Ram¨®n Andr¨¦s: ¡°Espa?a es un pa¨ªs de brutalidad¡±
El ensayista, poeta y aforista inclasificable publica ¡®El luthier de Delft¡¯ y defiende el silencio como ant¨ªdoto al pandemonio de la actualidad
El lugar de trabajo de Ram¨®n Andr¨¦s (Pamplona, 1955) hace justicia a uno de los temas centrales de su obra: el silencio. En la celda de un viejo convento del barrio barcelon¨¦s de Gracia, hoy reconvertido en centro para j¨®venes artistas y modernos artesanos, se entrega una de las voces m¨¢s inimitables de la ensay¨ªstica espa?ola contempor¨¢nea a tareas tan ambiciosas como su reciente Diccionario de m¨²sica, mitolog¨ªa, magia y religi¨®n (Acantilado, 2012). 1.750 p¨¢ginas de sabidur¨ªa transversal, directa y sin alardes; una de esas empresas que parecen lejos del alcance del empe?o de un solo hombre.
El escritor, notable poeta y aforista, se encarga cada d¨ªa al alba de la limpieza del patio com¨²n, lugar de quietud elegido para las fotos y la entrevista, celebrada esa ma?ana en la que el verano pareci¨® definitivamente cosa del pasado. La charla, solo interrumpida por el sobrevuelo de los aviones, result¨® tan pausada, concisa y desprovista de estridencias como su prosa, de la que recientemente ha llegado a las librer¨ªas otra brillante demostraci¨®n: El luthier de Delft, una indagaci¨®n en el Siglo de Oro holand¨¦s alentada por la figura de Spinoza.
¡°Para m¨ª¡±, explic¨® el autor, ¡°se trata de un fil¨®sofo central¡±. ¡°Lo he estudiado mucho, al punto de que casi representa un estilo de vida ideal. Ese equilibrio, ese no desgarro me interesa enormemente. Propone algo tan revolucionario como colocarse en el lugar de un espectador ecu¨¢nime¡±.
El volumen parte de la contemplaci¨®n distanciada de un cuadro de Carel Fabritius, ¡°alumno de Rembrandt y uno de los faros de Vermeer¡±, titulado Vista de Delft con el puesto de un vendedor de instrumentos musicales. El artesano que, abstra¨ªdo, espera la llegada de un cliente da pie a Andr¨¦s a una reflexi¨®n sobre asuntos como el arte y la ciencia de aquel tiempo o la misma naturaleza del trabajo. ¡°Entonces se asimilaba a la idea del oficio, lo que uno aprende con un fin, pero hoy solo se contempla como algo opuesto a la desocupaci¨®n¡±. Con fluido eclecticismo, el autor viaja de las composiciones de Sweelink a los avances en la ¨®ptica; de la relaci¨®n entre el perfeccionamiento de los instrumentos musicales y el florecimiento del comercio neerland¨¦s con ultramar, de donde llegaban las mejores maderas, al papel de mujeres y jud¨ªos en todo ello.
El relato transcurre sin esfuerzo por el cauce de la erudici¨®n, pese a que el autor desconf¨ªa de quienes enarbolan esa bandera. ¡°La figura del erudito no me convence, parece un entom¨®logo que pincha sus saberes con un alfiler. Y yo creo que el saber debe estar vivo, dado que es un alegato contra la muerte¡±.
A menudo tomado como music¨®logo por error, Andr¨¦s lleva entregado dos d¨¦cadas a erigir un refinado edificio intelectual que reh¨²ye los t¨®picos. La opci¨®n ensay¨ªstica fue su forma de continuar ¡°pensando la m¨²sica, un camino solitario de mucho sacrificio¡±, una vez tomada la decisi¨®n de pasar la p¨¢gina de una carrera de casi 10 a?os como cantante profesional de repertorio antiguo. ¡°Viajar no iba conmigo¡±, se excusa. ¡°Soy m¨¢s bien sedentario¡±. Tambi¨¦n podr¨ªa definirse como firme creyente en las bondades del silencio, en estos tiempos en los que el ruido trascendi¨® por obra y gracia de la metonimia al incordio del exceso de decibelios para definir la sobredosis de informaci¨®n que nos asedia cada d¨ªa. Al silencio consagr¨® una de sus obras m¨¢s afinadas: No sufrir compa?¨ªa, ensayo que vino a confirmar su ¡°talento para titular¡±, alabado por Antonio Mu?oz Molina, uno de sus fieles lectores.
