Un cl¨¢sico americano vuelve a volar
La publicaci¨®n de su primera novela en 35 a?os dirige el foco de cr¨ªtica y ventas hacia James Salter En Espa?a, su obra es recuperada para un creciente n¨²mero de lectores
Hay veces que las historias que importan de verdad no son las que aparecen en la p¨¢gina. Manhattan, 1995, empieza a anochecer. James Salter, de 70 a?os, se dirige a un restaurante de Park Avenue donde le espera un grupo de amigos y editores que quieren celebrar con ¨¦l la inclusi¨®n de Juego y distracci¨®n en el cat¨¢logo de la exclusiva Modern Library. La novela, publicada originariamente tres d¨¦cadas antes y ahora reci¨¦n editada por Salamandra ¨Cal igual que gran parte de su obra, que goza de un creciente e inesperado reconocimiento entre los lectores en espa?ol¨C, narra un affaire entre una chica de 18 a?os y un hombre de bastantes m¨¢s, trasunto del autor, en la Francia de los cincuenta. Cerca ya del lugar de la cita, el escritor ve c¨®mo se detiene una limusina de la que desciende una mujer muy atractiva. Es, treinta a?os despu¨¦s, la chica con la que vivi¨® la historia que dio lugar a la novela. Su antigua amante pasa junto a ¨¦l sin reconocerlo. Salter no har¨¢ menci¨®n al incidente en ning¨²n momento de la cena.
Para entender por qu¨¦ la siguiente historia jam¨¢s lleg¨® a la p¨¢gina no es necesario hacer muchas c¨¢balas. Aspen, Colorado, 1980. Luego de esperar durante mucho tiempo a que su hija Allan, fruto de un matrimonio anterior, acudiera a cenar con ¨¦l y su mujer, el novelista decide presentarse en la caba?a contigua a la casa en la que se acaba de instalar su hija y la encuentra sin vida en la ducha, electrocutada.
La tercera historia es la ¨²nica de las que aqu¨ª se refieren que Salter decidi¨® contar inmediatamente despu¨¦s de arranc¨¢rsela de cuajo a la vida. Publicada como La ¨²ltima noche, es el mejor cuento de Salter. No es f¨¢cil encontrar relatos sobre la eutanasia tan salvajemente conmovedores, tan devastadores y, sin embargo, tan l¨²cidamente hermosos como este.
James Salter naci¨® en Nueva York en 1925. A los 17 a?os ingres¨® en West Point. Doce a?os de servicio como piloto de guerra en la Fuerza A¨¦rea de Estados Unidos. M¨¢s de cien acciones de combate en Corea. Sus dos primeras novelas se basan en sus experiencias como aviador. Una de ellas, Pilotos de caza (1956), fue llevada al cine y protagonizada por Robert Mitchum. Charlotte Rampling, en Three, su ¨²nica pel¨ªcula como director, y Robert Redford tambi¨¦n tuvieron papeles en guiones escritos por ¨¦l, aunque Salter nunca haya dado importancia a este aspecto de su trabajo. George Plimpton, el legendario editor de Paris Review le pag¨® 3.000 d¨®lares de adelanto por una novela que hab¨ªa tenido numerosos rechazos, Juego y distracci¨®n (1967). En 1975 publica A?os luz, que llega estos d¨ªas a las librer¨ªas espa?olas como la cr¨®nica del lento naufragio de un matrimonio, considerada hasta hace poco su obra maestra. La que hasta ahora era su ¨²ltima novela. En solitario data de 1979.
Espaciados en el tiempo, los distintos t¨ªtulos de Salter brillan de manera sostenida a gran altura, bien que ajust¨¢ndose a un guion fijo: celebrado por un reducido grupo de cr¨ªticos y escritores como uno de los mejores autores de nuestro tiempo, para el p¨²blico general era un perfecto desconocido. Entre los dem¨¢s t¨ªtulos que integran su obra, destacan dos extraordinarias colecciones de relatos, Anochecer (1988, que, como otras de las suyas, edit¨® en su d¨ªa El Aleph) y La ¨²ltima noche (2005), as¨ª como su libro de memorias, Quemar los d¨ªas (1997).
Las cosas cambiaron de manera milagrosa con la publicaci¨®n en EE UU hace unos meses de All That Is, su primera novela en casi 35 a?os, cuando el autor contaba 87, y que, conforme al criterio un¨¢nime de la cr¨ªtica, es su mejor obra de ficci¨®n. La fama que llevaba tantos a?os rehuy¨¦ndole, decidi¨® de pronto llamar a su puerta. Poco despu¨¦s de su publicaci¨®n, Salter recib¨ªa el Premio Windham Campbell, de reciente creaci¨®n, dotado con 150.000 d¨®lares. La entrevista tuvo lugar a lo largo de dos sesiones, una al principio y otra al final del verano, en su agradable casa de Bridgehampton, en Long Island. L¨²cido, ¨¢gil de movimientos, extraordinariamente cordial y acogedor, Salter es la encarnaci¨®n de una forma de elegancia y caballerosidad que resulta muy dif¨ªcil de encontrar hoy. De su prosa, tocada por la gracia, cabe decir algo parecido.
Pregunta. Me resulta intrigante que alguna vez haya hecho alusi¨®n a la idea de Christopher Hitchens, seg¨²n la cual una vida no es algo completo si no se ha conocido la guerra.
