¡®Suffragettes¡¯ contra el arte
Una exposici¨®n en Londres recuerda la violenta campa?a emprendida por las sufragistas contra las obras de arte que consideraban patriarcales. que dejaron a los museos en estado de alerta.
Sucedi¨® durante la primavera de 1913. Cuando el museo estaba a punto de cerrar sus puertas, se escucharon cristales rotos en la sala de los Prerrafaelitas de la Manchester Art Gallery. Cuando los guardas acudieron a detener a quienes asaltaban el lugar, se dieron de bruces con tres sufragistas: Annie Briggs, Lillian Forrester y Evelyn Manesta. "Las tres mujeres causaban alboroto, rompiendo los cristales de los mayores y m¨¢s valiosos cuadros de la colecci¨®n. Cuando los guardas llegaron, ya hab¨ªan completado su trabajo en la pared derecha, de la que colgaban cuadros de grandes artistas como Watts, Leighton, Brune-Jones y Rossetti", resumi¨® una noticia aparecida en The Manchester Guardian.
Las tres militantes deterioraron un total de trece obras. Todas ellas ten¨ªan algo en com¨²n: reflejaban un modelo de mujer trasnochado incluso para la Inglaterra eduardiana e idealizaban una f¨¦mina inerte y contemplativa que respond¨ªa a los c¨¢nones cl¨¢sicos de belleza. Mientras esas musas decimon¨®nicas eran elogiadas de forma un¨¢nime por su belleza, las mujeres de verdad sufr¨ªan una discriminaci¨®n constante en la vida diaria. "Hay algo odioso y asqueroso en amontonar esos tesoros art¨ªsticos, ese sentimentalismo de lo bello, mientras los cuerpos de las mujeres [de verdad], profanados por la lujuria, la enfermedad y la pobreza, son ignorados con la mayor indiferencia", dejar¨ªa escrito otra suffragette, la compositora Ethel Smyth, encarcelada en Holloway por un delito similar y conocida por su amor no correspondido por Virginia Woolf.
Tres d¨ªas antes del ataque de Manchester, su jefa de filas, Emmeline Pankhurst, hab¨ªa sido condenada a tres a?os de c¨¢rcel por incitaci¨®n a la violencia. Fundadora de la Women's Social and Political Union (WSPU), el ala m¨¢s radical del movimiento sufragista, Pankhurst hab¨ªa decidido que el pacifismo no lograr¨ªa nada por su causa. Se invent¨® un nuevo esl¨®gan: "Actos y no palabras". Incit¨® a manifestarse "de forma pr¨¢ctica", a reventar escaparates, rellenar los buzones de tinta negra, incendiar edificios p¨²blicos, organizar escraches en las residencias de parlamentarios e iniciar huelgas de hambre en las c¨¢rceles. Atacar las colecciones p¨²blicas tambi¨¦n formaban parte de su plan. Adem¨¢s de exponer lienzos con los que la organizaci¨®n no comulgaba, eran un s¨ªmbolo de un poder estatal y masculino por definici¨®n.
La campa?a de las sufragistas contra los museos ocupa un lugar destacado en una nueva exposici¨®n en la Tate Britain, Art under attack, que examina hasta el 5 de enero la historia de la iconoclasia brit¨¢nica ¨Clos ataques contra im¨¢genes por motivos pol¨ªticos, religiosos o art¨ªsticos¨C, de los d¨ªas del desmantelamiento de los templos que acompa?¨® la creaci¨®n de la Iglesia anglicana a las estatuas ecuestres dinamitadas por militantes del IRA. La muestra se detiene en los ataques emprendidos por las sufragistas. Presentados por ciertos historiadores como simples actos vand¨¢licos para provocar un ruido indiscriminado, en realidad constituyeron actos pol¨ªticos en toda regla. "Muchas de las suffragettes hab¨ªan estudiado en escuelas de arte y sab¨ªan qu¨¦ artistas y cuadros colocaban en su objetivo. Lejos de ser actos despistados de destrucci¨®n, las protestas fueron muy sopesadas en las cabezas de quienes las perpetraron", sostiene la conservadora Lena Mohamed en el cat¨¢logo de la exposici¨®n. Que se haya dicho lo contrario es, para ella, "una prueba m¨¢s de condescendencia hacia esas mujeres".
