El saludo
El apret¨®n de manos de Rajoy y Aznar result¨® tan distante que parece evidente que ya no hay otro arreglo que el olvido
Larra lo dijo. Este pa¨ªs saluda demasiado. Entre lo demasiado y lo correcto est¨¢ la exactitud. El t¨¦rmino medio lo exager¨® Aznar el otro d¨ªa cuando salud¨® a Rajoy frente a otras autoridades. Ante Zapatero, el presidente del Gobierno pareci¨® hablar de f¨²tbol, y re¨ªan mucho el madridista (Rajoy) y el cul¨¦ (Zapatero). Luego Rajoy fue dando manos y los dem¨¢s re¨ªan como si a¨²n durara el chiste del f¨²tbol. Hasta que lleg¨® a Aznar, que lo propuso como su sucesor y con el que ahora se lleva fatal. Esto de que ambos se llevan fatal lo sabemos porque lo cuentan, pero nunca lo hab¨ªamos visto tan a las claras. Yo, al menos, lo vi en El intermedio de laSexta, y me qued¨¦ helado al ver que dos seres se miran as¨ª, sin poder verse. Ese apret¨®n de manos result¨® tan distante que me parece evidente que ya no tiene otro arreglo que el olvido.
En ese saludo se pusieron en juego algunas claves del lenguaje corporal que en la pantalla adquiere el aire de duelo en la alta sierra. En la entrevista (buena, me pareci¨®, dadas las circunstancias) que Susanna Griso le hizo al ex m¨¢s ex de todos en Antena 3 result¨® abrumadora esa antipat¨ªa que ahora siente Aznar por su antiguo ministro. Le puso condiciones: si dices que llueve no me gustas, pero si dices que este pa¨ªs no se rompe entonces ya me gustas. A un amigo t¨² no le pones condiciones: que diga lo que quiera.
En esa expresi¨®n de su disgusto est¨¢ la clave de la arrogancia de Aznar. Como otras personalidades (Cela o Fraga), ¨¦l exhibe antes que nada su antipat¨ªa como un valor, para que el entrevistador sepa que lo pr¨®ximo puede ser un exabrupto. Pens¨¦ que a Griso le iba a pasar, pero se libr¨®, y yo sent¨ª cierto alivio, la verdad. Pero lo que me hel¨® la sangre fue el saludo. El otro d¨ªa le dijeron algunas inconveniencias mezquinas al alcalde de Bilbao, porque ¨¦l, aquejado de una grave enfermedad, no iba a la alcald¨ªa. Cuando se encontr¨® luego a uno de esos desconsiderados, Azkuna le dijo: ¡°Pero, hombre, ?es que no me vas a saludar?¡±. Es que un saludo como Dios manda no se le hurta a nadie. A Aznar ese apret¨®n de manos a Rajoy le tendr¨¢ que remorder en la conciencia.
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