Respuesta. En Quemar los d¨ªas hablo en detalle de mi pasado militar. Cuando dej¨¦ el Ej¨¦rcito del Aire, sent¨ª que le hab¨ªa dado la vuelta a mi ser, como quien pone del rev¨¦s un guante. No me atrever¨ªa a hacerle algo as¨ª a un personaje m¨ªo. Lo que dice Hitchens es una suerte de aforismo, una peque?a f¨®rmula inteligente que trata de arrojar luz sobre aspectos muy oscuros de la condici¨®n humana.
P. ?Dir¨ªa que la pulsi¨®n er¨®tica es el centro de su obra?
Escribo acerca de lo que s¨¦ y de lo que siento y lo que he vivido¡±
R. Como dec¨ªa [el escritor] Saul Bellow: son las mujeres.
P. Su tratamiento del erotismo es muy sutil. El lector sabe lo que sucede, pero no est¨¢ en la p¨¢gina. Es casi como si usted no lo escribiera.
R. Obviamente es cuesti¨®n de control y conocimiento, el m¨¦todo es la digresi¨®n si quiere hablar en t¨¦rminos t¨¦cnicos, saber cu¨¢ndo es preciso parar, y por supuesto dar con el lenguaje adecuado, controlando el poder evocativo de cada palabra. Lo que hago es genuino pero no tiene nada de m¨¢gico. En Juego y distracci¨®n soy muy directo, porque en aquel libro me ocupo de una pasi¨®n de juventud. Hubiera sido err¨®neo omitir los aspectos f¨ªsicos, que resultan esenciales para el significado del libro. Evit¨¦ ser evasivo o po¨¦tico, hubiera sido un error.
P. ?Qu¨¦ riesgos entra?a escribir acerca de algo tan ¨ªntimo?
R. Hay cosas que son totalmente tab¨². Est¨¢ el peligro de convertir a los personajes femeninos en objetos. Es dif¨ªcil sortear ese peligro porque a la hora de describir lo que sucede durante el encuentro f¨ªsico entre los cuerpos, no se puede negar que tiene lugar un proceso de objetivaci¨®n, no de un sexo u otro, sino de lo que sucede en s¨ª. No creo que haga falta entrar en detalles. Es una verdad universal. En el sexo se da una objetivaci¨®n, y seg¨²n el punto de vista desde el que se aborde, puede resultar problem¨¢tico.
P. Pero en su caso ocurre casi lo contrario. No conozco a ning¨²n escritor que se adentre en el misterio del sexo desde una perspectiva masculina de una manera tan sutil.
R. Las diferencias entre el hombre y la mujer son reales, somos criaturas diferentes, eso es algo que existe en la realidad, que guarda relaci¨®n con la forma de hacer y de sentir, y hay que llevarlo a la p¨¢gina. Por supuesto, el amor tiene muchas facetas, pero ?qu¨¦ hay m¨¢s profundo que el encuentro en s¨ª? Escribo acerca de lo que s¨¦ y de lo que siento y lo que he vivido, que es aut¨¦ntico y genuino independientemente de que guste o interese, o lo contrario.
P. ?Qu¨¦ piensa de toda la atenci¨®n que ha despertado de manera repentina su ¨²ltima novela?
Fui amigo de Bellow y le admiro, pero no hay que estar a la sombra de nadie¡±
R. Me siento atrapado. La verdad es que a estas alturas todo eso me sobra. Si me hubiera ocurrido en un momento anterior de mi vida, lo habr¨ªa vivido de otro modo.
P. ?Estuvo cerca de Saul Bellow en una ¨¦poca?
R. ?ramos amigos. Admiro profundamente sus libros, pero no hay que estar a la sombra de nadie.
P. Habla con admiraci¨®n de autores como George Saunders. Resulta sorprendente su inter¨¦s por el experimentalismo de escritores mucho m¨¢s j¨®venes que usted.
R. (Risas) Bueno, a lo mejor habr¨ªa que darle la vuelta a la cuesti¨®n y decir¡ ?Pero c¨®mo es posible que todos estos viejos sigan escribiendo como siempre? ?No se dan cuenta de que las cosas han cambiado?
P. ?Qui¨¦n le interesa entre los representantes de las nuevas generaciones?
R. Me gusta David Foster Wallace, el joven pr¨ªncipe tr¨¢gico del posmodernismo, o como quiera usted llamar a esa nueva manera de escribir. Su estilo es todo lo contrario del m¨ªo, no se cansa de darle vueltas a las cosas, pero es dif¨ªcil no sucumbir a su voz, tan efectiva y seductora.
P. ?Qu¨¦ le dicen los lectores sobre la experiencia de volar?
R. Durante la gira de mi libro en Inglaterra, un piloto comercial que hab¨ªa estado antes en la RAF llam¨® a mis editores desde Shangh¨¢i, solicitando reunirse conmigo en Heathrow. Acud¨ª al encuentro desde Gales. Un capit¨¢n de Virgin Atlantic me acompa?¨®. El piloto que me cit¨® se llamaba Ian Black, y me dijo que se hab¨ªa hecho aviador despu¨¦s de leer mi primera novela. Usted ha escrito la historia de mi vida, p¨¢gina a p¨¢gina, me dijo, y me cont¨® muchas an¨¦cdotas. Durante la guerra de Serbia particip¨® en misiones de combate con una cuadrilla de cazas franceses. Un d¨ªa que ten¨ªan que salir justo a la hora del almuerzo, pusieron unas mesas al pie del avi¨®n, con sus manteles y hasta se sirvi¨® un poco de vino. Lo m¨¢s divertido es que no hablaba una palabra de franc¨¦s, me dijo.
Babelia
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