Lugares novelescos que seguir buscando
Umberto Eco recorre las tierras de leyenda que han capturado la imaginaci¨®n de los lectores y han sido objeto de deseo
Todos sabemos que la casa de Emma Bovary no existe en la realidad ni que, por mucho que nos empe?emos, daremos con la madriguera de Fagin al que regresan los ni?os ladrones en el Oliver Twist al que Charles Dickens dio vida. Hay lugares que la literatura crea y de los que reconocemos sus l¨ªmites, a los que dejamos sin problemas confinados al mundo desde el que parten y al que pertenecen: el de la imaginaci¨®n de sus autores. Pero no son esos espacios de los que Umberto Eco (Alessandria, 1932) desea ocuparse en Historia de las tierras y los lugares legendarios (Lumen). Aunque no falten lectores que el escritor describe como ¡°fan¨¢ticos¡± que tratan de dar con ellos o con otros que s¨ª se inspiran en espacios reales, y de los que se han creado itinerarios y ritos, como es el caso del Dubl¨ªn que James Joyce recre¨® en Ulises y que sus seguidores recorren cada 16 de junio tras las huellas de Leopold Bloom.
El poder de la literatura I
Hay lugares que desbordan las fronteras de las p¨¢ginas y crean ¡°quimeras, utop¨ªas e ilusiones¡±, y se convierten en objeto de una b¨²squeda, que construyen leyendas de tierras que Eco no excluye que hayan existido en otros tiempos muy remotos, y que han mantenido en vilo a generaciones. Nacen porque, como apunta Carlos Garc¨ªa Gual, son ¡°una compensaci¨®n a una realidad insatisfactoria, m¨¢s gris o m¨¢s siniestra¡± que a veces se sit¨²an en un pasado idealizado y acaso perdido. El catedr¨¢tico de Filolog¨ªa Griega de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en antig¨¹edad cl¨¢sica y literatura habla de los ingredientes que los componen: ¡°Exageraci¨®n, mezclas y combinaciones de seres diversos, perspectivas ins¨®litas, negaci¨®n de los aspectos grises, amontonamiento de maravillas, de rarezas y fulgores¡¡±.
¡°Somos animales migratorios: estamos condenados a explorar. Algo (la promesa de un ed¨¦n perdido, de un reino justo y apacible) nos atrae del otro lado del jard¨ªn, de la calle, del r¨ªo, de la monta?a, como si nuestro aqu¨ª fuese solamente la causa (o consecuencia) del all¨¢, o del m¨¢s all¨¢. Los lugares imaginarios existen para satisfacer nuestro deseo de encontrar la felicidad m¨¢s all¨¢ de las fronteras. Tambi¨¦n su reverso: imaginamos lugares temibles, espejos de los infiernos terrestres¡±, indica el escritor e historiador de la lectura Alberto Manguel, que escribi¨® junto con Gianni Guadalupi una Breve gu¨ªa de lugares imaginarios (Alianza), al que Eco se refiere como el m¨¢s completo de los diccionarios que hasta la fecha recopila lugares fant¨¢sticos e imaginarios.
Somos animales migratorios: estamos condenados a explorar. Los lugares imaginarios existen para satisfacer nuestro deseo de encontrar la felicidad m¨¢s all¨¢ de las fronteras. Alberto Manguel
Estos lugares novelescos y legendarios tienen su origen en fuentes b¨ªblicas, hallamos sus primeros vestigios en alg¨²n falso documento o de ellos conservamos solo unas ruinas que sin embargo siguen despertando toda una mitolog¨ªa. Expediciones, viajes, mapas¡ que tratan de dar un sentido a espacios geogr¨¢ficos que se deshacen en la noche de la literatura. Y que son inmortales con una forma de eternidad que supera a lo mismo eterno. ¡°Quiz¨¢ (¡) deben su inmortalidad al hecho de que responden a un arquetipo de lugar, a una suerte de cielo o infierno prometido que tanto creyentes como no creyentes intuyen en los sue?os. Shakespeare llama a ese territorio hacia el cual todos avanzamos ¡®el pa¨ªs desconocido del cual ning¨²n viajero vuelve¡±. Manguel a?ade que tal vez todas esas exploraciones ¡°sean una preparaci¨®n para aquella ¡®del otro lado del r¨ªo¡±, como la llama Alejandra Pizarnik: ¡°la esperada, la prestigiosa, la ante-¨²ltima¡±.
El poder de la literatura II
Carlos Garc¨ªa Gual: "El poder de la invenci¨®n literaria despliega sus atractivos en la construcci¨®n de nuevos escenarios y nuevas formas de vida, de lugares maravillosos y criaturas estramb¨®ticas de mayor o menor exotismo. Dioses, ¨¢ngeles y demonios de muy antiguo abolengo en la imaginer¨ªa religiosa de muchos siglos y de muchas religiones, tienen una mayor densidad y nobleza que esas criaturas de aire surrealista o superrealista fabricadas por escritores de tiempos m¨¢s recientes. L¨¢stima que, a veces, la ciencia y la tecnolog¨ªa arruinen algunos prestigios, como los que ten¨ªa la Luna antes de que llegaran a ella los astronautas y la pisaran impunemente, sin encontrarse all¨ª con ning¨²n selenita. A las utop¨ªas antiguas (que fueron "eutop¨ªas" casi siempre) han sucedido las "distop¨ªas", como la de 1984 de Orwell, que muestran tambi¨¦n la astucia de ciertos literatos, que avizoran los peligros de un mundo fant¨¢stico no mejor, sino peor que su presente. (Aunque en este caso la realidad puede acabar por copiar a la literatura, taimadamente). La literatura amplia el mundo real, crea divertidos espacios e inventa otros seres y otras vidas; aunque, si uno analiza esas ficciones descubre siempre m¨²ltiples ecos y reflejos m¨¢s o menos disfrazados del mundo real, del que nadie escapa por raras que sean las m¨¢scaras que la imaginaci¨®n le preste".
