Vagabundo y canguro
Australia (o Austrialia) podr¨ªa ser el nombre compuesto por austral y Austria. Austral por su posici¨®n geogr¨¢fica y Austria por reinar entonces en Espa?a la casa de Austria, con Felipe III en el trono. La idea no es peregrina pero procede de una suerte de impetuoso explorador y peregrino, Pedro Fern¨¢ndez de Queir¨®s, que a principios del siglo XVII pas¨® por aqu¨ª y viendo de reojo la riqueza y magnitud de la isla insisti¨® para que el rey enviara una expedici¨®n y se hiciera amo de estas tierras.
Pero Felipe III no le atendi¨® y Australia se qued¨® a expensas de que los colonizadores ingleses, siempre embarcados, se establecieran en ella. La prehistoria de la isla se hab¨ªa extendido unos 45.000 a?os con centenares de miles de abor¨ªgenes habit¨¢ndola en 250 lenguas distintas.
Esta juventud de Australia, su breve Historia, hace entender importantes aspectos de su cultura y apreciar, en todo lo bueno que tiene, la existencia casi intacta del subcontinente. Una extensi¨®n de casi ocho millones de kil¨®metros cuadrados tan joven en la historia de la Humanidad que predominan disparatadamente m¨¢s los animales que las gentes. Una animalada, en suma, porque si en Nueva Zelanda, que se encuentra aqu¨ª cerca, viven ocho millones de habitantes frente a 80 millones de ovejas, en Australia son 24 millones de personas frente a 70 millones de canguros.
De hecho hay tantos canguros que no dejan espacio suficiente para que los militares hagan sus maniobras y cada a?o mueren unos 40.000 canguros ametrallados desde helic¨®pteros. La protesta de los ecologistas sigue creciendo pero ni los anticonceptivos administrados han resuelto el problema de su agobiante proliferaci¨®n.
Se mire como se mire un animal es, metaf¨®ricamente, m¨¢s joven, en la escala biol¨®gica, que los seres humanos, arracimados en el sur y sudeste, y vegetarianos en un 10%. Los canguros, por su parte, que no encuentran alimentos suficientes se acercan a las ciudades para aprovechar los residuos comestibles de casas y restaurantes.
En el viaje que hice a Canberra vi canguros en las proximidades de la estaci¨®n de ferrocarril como vagabundos que esperan las sobras de los ricos. Tambi¨¦n vi miles de ovejas y ganado de todo tipo (vacas negras con la cara blanca, terneros ensortijados y blancos con el morro negro, decenas de caballos y conejos) que se espantaban, algunos de ellos, al paso del ferrocarril pero que, en su mayor¨ªa, nos contemplaban con evidente desd¨¦n y tedio.
En suma son estos animales, m¨¢s que las personas, los amos de esta tierra. Todav¨ªa los que beben cerveza, sirven en los supermercados, atienden en los hospitales o conducen los coches, son los pobladores extranjeros. Los animales y los abor¨ªgenes de hace miles de a?os son los aut¨¦nticos protagonistas de este formidable espacio.
La escultura, la ornamentaci¨®n, la abstracci¨®n en la pintura se basa en los elementos abor¨ªgenes y no importa si se trata de artistas j¨®venes o nacidos en los a?os veinte, la National Gallery de Canberra, su capital, muestra el arte australiano como una continuidad que seguramente solo M¨¦xico o el Per¨² reproducen. ?Minimalismo? ?Barroco? ?Expresionismo abstracto? Un aficionado al arte puede pasar muchas horas en esta National Gallery verificando el hilo que conduce del presente al pasado y viceversa. La costura que une la idea de una tierra sin lindes con la m¨ªsera idea de naci¨®n que trajeron los europeos. Porque ?d¨®nde est¨¢n aqu¨ª las fronteras? Horizontes sin fin, historias por empezar. Australia representa para todo el mundo la joya viva de su infancia, el alma pura del canguro saltando como un tipo que todav¨ªa no ha aprendido a caminar al comp¨¢s de una zancada primero y otra despu¨¦s, la ley de lo uno y de lo otro, la oposici¨®n de la pierna derecha y de la izquierda, la alternativa preb¨¦lica del bien y el mal.
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