Eduardo Arroyo ante cuatro d¨¦cadas de obra en l¨¢piz
El pintor re¨²ne y expone los iconos m¨¢s constantes de su carrera con obras nunca vistas antes
Tina, aquella chica del a?o 65, o los despreocupados muchachos de los ochenta con gafas de cristales azules y rojos. Jack Johnson y Panama Al Brown, p¨²giles de leyenda. Mir¨®, Dali y Peggy Guggenheim, ¡°que esa s¨ª que compraba cuadros a diario¡±. U Orson Welles y Fantomas, siempre Fantomas. Una l¨ªnea trazada con l¨¢pices de colores une el rastro de tan marcadas personalidades en la primera presentaci¨®n en cinco a?os para una galer¨ªa de Madrid del pintor Eduardo Arroyo (Madrid, 1937), que re¨²ne cuarenta a?os de obra sobre papel, con piezas nunca vistas, en el espacio de ?lvaro Alc¨¢zar del barrio Salamanca. Es el trabajo de toda una vida al servicio de los viejos Alpino, primero, y de los ¡°eficaces¡± Faber Castell de tiempos m¨¢s recientes. ¡°Empec¨¦ a usarlos de ni?o, cuando en casa me ten¨ªan prohibidas la tinta china y las acuarelas, que lo pon¨ªan todo perdido¡±, explica Arroyo, con robusta decisi¨®n, mientras va de un lado a otro, guiado por el capricho de sus recuerdos.
La visita puede funcionar como un repaso a una de las trayectorias m¨¢s decisivas del arte espa?ol del ¨²ltimo medio siglo, un viaje que se remonta a los tiempos previos a su ¡°marcha a Par¨ªs¡±, adonde el joven Arroyo lleg¨® en 1958 para abrirse paso sin contactos en la temible ciudad, firmar algunas de las p¨¢ginas m¨¢s brillantes de la figuraci¨®n narrativa y, de paso, pegarle una paliza pict¨®rica a Duchamp (en el cuadro Vivir y dejar morir. El fin tr¨¢gico de Marcel Duchamp, firmado con Aillaud y Recalcati y expuesto en el Reina). ¡°Siempre he dibujado compulsivamente¡±, explica el artista, ¡°no paro ni cuando estoy hablando por tel¨¦fono, y nunca he sido de tirar nada¡±. De la suma de esas costumbres resulta una ¡°antol¨®gica de los iconos m¨¢s constantes de mi carrera".
De la mando de estos viejos conocidos, Arroyo regresa, tras sendas exposiciones en grandes instituciones (el Prado y el C¨ªrculo de Bellas Artes), al terreno primigenio para la apreciaci¨®n y el moderno intercambio art¨ªstico: la galer¨ªa. En un momento en el que estas, acosadas como est¨¢n por el IVA y la falta de sensibilidad institucional, pugnan por su sentido. ¡°No han bastado estos a?os de democracia para conseguir crear un mercado en este pa¨ªs¡±, lamenta el pintor. ¡°En cuanto vienen mal dadas, se ve la fragilidad del sistema, se ha comprobado que carec¨ªa de espesor, y han cerrado algunos espacios importantes. Pero el IVA es una broma, es el chocolate del loro. El problema es que a¨²n todo gira en torno a Arco, y eso no puede ser. Por no hablar del despilfarro institucional; todos esos est¨²pidos museos auton¨®micos de arte contempor¨¢neo con colecciones inexistentes y que ahora tendr¨¢n que convertirse en ambulatorios. Todos somos culpables, los artistas tambi¨¦n, que en cuanto nos dieron un poquito de dinero olvidamos las luchas verdaderas, las batallas culturales¡±.
Siempre he dibujado compulsivamente¡±, explica el artista
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