Pero pasemos a ejemplos concretos, los que da esta Historia de las tierras y los lugares legendarios. El libro de Eco, acompa?ado de espl¨¦ndidas ilustraciones, nos lleva de la mano por el recorrido cartogr¨¢fico, visual y textual de estos territorios. La tierra plana y la imaginaci¨®n de unos seres habitantes de las Ant¨ªpodas son el primer ejemplo, que se analiza sujeto a las teor¨ªas que atacaban o apoyaban la esfericidad del globo en la Antig¨¹edad y la Edad Media. Las tierras de la Biblia con el centro de las doce tribus de Israel dispersas, la procedencia de la reina de Saba que fue a conocer al famoso Salom¨®n, ¡°?De d¨®nde ven¨ªan (y ad¨®nde) fueron a parar los Reyes Magos?", o la localizaci¨®n de su sepultura, de la que habl¨® Marco Polo. La transformaci¨®n de la fantas¨ªa griega del mundo en un lugar legendario, las tierras de Homero, aquellos lugares que Ulises recorri¨® en su largo peregrinaje y las siete maravillas, de las que la ¨²nica sobreviviente, la pir¨¢mide de Keops, es la que ha suscitado mayor n¨²mero de leyendas. La nostalgia del Para¨ªso terrenal, ese jard¨ªn del Ed¨¦n como aquel en el que gobernaba la inocencia y, como lo describe Eco, su versi¨®n laica con El Dorado ya en el Nuevo Mundo y la codicia de riquezas que representaba¡
El que m¨¢s ha desangrado los tinteros ha sido la Atl¨¢ntida, ese continente perdido, del que dice la leyenda de que no se logra dar con su paradero porque se hundi¨® en el mar. Otros son El Pa¨ªs de Jauja, la Tierra Austral y las islas Salom¨®n, a las que el navegante espa?ol ?lvaro Menda?a de Neira lleg¨® en 1567 a la llamada de sus supuestos tesoros, pero que no logr¨® encontrar de nuevo en su segundo viaje por no poseer las coordenadas exactas. Y las m¨ªticas migraciones por el hallazgo del Santo Grial que se enlaza con la leyenda art¨²rica.
Garc¨ªa Gual recuerda c¨®mo en la literatura griega Luciano de Sam¨®sata (siglo II d.C., nacido en las misma zona que los autores de Las mil y una noches) "se burlaba de esos mundos fabulosos en Relatos fant¨¢sticos, donde cuenta su viaje a la luna y el encuentro con selenitas y otros pintorescos seres intergal¨¢cticos, y la estancia en el vientre de la gran ballena y sus batallas con feroces crust¨¢ceos, y su visita a los felices Campos El¨ªseos, etc.". A semejantes escenarios, prosigue, viajaron Cyrano y Gulliver, como el bar¨®n de M¨¹nchhausen "en la misma tradici¨®n de la literatura fant¨¢stica". "Esta preludia ya y precede a los universos gal¨¢cticos que multiplic¨® luego la literatura de la Ciencia Ficci¨®n".
El que m¨¢s ha desangrado los tinteros ha sido la Atl¨¢ntida, ese continente perdido, del que dice la leyenda que permanece hundido en el mar
Manguel agrega a la lista que Umberto Eco explora en su nuevo libro El Pa¨ªs de las Maravillas, la Ciudad de Oz, El Pa¨ªs de los Juegos de Pinocho y "otros tomados de la literatura que llamamos infantil". Un lugar aparte lo componen "todas esas maravillosas islas inventadas para imaginar sociedades perfectas o atroces".
"En la geograf¨ªa del isle?o ¨¦l y su tierra son el centro, el punto fijo de un universo en constante flujo y reflujo (...) El mar tiene algo de cielo, y su isla algo de astro, un luminoso punto de sentido en el gran caos primordial que lo rodea (...) Para el explorador, el circundante mar existe solo porque su isla requiere su existencia. Por lo tanto, no es de extra?ar que, literalmente, fueran los habitantes de una isla quienes poblaron el mar de islas inexistentes y elaboraron para ellas geograf¨ªas e historias precisas. La mayor parte de los lugares imaginarios inventados a partir del siglo XVIII deben su identidad a tres geograf¨ªas compuestas por habitantes de la isla de Gran Breta?a: la isla de Robinson Crusoe, las islas visitadas por Gulliver, y la isla de Utop¨ªa de Tom¨¢s Moro. En estas tres est¨¢n todas las otras", concluye Manguel.
Umberto Eco. Historia de las tierras y los lugares legendarios (Lumen). Traducci¨®n de Mar¨ªa Pons Irazaz¨¢bal. 480 p¨¢ginas.
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