El teatro se escapa de las salas
La compa?¨ªa La cantera propone ocupar espacios de Madrid y adaptar las historias a las nuevas necesidades esc¨¦nicas
El interior de un autob¨²s o de un coche, una nave abandonada, una biblioteca, las habitaciones de un hotel, sus cuartos de ba?o: cualquier espacio puede ser ocupado y adaptado para hacer teatro. Esta es la filosof¨ªa de La cantera, una compa?¨ªa de teatro experimental creada en 2002 en Madrid por el dramaturgo argentino Jorge S¨¢nchez. En noviembre de 2011 nace? en Buenos Aires, una iniciativa que trata de llevar las artes esc¨¦nicas ¡°fuera de los espacios teatrales, y crear una relaci¨®n diferente entre p¨²blico y escenario¡±. A finales de 2012 deciden llevar el proyecto a Espa?a. Del 19 de octubre hasta el 10 de noviembre se instalan en el Coworking Esp¨ªritu 23, en pleno coraz¨®n de Malasa?a. Tres productores, diferentes grupos de m¨²sica, dos v¨ªdeoartistas, un director y 17 actores componen el elenco.
20.20. En diez minutos comienza el espect¨¢culo. En los corrillos que se forman a la entrada, en la calle Esp¨ªritu Santo 23, impera la incertidumbre."?Qu¨¦ es esto de Ocupa Madrid?". Se abre una puerta de cristal que invita a bajar por unas escaleras poco iluminadas. Tres o cuatro actores salen de la penumbra y se mezclan con el p¨²blico: "?Todo va bien? ?Es usted feliz? ?A qu¨¦ ha venido aqu¨ª?", pregunta una chica rubia, de apariencia joven con gabardina gris y que transmite una personalidad quijotesca. A punto de responder, se cae en la cuenta de que las preguntas deben ser ret¨®ricas, no se ha reaccionado a¨²n y la interlocutora ya se ha ido. Contin¨²a la incertidumbre.
Hay gu¨ªas de la funci¨®n, as¨ª se identifican. A cada miembro del p¨²blico se le obsequia con una tiza de color y un folio con tres o cuatro preguntas muy directas a modo de marketing relacional: "?nos ha conocido usted en la Red?", reza una de ellas. Al borde del papel, a la izquierda y a la derecha de las cuestiones, una respuesta afirmativa y otra negativa. Tan sencillo como hacer un peque?o corte a cada lado.
20.39. Se han pasado de tiempo pero los espectadores ya pueden entrar.
Al bajar las escaleras, poco iluminadas, el p¨²blico llega a un rellano. La corriente que genera la masa despistada los conduce inconscientemente a una puerta corredera entreabierta que descansa en una sala grande y espaciosa. Al fondo, dos ordenadores port¨¢tiles muy usados invitan a los transe¨²ntes a tocar sus teclas, ver sus im¨¢genes y escuchar, con unos auriculares, su m¨²sica. A la derecha, pegada a una de las paredes, hay una tela roja colocada de forma intencionada en el suelo sobre la que descansa una silla de mimbre. La escena se deja intuir. Los inquietos espectadores crean un corrillo a su alrededor. Murmullos en el ambiente hasta que entra en la sala una chica joven ataviada con ropa de gala junto a un guitarrista de rostro inexpresivo. Ella sonr¨ªe. Coquetea. Le gusta ser observada. Est¨¢ metida en su papel.
La voz de B¨¢rbara Ba?uelos es melanc¨®lica. Como si de un juguete roto de la m¨²sica de los a?os 20 se tratase. Rompe las palabras con delicadeza. La cantante est¨¢, pero no est¨¢. En sus cuerdas vocales vibra Skin, del grupo ingl¨¦s Boy. La canci¨®n no da informaci¨®n alguna sobre lo que est¨¢ por venir. Quienes s¨ª se afanan en dar pistas son los gu¨ªas, siempre metidos en su papel. Discretos pero intensos, van desmontando el ac¨²stico y llevando a los espectadores a su terreno. La transici¨®n da fruto a la ocupaci¨®n.
Por fin cae el velo. Hay varios grupos que se forman por los colores de las tizas que los gu¨ªas repartieron al principio. Cada uno de ellos tiene su propio recorrido, ninguno parecido al de los dem¨¢s. Cada conductor recorre junto a su elenco alguna de las habitaciones, pasillos y entresijos de este espacio ocupado. En cada parada se esconde una historia representada por varios actores. Proyecciones e improvisaciones de los propios monitores hacen que el espectador salga del recinto pregunt¨¢ndose qu¨¦ habr¨¢n vivido los dem¨¢s grupos. Te quedas con ganas de m¨¢s.
La pr¨®xima ocupaci¨®n ser¨¢ el s¨¢bado 23 de noviembre. Entonces las historias se adaptar¨¢n a un nuevo espacio: El Rastro. ¡°Nos pusimos en contacto con la Asociaci¨®n Nuevo Rastro y en seguida se mostr¨® muy interesada¡±, asegura Marta Cuenca, actriz y coordinadora del proyecto. En esta ocasi¨®n, el p¨²blico transitar¨¢, dirigidos por los mismos gu¨ªas, por diferentes locales del barrio. Una vez m¨¢s el espacio se adaptar¨¢ a las necesidades de los int¨¦rpretes. En este reciclaje art¨ªstico algunos espect¨¢culos caer¨¢n, otros se mantendr¨¢n y nacer¨¢n nuevas ideas. El teatro es movimiento.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.