Cuchillas para los parias
Para frenar la irrefrenable entrada de estos seres tr¨¢gicos, solo se le ha ocurrido a unos s¨¢dicos legitimados colocar cuchillas en las vallas de Ceuta y Melilla
La depresi¨®n era inmediata cuando cruzabas el Muro de Berl¨ªn y te encontrabas con grandes almacenes que no conten¨ªan nada que te apeteciera comprar, largas y solitarias avenidas que transpiraban desolaci¨®n, cafeter¨ªas en las que escoger algo se convert¨ªa en un problema porque no hab¨ªa casi nada, la expresi¨®n tristemente resignada de los escasos transe¨²ntes con los que te cruzabas cuando la oscuridad llegaba a esos cielos siempre plomizos. Era muy fuerte constatar que a un lado de la ciudad los alemanes pod¨ªan disfrutar de todo y en el otro la carest¨ªa era la protagonista. Se supone que en Berl¨ªn oriental la gente dispon¨ªa de lo b¨¢sico, que no pasaban hambre, que la sanidad y la educaci¨®n eran gratuitas, pero tambi¨¦n puedes entender que huyendo de la asfixia moral y con la esperanza de disfrutar de la tierra de leche y miel muchas personas se jugaran la vida intentando saltar ese muro. 270 la perdieron. Y est¨¢ claro que no todos ellos eran esp¨ªas, que no eran aquel asqueado Alec Leamas que se deja matar en El esp¨ªa que surgi¨® del fr¨ªo.
Esa cifra de muertos impacta, pero es insignificante al lado de las cifras de v¨¦rtigo de inmigrantes subsaharianos, gente que huye de las guerras, parias de ¨ªnfima clase, desesperados al l¨ªmite que la palman de sed y de hambre en el desierto, devorados por el mar o por los escualos, arriesg¨¢ndose por un sue?o que exige una factura salvaje.
Tratas de imaginar el estado an¨ªmico de esa gente para enfrentarse al horror, para decidir que aparte de la vida no tienen nada que perder. Y puedes entender que seres adultos acepten ese lacerante reto. Pero que expongan a sus ni?os y sus mujeres a ese previsible espanto solo puede partir de la absoluta y desgarradora convicci¨®n de que la situaci¨®n en su tierra es infernal, de que es preferible afrontar riesgos pavorosos en vez de dejarse morir en su pa¨ªs.
Para frenar la irrefrenable entrada de estos seres tr¨¢gicos, solo se le ha ocurrido a unos s¨¢dicos legitimados colocar cuchillas en las vallas de Ceuta y Melilla. Instrumentos de disuasi¨®n es el eufemismo con el que denominan c¨ªnicamente su intolerable invento. Creen absurdamente sus torturadores que los desgarros musculares y las manos ensangrentadas acojonar¨¢n a los invasores. Tendr¨¢n que matarlos. Opci¨®n que ¨ªntimamente juzgaran como algo natural estos humanistas empe?ados en salvarnos de los b¨¢rbaros.
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