En la lista de cuadros atacados tambi¨¦n figuraron La Venus del espejo de Vel¨¢zquez, destruido a golpe de cuchillo por Mary Richardson ¨Crebautizada como Slasher Mary (Mary, la navajera) por la prensa de la ¨¦poca¨C en la National Gallery, en marzo de 1914. El museo cerr¨® durante tres meses. Semanas despu¨¦s, una dama "de aspecto totalmente apacible" -seg¨²n la describi¨® la edici¨®n del 5 de mayo de The Times- se liaba a martillazos con el retrato de Henry James a cargo de John Singer Sargent en la Royal Academy. El propio escritor respondi¨® ante este ataque a su figura. "Me han arrancado la cabellera y me han desfigurado, pero al parecer me podr¨¢n curar", ironiz¨®. Un cuadro masculino del renacentista Gentile Bellini, la Primavera de George Clausen y algunas estampas de Jorge V y el duque de Wellington tambi¨¦n fueron atacadas.
Entre el oto?o de 1913 y la primavera de 1914, las activistas por el sufragio universal consiguieron colocar a los museos en alerta roja. Sus directores estudiaron prohibir el acceso de las mujeres a sus salas. Finalmente lo desestimaron, pero prohibieron acceder con bolsos y paraguas e introdujeron a detectives vestidos de paisano en las galer¨ªas. Durante unos meses, el museo se convirti¨® en espacio de m¨¢xima seguridad y las sufragistas, en aut¨¦nticos enemigos p¨²blicos. Fueron ridiculizadas por la prensa de la ¨¦poca, que las trat¨® como viejas amargadas y celosas de la belleza de las musas victorianas, as¨ª como denostadas por pol¨ªticos, magistrados, polic¨ªas y otros miembros del establishment. "Si pudiera, las mandar¨ªa a dar la vuelta al mundo en un buque de carga", juran que exclam¨® el juez del proceso de Manchester.
Al irrumpir la Primera Guerra Mundial, Pankhurst decidi¨® suspender su campa?a. Durante el conflicto, mientras los hombres estaban en el frente, las mujeres tomaron las riendas de la econom¨ªa brit¨¢nica. La percepci¨®n sobre su supuesta incompetencia se transform¨®. Tras el armisticio de 1918, el gobierno aprob¨® el voto de las f¨¦minas mayores de 30 a?os, siempre y cuando dispusieran de propiedades o estuvieran casadas con un hombre que las tuviera. Diez a?os m¨¢s tarde, todas las mayores de 21 pudieron votar, al margen de su estatus social.
Un siglo despu¨¦s de aquella batalla, la representaci¨®n de la mujer en los museos sigue en el centro del debate. En 2009, el Centro Pompidou decidi¨® reordenar su colecci¨®n permanente durante un a?o para que todos los artistas expuestos fueran mujeres. En el Museo de Orsay, la muestra del oto?o es Masculin/Masculin, que recorre la historia del desnudo masculino, de la antig¨¹edad cl¨¢sica a Pierre et Gilles. Pero se sigue tratando de excepciones que confirman la regla. Ya lo dejaron claro las Guerrilla Girls, colectivo neoyorquino de artistas feministas, al lanzar una campa?a para denunciar el desequilibrio de g¨¦neros en el mundo del arte. Seg¨²n sus c¨¢lculos, menos del 3% de los artistas presentes en el Metropolitan Museum de Nueva York eran mujeres. En cambio, el 83% de los desnudos eran femeninos. "?Tienen que desnudarse las mujeres para poder entrar en el museo?", se preguntaba el c¨¦lebre cartel con el que empapelaron la ciudad a mediados de los ochenta.
Babelia
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