Italia unida grita: ?Viva Verdi!
Mil¨¢n, N¨¢poles y Roma cierran las celebraciones del a?o del bicentenario del compositor m¨¢s humanista con tres t¨ªtulos de ¨¦pocas diferentes
En octubre se cumplieron 200 a?os del nacimiento de Giuseppe Verdi. Italia sigue identific¨¢ndose a¨²n hoy con su arte y su humanismo. Hasta cierto punto la exclamaci¨®n ¡°Viva Verdi¡± que un espectador lanz¨® al aire antes de comenzar La traviata este s¨¢bado en el Teatro alla Scala de Mil¨¢n era un grito de solidaridad nacional. Como lo era en el siglo XIX en pleno periodo del Risorgimento. Como lo fue el viernes en las manifestaciones callejeras contra las injusticias provocadas por la crisis, en los alrededores de un teatro acordonado por las fuerzas de seguridad. El presidente Napolitano fue recibido con muestras de afecto al acceder al palco principal. Se ovacion¨® tambi¨¦n a Nelson Mandela, y se guard¨® un minuto de silencio en recuerdo de su comportamiento. Volv¨ªa a sonar La traviata en Mil¨¢n. El peso de la Historia estaba latente, personific¨¢ndose quiz¨¢s en Mar¨ªa Callas dirigida por Carlo Mar¨ªa Giulini en una puesta en escena de Luchino Visconti a mediados de los cincuenta. Los recuerdos, ay. Cuando Mirella Freni se atrevi¨® en el mismo escenario con el papel de Violetta, ocho a?os despu¨¦s, a¨²n estando arropada por Karajan, fue abucheada con gritos de ¡°Vete a cantar La Boh¨¨me¡±. Los mitos de la ¨®pera, los viudos de la Callas: en fin, otros tiempos. Riccardo Muti se atrevi¨® a programar esta ¨®pera en La Scala en 1990, con Liliana Cavani y Dante Ferretti. Hubo que ocultar a la protagonista, Tiziana Fabbricini, en un convento, para que nadie interfiriese en su concentraci¨®n. Qu¨¦ bien contaba estas cosas el siempre a?orado Agust¨ª Fancelli.
St¨¦phane Lissner, en su ¨²ltima apertura de temporada en La Scala, despu¨¦s de nueve a?os de supervivencia en Mil¨¢n, ha apostado por La traviata apoy¨¢ndose fundamentalmente en dos pilares: la magn¨ªfica soprano alemana Diana Damrau y el director de escena m¨¢s emblem¨¢tico de la posmodernidad, el ruso Dmitri Tcherniakov, autor de trabajos tan excelentes como el que propuso para Eugenio Oneguin y de otros m¨¢s discutibles como su visi¨®n de Don Giovanni. Al frente de la orquesta estaba Daniele Gatti, un maestro seguro siempre en Wagner y m¨¢s irregular en Verdi. La intenci¨®n era presentar, por encima de todo, un verdi de nuestro tiempo. Tcherniakov recordaba en sus declaraciones que Verdi puso en su tiempo sobre la escena para esta ¨®pera a personajes de la calle, similares a los que pod¨ªan estar en el patio de butacas. El director ruso quer¨ªa mantener esa idea en nuestros d¨ªas, a¨²n sabiendo que los tiempos han cambiado, los valores se han hecho m¨¢s complejos y el amor tiene, seg¨²n sus propias palabras, ¡°una componente de juego y manipulaci¨®n¡± m¨¢s que de romanticismo decimon¨®nico. La est¨¦tica de lo cotidiano se impon¨ªa, apoyada por un buen oficio teatral. Pero la m¨²sica de Verdi es la que es, y si se prescinde de la componente emocional en funci¨®n de un psicoan¨¢lisis realista y esc¨¦ptico algo se tambalea. La sensaci¨®n de distancia aparece, la comunicaci¨®n no es efectiva y la representaci¨®n desemboca en la frialdad, por muy esmerada que sea t¨¦cnicamente hablando. Incluso la estupenda Diana Damrau sucumbi¨® a la gelidez en el primer acto desde una t¨¦cnica impecable. Luego se sobrepuso y alcanz¨® su momento de mayor entrega en un Addio del passato en el que, al fin, las emociones hicieron acto de presencia. Fue, en cualquier caso, la triunfadora de la noche, la ¨²nica un¨¢nimemente ovacionada, mientras la bronca ca¨ªa sobre el equipo esc¨¦nico, y la divisi¨®n de opiniones se centraba en Piotr Beczala, que dej¨® bastante que desear como Alfredo, y en Daniele Gatti, con una direcci¨®n descafeinada y caprichosa en los tempos, impropia de una sesi¨®n inaugural del teatro alla Scala. No se puede hablar de fracaso pero s¨ª de un nivel art¨ªstico por debajo de lo esperado.
