Arquitecto Salonen

La Sinfon¨ªa Fant¨¢stica de Berlioz se ajusta a las mil maravillas a dos de las virtudes que sobresalen en el estilo directorial de Esa-Pekka Salonen: su capacidad anal¨ªtica y su sentido descriptivo. La primera de ellas viene reforzada por el oficio de compositor. Salonen construye las piezas como si fuese un arquitecto, pendiente de la estructura interna, de los juegos de tensiones horizontales y verticales, y as¨ª se recrea en los tiempos con la misma pasi¨®n que en las din¨¢micas. Inventa, por as¨ª decirlo, el sonido desde su propia esencia. El sentido de la reflexi¨®n sobresale por encima del puramente emocional. Es culto, muy culto, con un conocimiento que no se limita a lo espec¨ªficamente musical. Luego est¨¢ su habilidad descriptiva, asumida desde la ¨®pera, en la que ha conseguido lecturas magistrales de obras tan diferentes como San Francisco de As¨ªs, de Messiaen, en Salzburgo, o Trist¨¢n e Isolda, de Wagner, en Par¨ªs.

En la Fant¨¢stica de Berlioz se requiere una gran componente anal¨ªtica para sacar a la superficie todos los elementos crom¨¢ticos y contrastados que existen en la partitura, y es imprescindible saber contar un poema que comienza con ensue?os y pasiones, y finaliza con el sue?o de una noche de aquelarre. Salonen bord¨® su lectura desde esa doble dimensi¨®n anal¨ªtica y descriptiva con una brillante respuesta de la orquesta Philharmonia, tan meticulosa como brillante, tan virtuosa en lo individual como compacta en lo colectivo. La escena campestre, por ejemplo, tuvo una realizaci¨®n po¨¦tica portentosa, con infinidad de matices y sugerencias sonoras, mientras la marcha al suplicio deslumbr¨® por su espectacularidad. Una sinfon¨ªa tan maltratada normalmente por realizaciones defectuosas, alcanz¨® con Salonen y la Philharmonia londinense un nivel art¨ªstico asombroso, que la sit¨²a como pionera de muchas creaciones coloristas posteriores.

En la primera parte del concierto, con la Tercera de Beethoven, la componente anal¨ªtico-cient¨ªfica dej¨® quiz¨¢s excesivamente en segundo plano algunas cuestiones de estilo. El inter¨¦s era, en cualquier caso, may¨²sculo, pero el nivel de comunicaci¨®n se resent¨ªa. Con Berlioz se toc¨® la gloria. Y con el Wagner ofrecido como propina se comprob¨® el lado m¨¢s impulsivo y teatral de este director de primer¨ªsima fila. Iberm¨²sica ha empezado el curso de forma arrolladora.