Varias caras
Mucha de la obra ensay¨ªstica de Ram¨®n Andr¨¦s est¨¢ en Acantilado, tambi¨¦n El luthier de Delft. M¨²sica, pintura y ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza.
Andr¨¦s fue miembro fundador de la revista Archipi¨¦lago y tambi¨¦n ha desarrollado una interesante labor como poeta y aforista (Los extremos).
¡°El silencio es una cuesti¨®n interior, un estado mental¡±, opina Andr¨¦s. ¡°El problema es que el silencio no es productivo, y cuestiona. Por eso no se fomenta. La sociedad laica no ha conseguido espacios de silencio, hacemos demasiado ruido. El silencio ha quedado relegado a lo religioso, a lo sacro. No deber¨ªa ser as¨ª. Y eso es otra derrota de la sociedad civil¡±.
Luego, cuando la conversaci¨®n contin¨²e en un moderadamente ruidoso restaurante cercano, asomar¨¢n sus vivencias consagradas a la b¨²squeda de la quietud durante m¨¢s de tres d¨¦cadas de ¡°extranjero¡± en Barcelona. Aqu¨ª lleg¨® de joven, cuando los negocios de su padre, ¡°incorregible wagneriano¡±, provocaron la mudanza de la familia desde Navarra, en cuyos valles a¨²n busca refugio para trabajar. Aquella ciudad condal en plena ebullici¨®n cultural y social parece hoy un lugar empe?ado en huir hacia delante para ser otra cosa. Y la contemplaci¨®n de este y otros temas de la enconada actualidad espa?ola han acabado por instalar a Andr¨¦s en cierto pesimismo. ¡°Basta de enga?os. El mundo en el que vivimos me parece fruto de una enorme confusi¨®n, de un gran malentendido por parte de todos. Antes pensaba que est¨¢bamos en manos de locos, ahora estoy convencido de que nos gobierna gente muy vulgar. Espa?a no tiene soluci¨®n. Es un pa¨ªs de brutalidad. Seguimos formando parte de una terrible pintura negra. Pensar lo contrario ser¨ªa pueril. Tome por ejemplo el sistema educativo; est¨¢ pensado para generar aut¨®matas. Crecen sin rebeld¨ªa, pero con violencia. Nietzsche hablaba de la cr¨ªa de hombres. As¨ª ha acabado siendo, una enorme factor¨ªa de hacer hombres iguales¡±.
Centrado en el estudio del pasado (notables son sus moderaos ¨¦xitos de ventas sobre el origen de la m¨²sica en la cultura o sobre la vida de Bach a trav¨¦s de la biblioteca que dej¨® este a su muerte), pide Andr¨¦s que no se confundan sus ideas con una in¨²til resistencia al progreso. ¡°Lo que hoy se entiende por tal, no es sino barbarie¡±, opina. ¡°El progreso es perfeccionar el pensamiento y el sentimiento ¨¦tico. Producir cosas in¨²tiles en el menor tiempo no es progresar. Se ha perdido la capacidad de pensar el pasado, y lo peor, de pensar el presente. Eso es grav¨ªsimo, porque estamos siempre en funci¨®n del futuro. El presente es un desecho, una dimensi¨®n de segundo orden. Todo est¨¢ en funci¨®n del futuro, y el futuro es la muerte¡±.
En la agenda del suyo figuran proyectos como la reedici¨®n de un ensayo acerca de la historia del suicidio o una incursi¨®n en la contemporaneidad a partir de productos culturales de este, nuestro tiempo.
Babelia
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