Gritar el nombre del m¨²sico en los teatros a¨²n simboliza la solidaridad nacional
En el teatro San Carlo de N¨¢poles, dos d¨ªas antes, todo march¨® por otros derroteros. Con la presencia en sala de la plana mayor de la ?pera de Astan¨¤, en Kazajist¨¢n, se abr¨ªa la temporada con una Aida, dirigida por Franco Dragone, el que fuera durante tantos a?os responsable del Cirque du Soleil, y que ahora est¨¢ preparando esc¨¦nicamente las ceremonias de apertura y clausura del pr¨®ximo Mundial de F¨²tbol en Brasil. El San Carlo de N¨¢poles siempre apuesta por las vanguardias art¨ªsticas, algo de agradecer. Dragone plante¨® la ¨®pera ¡°en un espacio sin tiempo, en el centro de la memoria¡±, con el teatro partenopeo como fuente de inspiraci¨®n. Todo conceptualmente muy atractivo, con im¨¢genes pl¨¢sticas cautivadoras, pero con una m¨¢s que notable inexperiencia para conseguir una continuidad teatral. Los cantantes actuaron con solvencia, desde el tenor tinerfe?o Jorge de Leon como Radam¨¦s hasta la soprano venezolana Lucrecia Garc¨ªa como Aida o la mezzosoprano rusa Ekaterina Semenchuk como Amneris. Al director musical, Nicola Luisotti, le tent¨® el s¨ªndrome de la brillantez y al final acab¨® en la superficialidad, con muchos contrastes din¨¢micos y poca sustancia verdiana. La acogida fue fr¨ªa. Qu¨¦ dif¨ªcil es hacer bien Verdi. En Wagner es m¨¢s sencillo dar gato por liebre, pero Verdi no admite medias tintas.
Y as¨ª, en el juego de las comparaciones, Roma gan¨® por goleada a Mil¨¢n y N¨¢poles. Fundamentalmente por la magistral direcci¨®n de Riccardo Muti, al frente de una orquesta y coro del teatro romano que est¨¢n en estado de gracia. Un milagro, cr¨¦anme. El elemento determinante era la pasi¨®n, algo fundamental en la ¨®pera italiana, y particularmente en Verdi. Y con pasi¨®n cantaron Francesco Meli, Tatiana Serjan, Ildar Abdrazakov o Luca Salsi. Luego est¨¢ el estilo, la administraci¨®n del legado verdiano, el clima de tensi¨®n musical de principio a fin. En la direcci¨®n esc¨¦nica se movi¨® Hugo de Ana con sus premisas est¨¦ticas habituales: evocaci¨®n historicista, fabuloso sentido de la composici¨®n pl¨¢stica, movilidad en funci¨®n de los sentimientos de los personajes. Ernani, as¨ª planteada, es una obra maestra absoluta. El p¨²blico reaccion¨® con un entusiasmo indescriptible y hasta se bis¨® en algunas funciones el coro Si ridesti il Leon di Castiglia. Sobre el papel era la representaci¨®n m¨¢s convencional y, curiosamente, result¨® la m¨¢s avanzada. Habr¨¢ que creer a Verdi cuando dice aquello de ¡°volvamos a lo antiguo y ser¨¢ probablemente lo m¨¢s moderno¡±. Iron¨ªas aparte, Roma marc¨® la diferencia musical. Y cuando la m¨²sica funciona el resto se puede disculpar, pero si la m¨²sica no convence no hay puesta en escena que salve un espect¨¢culo.
Riccardo Muti, en la capital italiana, gan¨® por goleada con su ¡®Ernani¡¯
Italia ha demostrado una vez m¨¢s su vinculaci¨®n con Verdi. Escrib¨ªa Goethe en su Viaje a Italia: ¡°Abrir los ojos, y el alma, libre de prejuicios, a las impresiones de lo bello¡±. Evidentemente, Verdi ha recogido el mensaje.
La traviata se representa en el teatro alla Scala de Mil¨¢n hasta el 3 de enero; Aida en el teatro San Carlo de N¨¢poles hasta el 17 de diciembre, y Ernani en el teatro dell¡¯0pera de Roma hasta el 14 de diciembre.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.