Un siglo de Burt Lancaster
No estudi¨® nunca Drama ni fue a escuela alguna. El ganador del Oscar por 'El fuego y la palabra' aprendi¨® el oficio actuando
¡°Me despert¨¦ un d¨ªa siendo una estrella. Luego trabaj¨¦ duro para convertirme en actor¡±. As¨ª resumi¨® en una ocasi¨®n Burt Lancaster c¨®mo se hab¨ªa desarrollado su vida art¨ªstica y, ciertamente, no pudo explicarlo mejor.
Burton Stephen Lancaster no estudi¨® nunca arte dram¨¢tico ni se form¨® en ninguna escuela de actores. Aprendi¨® el oficio actuando. De ni?o se aficion¨® a la gimnasia y de joven se uni¨® a un circo en el que pudo desarrollar todas sus habilidades atl¨¦ticas. Particip¨® como soldado en la Segunda Guerra Mundial y fue all¨ª donde comenz¨® a intervenir en diversos espect¨¢culos que se organizaban para entretener a las tropas. Cuando se licenci¨®, decidi¨® convertirse en actor. Un agente de Hollywood se fij¨® en ¨¦l y debut¨® en el cine en 1946 al lado de la mism¨ªsima Ava Gardner en Forajidos.
Ma?ana s¨¢bado se cumplen 100 a?os del nacimiento de esta gran estrella y TCM va a recordarle todos los s¨¢bados del mes emitiendo algunos de los t¨ªtulos m¨¢s importantes de su filmograf¨ªa. Pel¨ªculas como Apache, Los que no perdonan, El hombre de Alcatraz, Los profesionales, Trapecio o El nadador. Una selecci¨®n de largometrajes en los que se puede apreciar, adem¨¢s, la evoluci¨®n de su trayectoria como actor.
Al comienzo de su carrera fue contratado para interpretar personajes en thrillers, dramas y pel¨ªculas de cine negro como la mencionada Forajidos, La hija del pecado, Voces de muerte o Todos eran mis hijos. Pero enseguida rompi¨® estos moldes para protagonizar largometrajes que le permit¨ªan dar rienda suelta a su fabulosa energ¨ªa. Y as¨ª fueron llegando El halc¨®n y la flecha, El temible burl¨®n o Su majestad de los mares del Sur.
Burt Lancaster pod¨ªa hacer sin dificultad todo tipo de acrobacias sobre la cubierta de un barco, convertirse en pirata, en sheriff, en pistolero o en indio. Hab¨ªa dos cosas que siempre destacaban de sus pel¨ªculas. Una era su espl¨¦ndido f¨ªsico y la otra, su amplia sonrisa, que a menudo desembocaba en estruendosas carcajadas.
Pero, poco a poco, el acr¨®bata se fue reconvirtiendo en un gran actor. En 1948 fund¨® su propia productora y empez¨® a elegir otro tipo de personajes, papeles m¨¢s sutiles que le permit¨ªan desarrollar toda su capacidad interpretativa. En De aqu¨ª a la eternidad se daba un apasionado beso en la playa con Deborah Kerr; en El fuego y la palabra interpret¨® a un falso predicador, papel que le vali¨® su ¨²nico Oscar; en El hombre de Alcatraz dio vida a un preso que se convert¨ªa en un gran experto en ornitolog¨ªa sin salir de prisi¨®n, y en Vencedores o vencidos se puso en la piel del juez Ernst Janning, uno de los acusados en el proceso de N¨²remberg.
Sin embargo, como si se tratara del mundo del circo, faltaba el ¡°m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa¡±. En 1963 se convirti¨® en el Pr¨ªncipe Fabrizio Salina en El gatopardo, de Luchino Visconti. ¡°?l quer¨ªa a un actor ruso pero era demasiado viejo. Prefer¨ªa a Laurence Olivier, pero estaba demasiado ocupado. Cuando me propusieron a m¨ª, Visconti dijo: ¡®?Oh, no! ?Un vaquero!¡¯. Pero necesitaba los tres millones de d¨®lares que pon¨ªa la 20th Century Fox si me contrataba y ocurri¨® lo que parec¨ªa imposible¡±. El resultado fue tan satisfactorio que Visconti le volver¨ªa a llamar a?os despu¨¦s para Confidencias, y Bernardo Bertolucci le dio el papel de viejo terrateniente en Novecento.
¡°Todos seremos olvidados tarde o temprano, pero las pel¨ªculas no¡±, dijo en una ocasi¨®n. En su caso no es del todo cierto. Se cumplen cien a?os de su nacimiento y a¨²n le recordamos yendo de piscina en piscina, vestido tan solo con un ba?ador en El nadador, o rescatando a Claudia Cardinale en Los profesionales. Es Burt Lancaster: el hombre capaz de volar de trapecio en trapecio, el gal¨¢n seductor, el aventurero, el cowboy, el noble decadente. Toda una estrella.
Babelia
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