Caravaggio y Quevedo se retan al tenis en el ¨²ltimo Herralde de novela
El mexicano ?lvaro Enrigue enlaza las preocupaciones del cambiante mundo barroco con el actual en ¡®Muerte s¨²bita¡¯
Un partido de tenis en la Roma de 1599, como suced¨¢neo de un duelo de honor, entre Caravaggio y Quevedo, con una pelota hecha, como todas las mejores de entonces, con pelo humano. Bajo ese sorprendente escenario ¨Cs¨®lo parcialmente imaginado¡ªy en los tres sets que dura el juego ubica el escritor ?lvaro Enrigue (M¨¦xico, 1969) Muerte s¨²bita, con la que ha obtenido los 18.000 euros de un 31? premio Herralde de novela que ha registrado la participaci¨®n m¨¢s alta de la historia del galard¨®n: 476 originales.
¡°Es de los mejores galardones que hemos dado; es una novela singular, arriesgad¨ªsima¡±, asegura Jorge Herralde, el veterano editor de Anagrama, que publicar¨¢ el libro a mediados de noviembre. Y a fe que es as¨ª. Lo que parece una gracia de salto en el tiempo y una chocante referencia deportiva lo es menos de lo que parece. El mundo de un siglo XVI a tocar del XVII se ha vuelto repentinamente enorme (la incesante conquista de la reci¨¦n descubierta Am¨¦rica), diverso e incomprensible (ah¨ª ir¨¢ Newton con la teor¨ªa de la gravedad), sensaciones que son hoy de inquietante actualidad por otros motivos. ¡°La novela est¨¢ escrita con la rabia de lo que est¨¢ pasando en el mundo de hoy; estoy harto de que ganen los malos y arrasen con todo y los buenos, los desaparecidos, se queden sin nada¡±, contextualiza Enrigue.
¡°Es de los mejores galardones que hemos dado; es una novela singular, arriesgad¨ªsima¡±, asegura Jorge Herralde
Bajo esa premisa, en esa pista de tenis se enfrentan ¡°dos versiones de la modernidad en el momento en que ¨¦sta estalla: por un lado, Caravaggio, con una idea del arte m¨¢s cercana a Andy Warhol que a Miguel ?ngel, homosexual declarado, condenado a muerte por el papado y representante m¨¢s laxo de la Contrarrefoma, ante un Quevedo m¨¢s estricto y marcado por la rigidez y el lastre del imperio espa?ol¡±, ubica el autor de los elogiados relatos de Hipotermia (2005), que ya edit¨® Anagrama.
En ese contexto, hac¨ªa tiempo que se conoc¨ªa el tenis. En una demostraci¨®n de c¨®mo cambian los tiempos, Enrigue utiliz¨® en la rueda de prensa diapositivas para ilustrar sus investigaciones sobre el tenis, palabra que descubri¨® que aparecer¨ªa por vez primera en un texto en lat¨ªn del obispo de Exeter, Edmund Lacy, en 1451, donde se amenazaba con la excomuni¨®n a quienes jugaran al ¡°Tenys¡± tras un partido entre novicios con j¨®venes de un pueblo que acab¨® no muy bien porque ese ¡°tenys¡± se jugaba sin red, con cierta violencia y contacto f¨ªsico y unos espectadores bajo cubierto de madera adonde durante el saque deb¨ªa dirigirse el bal¨®n (lo que con el tiempo dar¨ªa pie a la frase ¡°el bal¨®n est¨¢ en su tejado¡±).
Esa primera cita de la palabra tenis obsesion¨® como potencial germen novelesco a Enrigue, hoy experto en ese deporte y en la vida y milagros de Quevedo y Caravaggio. Si bien el primero no practic¨® el tenis (¡°pero era un buen espadach¨ªn y esos deportes no estaban muy alejados¡±), Caravaggio si fue un consumado jugador y ya tuvo un duelo en 1606 que acab¨® con la muerte de su contrincante, Ranuccio Tomassoni, tras un tema de dinero y apuestas fruto de un partido de tenis, donde ya se hab¨ªan dado antes de raquetazos.
Enrigue rastre¨® la primera vez que se citaba la palabra tenis en 1451 y utiliza al rompedor pintor italiano porque era un excelente tenista
En cualquier caso, el partido-duelo de honor de la novela desea reflejar ¡°dos maneras de enfrentarse ante un mundo cambiante y loco, donde un mercenario franc¨¦s roba las trenzas de la cabeza decapitada de Ana Bolena , donde el papa P¨ªo IV (padre de familia y aficionado al tenis) llena de hogueras Europa y Am¨¦rica, donde un obispo michoacano se toma al pie de la letra la Utop¨ªa de Tom¨¢s Moro y el propio Caravaggio multiplica de repente el cachet de sus obras por 10 como si de una estrella de rock de la ¨¦poca se tratara. Todo ello es contado en la novela a partir de un investigador del tenis en el mundo de hoy pero con una trama que desarrolla una aventura hist¨®rica que se extiende hasta el M¨¦xico barroco, con la ca¨ªda de Tenochtitl¨¢n y la captura de Cuauht¨¦moc.
¡°El mundo se duplic¨® en ese lapso de tiempo, se volvi¨® redondo a partir del comercio¡±, metaforiza Enrigue, inc¨®modo con la posible etiqueta de novela hist¨®rica para su Muerte s¨²bita, donde en cambio s¨ª admite un cierto peso del ensayo (al estilo de su no menos reconocido y reciente Valiente clase media. Dinero, letras y cursiler¨ªa) y claramente deudor de ese arranque ya medio m¨ªtico de la literatura contempor¨¢nea como es el cap¨ªtulo inicial de Submundo, de Don DeLillo, con una pelota de b¨¦isbol como protagonista. ¡°Que en tiempos de f¨²tbol perfecto, publicidad atractiv¨ªsima, trastos electr¨®nicos inimaginables sigamos escribiendo y leyendo novelas me parece fascinante. ?Qu¨¦ tipo de verdad buscamos en ellas?¡±, se pregunta el autor de La muerte de un instalador, su primera novela, con la que obtuvo ya en 1996 el premio Joaqu¨ªn Mortiz. Quiz¨¢ el secreto est¨¦, como ¨¦l mismo dice, en que ¡°a pesar de que es un g¨¦nero que llevamos apaleando durante este ¨²ltimo siglo, especialmente en M¨¦xico, no se considera un g¨¦nero poco prestigiado, sigue siendo Su Majestad la novela: tiene una potestad y una libertad ¨²nicas, del que no gozan otros g¨¦neros¡±. ?l parece demostrarlo.
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