Pobrecitos poderosos
Cada vez m¨¢s dif¨ªcil de ejercer, el analista Mois¨¦s Na¨ªm define los cambios en la lucha por el poder entre los antiguos actores dominantes y los micropoderes
El poder es aquello con lo que logramos que los otros tengan conductas que de otro modo no habr¨ªan adoptado, la capacidad de dirigir o impedir las acciones actuales o futuras de otros grupos o individuos. De esto trata el ¨²ltimo libro de Mois¨¦s Na¨ªm, que piensa que ese poder no solo garantiza la dominaci¨®n o el establecimiento de una relaci¨®n de vencedores y perdedores (funci¨®n social negativa), sino que adem¨¢s organiza comunidades, la sociedad, los mercados y el mundo (funci¨®n social positiva). Hobbes lo explic¨® muy bien: como el ansia de poder es primitiva, se deduce que los seres humanos son intr¨ªnsecamente conflictivos y competitivos; si se les deja que expresen su naturaleza sin la presencia de un poder que les inhiba y les dirija, luchar¨ªan entre s¨ª hasta que no quedase nada por lo que luchar, pero si obedecieran a un ¡°poder com¨²n¡± podr¨ªan orientar sus esfuerzos a construir la sociedad en vez de a destruirla.
La mayor¨ªa de los analistas piensan que la caracter¨ªstica m¨¢s n¨ªtida del poder en la primera parte del siglo XXI es su concentraci¨®n: la presencia de grandes empresas y entidades financieras ¡°demasiado grandes para quebrar¡±, la fortaleza de unos mercados que tienden al oligopolio o al monopolio, los pol¨ªticos de las grandes potencias que sirven a los primeros (el dinero y el poder se refuerzan mutuamente y crean barreras pr¨¢cticamente impenetrables para sus rivales), las ¨¦lites extractivas que trabajan por su propio inter¨¦s y no por el bien com¨²n, etc¨¦tera. El pensador venezolano asentado en Estados Unidos no comparte esta tesis: existiendo esa concentraci¨®n del poder, no es su principal caracter¨ªstica sino la creciente limitaci¨®n de la acci¨®n de los poderosos, cuya pr¨¢ctica p¨²blica se dispersa cada vez m¨¢s. ¡°Afirmo¡±, dice Na¨ªm, ¡°que el poder se est¨¢ volviendo m¨¢s fr¨¢gil y vulnerable¡±.
Afirmo¡±, dice Na¨ªm, ¡°que el poder se est¨¢ volviendo m¨¢s fr¨¢gil y vulnerable¡±
As¨ª, el peligro para la democracia no ser¨ªa la dictadura de los mercados y los monopolios en los que el poder se concentra de modo indeseable, sino el otro extremo: las situaciones en las que el poder est¨¢ demasiado fragmentado, diseminado y descompuesto, lo que genera caos y anarqu¨ªa. El problema principal no son los plut¨®cratas sino los micropoderes, una nube de actores cuya fragmentaci¨®n crea situaciones de obstrucci¨®n sistem¨¢tica, la paralizaci¨®n o la demora en la toma de decisiones. As¨ª, nadie tiene el poder suficiente para hacer lo que se sabe que ha de hacerse. Es por ello por lo que las democracias comienzan a perder eficacia a medida que las decisiones necesarias y urgentes que deben tomar los Gobiernos se ven impedidas, diluidas o pospuestas como resultado de la fragmentaci¨®n del poder y la proliferaci¨®n de grupos o individuos con capacidad para bloquear procesos y decisiones, pero sin el poder de imponer un programa o una estrategia.
Si existe un riesgo para las democracias este no vendr¨ªa, pues, de la concentraci¨®n de poder por parte de las ¨¦lites o de amenazas convencionales modernas (por ejemplo, la hegemon¨ªa de China) o premodernas (el islam radical), sino del interior de las sociedades con el auge de movimientos que expresan o aprovechan la indignaci¨®n social, desde los nuevos partidos de extrema derecha o extrema izquierda en Europa o Rusia hasta el movimiento del Tea Party en Estados Unidos. Por un lado, cada uno de esos movimientos en expansi¨®n es una manifestaci¨®n de la degradaci¨®n del poder, porque deben su influencia al deterioro de las barreras que proteg¨ªan a los poderosos de siempre. Por la otra, la rabia incipiente que expresan se debe en gran parte a la alienaci¨®n producida por la ca¨ªda de los indicadores tradicionales del orden y la seguridad econ¨®mica. Aqu¨ª, Na¨ªm da un paso m¨¢s por cuanto considera que el hecho de que busquen su br¨²jula en el pasado (¡°la nostalgia por la URSS, las lecturas dieciochescas de la Constituci¨®n de Estados Unidos con personajes vestidos de ¨¦poca, las arengas de Osama Bin Laden sobre el reestablecimiento del califato, los paneg¨ªricos de Hugo Ch¨¢vez sobre Sim¨®n Bol¨ªvar¡±) revela hasta qu¨¦ punto la degradaci¨®n del poder, si no nos adaptamos a ella y la orientamos al bien social, puede acabar siendo contraproducente y destructiva.
La degradaci¨®n del poder ¡ªy no su concentraci¨®n¡ª se debe a tres revoluciones que han transformado la realidad social del planeta: la del m¨¢s (cada vez hay m¨¢s abundancia de todo), la de la movilidad (ese ¡°m¨¢s¡± se mueve m¨¢s que nunca, llega a todas partes y a menor coste) y la de la mentalidad (las expectativas de la poblaci¨®n crecen a m¨¢s velocidad que la capacidad de cualquier Gobierno para satisfacerlas).
El libro de Na¨ªm es muy pol¨¦mico. Lo que defiende est¨¢ en contra de las percepciones de la mayor¨ªa de los analistas y, sobre todo, de las percepciones de los perdedores de la crisis que el mundo est¨¢ sufriendo, la m¨¢s larga en las ¨²ltimas ocho d¨¦cadas, que entienden que los principales responsables de la misma son los poderosos que han abusado de su posici¨®n (el c¨¦lebre 1% de la c¨²spide), y no los micropoderes que han reaccionado a esta polarizaci¨®n de las clases sociales, con todos sus defectos. Los que est¨¦n en contra de esta tesis habr¨¢n de trabajar bastante para contraponer la multitud arrolladora de datos emp¨ªricos que posee, y asimismo evitar los defectos de la simplificaci¨®n y las culpas monocausales, ya que la degradaci¨®n del poder crea, al parecer del autor de este ensayo, un terreno f¨¦rtil para los demagogos reci¨¦n llegados, que explotan los sentimientos de desilusi¨®n respecto a los poderosos, prometen cambios y se aprovechan del desconcertante ruido creado por la profusi¨®n de actores, voces y propuestas.
El fin del poder. Mois¨¦s Na¨ªm. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. Debate. Barcelona, 2013. 433 p¨¢ginas. 21,90 euros
Babelia
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