Fantasmas del deseo

En 2006 y 2007, la ahora revitalizada Sandra Bullock protagoniz¨® sendos ejercicios cinematogr¨¢ficos que, aunando la intriga, la experiencia sobrenatural y el romanticismo de novela rosa, alcanzaban tales cotas de inusitado desgarro forzado que casi acababa dejando a Ghost en simple suced¨¢neo sobre el amor y la muerte. En principio, aquellas pel¨ªculas, La casa del lago y Premonition (7 d¨ªas), a las que en un alarde de originalidad cr¨ªtica e incorrecci¨®n pol¨ªtica algunos llegaron a bautizar como thrillers para(sub)normales, tienen mucho que ver con La mirada del amor,segundo largometraje de Arie Posin, director hasta ahora in¨¦dito en Espa?a. Pero solo en principio.

Porque, con buen criterio, Posin decide eludir casi por completo la atm¨®sfera de intriga para centrarse en lo mejor que tiene alrededor: dos int¨¦rpretes guap¨ªsimos en su belleza natural, uno ya en la sesentena de edad, la otra, a un paso, excelentes en su sencillez expositiva, con infinito carisma y toneladas de qu¨ªmica en com¨²n. La mirada del amor es Annette Bening; es Ed Harris; y poco m¨¢s. Pero, dependiendo de lo que busque cada arco de p¨²blico, quiz¨¢ eso no sea poco. Salvo en alguna frase excesiva y al borde del rid¨ªculo (¡°Me podr¨ªa ba?ar en tu mirada¡±, dice el rol de Harris, en un personaje que, adem¨¢s, tiene mucho que ver con el t¨¦rmino ba?ar), el guion no desbarra. Fluye al son de sus protagonistas, de sus sonrisas y de la profundidad de sus miradas y de sus arrugas, hasta llegar a la primera secuencia cumbre, a la hora y diez minutos, entre madre, hija y amante (exacto al padre muerto, he ah¨ª el intr¨ªngulis), bien resuelta, sin trucos.

Por contra, eso s¨ª, y muy lejos de lo que ocurr¨ªa, por ejemplo, en la italiana Fantasma de amor (Dino Risi, 1981), otra pel¨ªcula de engranaje semejante, aunque muy superior y, por supuesto, a las de Bullock, nunca hay una reflexi¨®n de altura sobre la naturaleza del deseo, el peso del pasado y la permanencia del amor tras cruzar la l¨ªnea de la muerte. Por lo que hay que conformarse con Bening y Harris, y unas pinceladas de romanticismo.