Los ex

Uno de los penosos h¨¢bitos de los ex consiste en ese empe?o por salir bien parado en el relato de su vida pasada. Si dos ex logran llevarse bien es porque han concedido a la verdad el espacio que reservaban para su versi¨®n particular. Hace mucho tiempo que se impuso la met¨¢fora de los jarrones chinos, que son valiosos pero nadie sabe d¨®nde colocar, para definir el papel de los expresidentes de Gobierno. Pues tiren a la basura esa met¨¢fora tan hermosa. Vivimos tiempos obscenos, ahora todo se hace con descaro, sin finura literaria, sin met¨¢fora ni pudor.

Sucede mientras se celebran los dos primeros a?os del triunfo electoral de Mariano Rajoy. Su relato a¨²n no es, aunque lo ser¨¢ alg¨²n d¨ªa, el de un ex. No ha podido a¨²n vencer la f¨¢cil tentaci¨®n de seguir utilizando la herencia recibida como justificaci¨®n a las enormes contradicciones entre el discurso con el que lleg¨® al poder y su desempe?o posterior. Pero los medios son proclives, ahora, a festejar las perspectivas econ¨®micas, con la misma ingravidez con que antes aumentaban el dramatismo y contribu¨ªan al catastrofismo. Vamos camino de elecciones, por eso importa y mucho variar el estado de ¨¢nimo nacional.

Rajoy defiende su relato porque est¨¢ en marcha. Cifra en salir de la crisis el ¨¦xito de su desconcertante cambio de paradigma. Es m¨¢s grave que Zapatero y Solbes anden en un intercambio de exculpaciones, como si ganar el pasado fuera ganar otras elecciones. Felipe Gonz¨¢lez ha abierto un centro de estudios propio, por si los dem¨¢s no le estudian bien. A Su¨¢rez son los otros, que siempre salen favorecidos, quienes le reviven la memoria que ¨¦l perdi¨®. Aznar eligi¨® el camino de ?lvaro Uribe en Colombia, el lado duro de los ex cabreados, seguro de que ¨¦l aplicar¨ªa la doctrina Parot hasta a Artur Mas. George W. Bush fue al programa de Jay Leno para decir que no le gusta criticar a sus sucesores. Verti¨® ingentes cantidades de fondos p¨²blicos en empresas privadas de sectores que le resultaban cercanos y familiares. Sabe que sobran las palabras, que se puede perder la batalla de la opini¨®n p¨²blica si se ganan por goleada las que de verdad importan. Una vez m¨¢s, el supuesto tonto es el m¨¢s inteligente.