quieren que se noten las costuras. Despu¨¦s puso ejemplos de los que quieren que se noten. Dijo que en Madre coraje, una pieza de teatro de Bertolt Brecht, un actor entra en una escena de una guerra del siglo XVII llevando en la mano un peri¨®dico del d¨ªa, y ese d¨ªa ser¨¢ un d¨ªa cualquiera del siglo XX en el que se est¨¢ representando una historia de un tiempo en el que a¨²n no hab¨ªa peri¨®dicos. De vez en cuando durante la exposici¨®n el se?or de los tirantes tocaba la pantalla t¨¢ctil de su tel¨¦fono y se o¨ªa un ruido como de gotas de agua cayendo en un estanque. Otro ejemplo que puso el profesor es cuando el Quijote se asoma por la ventana de una imprenta y ve que est¨¢n imprimiendo el Quijote.
La metaficci¨®n tambi¨¦n es cuando en un libro que va de un escritor que escribe al lado del lecho de muerte de su madre el escritor te dice que la silla del hospital en la que escribe le resulta bastante inc¨®moda. El profesor es zurdo. Est¨¢ todo el rato moviendo un rotulador con los dedos. Tiene el pelo corto y una cicatriz en la cabeza de una pedrada que le dieron de ni?o un d¨ªa que andaba por las casas pidiendo por Halloween. Al final de la sesi¨®n una alumna lee un texto que escribi¨® ella y cuando acaba se ponen todos a corregirlo en silencio cada uno con una copia. Herbert a veces respira muy fuerte. Ahora se le oye en toda la sala.
Herbert escribi¨® en Canci¨®n de tumba que las nanas atroces le ense?aron a amar a Dickens ¡°en tierra de indios¡±
Por la tarde el poeta sali¨® a dar un paseo y acab¨® en una cantina. Eran sobre las ocho y el bar estaba medio cerrado, pero como ¨¦l es vecino de la urbanizaci¨®n le sirvieron. Dice que lo de la respiraci¨®n puede tener que ver con una afici¨®n que tuvo durante varias ¨¦pocas de su vida. ¡°Mis a?os con la coca¨ªna fueron largos y majestuosos¡±. Bebe el tequila a golpes secos y cortos. A veces la sal se la pone en el dorso de la mano y la lame, y a veces agarra un pellizco y se lo lanza directo a la boca. En 1998 Herbert empez¨® a escribir el borrador de un libro de cuentos que luego se llam¨® Coca¨ªna (Manual de usuario). En aquel tiempo hab¨ªa dejado la coca. En 2001 se enganch¨® otra vez y seg¨²n dice estuvo tres a?os editando y volviendo a editar los cuentos. ¡°Me la pasaba corrigiendo el pinche libro porque no pod¨ªa escribir¡±. En 2006 la editorial espa?ola Almuzara lo public¨® y fue un ¨¦xito. Juli¨¢n Herbert no ha tra¨ªdo la tarjeta de cr¨¦dito a la cantina y cree que no le va a llegar el dinero para pagar la cuenta. Mientras tanto habla de la fuerza base que lo llev¨® a escribir: ¡°La soledad¡±. Dice que desde ni?o fue un nerd, un bicho raro, y que su ensimismamiento le dio una relaci¨®n con el lenguaje neur¨®tica y productiva, o productiva por neur¨®tica. Lo primero que escribi¨® de adolescente fueron letras para canciones. Luego poemas. Despu¨¦s novelas y ensayos. ¡°Es la soledad, g¨¹ey¡±. Para ¨¦l la escritura es un trastorno obsesivo compulsivo. Finalmente deja la cuenta para ma?ana y se va a su casa para seguir hablando en el porche un rato antes de irse a dormir.
Al d¨ªa siguiente es domingo por la ma?ana y M¨®nica cuenta en la cocina que cuando se conocieron ¡°fue como un amor apache¡±. En poco m¨¢s de un mes se fue de M¨¦xico DF a Saltillo para vivir con ¨¦l y se llev¨® con ella en el coche a su perra Maruca, una irish wolfhound enorme, con unos bigotes muy largos y de pelo gris. Primero vivieron en un apartamento en el centro de la ciudad. Luego se cambiaron a la casa con jard¨ªn en la que viven ahora. Maruca se muri¨® hace un a?o. Salieron de viaje y la dejaron con una chica que a veces les iba a limpiar la casa. M¨®nica la llamaba desde fuera todos los d¨ªas para preguntarle si Maruca hab¨ªa bebido y si Maruca hab¨ªa comido y si a Maruca se la ve¨ªa contenta, y la chica le dec¨ªa a todo que s¨ª. El d¨ªa que volvieron la perra estaba en los huesos echada en el suelo a punto de morir. El plato para beber estaba cambiado con agua fresca, pero en el de la comida segu¨ªan las mismas croquetas que le pusieron antes de irse. Al d¨ªa siguiente la enterraron debajo de la higuera que hay en el jard¨ªn. M¨®nica le dijo a Juli¨¢n que no quer¨ªa volver a ver a la chica que les limpiaba la casa. Cuando sal¨ªan a jugar con Leonardo y con Maruca los otros ni?os le preguntaban a Leonardo por qu¨¦ su perro ten¨ªa tantas canas y por qu¨¦ le llamaban Marica. Juli¨¢n Herbert le dijo a la chica que nunca volviera, pero no le quiso preguntar por qu¨¦ no les aviso de que la perra estaba mal. Ahora es domingo por la tarde y el hombre que supo de ni?o que una v¨ªbora mat¨® al Principito est¨¢ hablando descalzo al lado de la higuera.
¡ªM¨®nica le dijo a Leo que Maruca se volvi¨® naturaleza ¡ªdice¡ª.
¡ªEs bonito.
¡ªS¨ª ¡ªresponde el padre de Leonardo¡ª. Pero no es del todo exacto.
Babelia
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