Autofoto
Todas las guerras son tambi¨¦n guerras informativas, pero si alguna ha exprimido ese frente en los ¨²ltimos a?os es la desencadenada en Siria
Todas las guerras son tambi¨¦n guerras informativas, pero si alguna ha exprimido ese frente en los ¨²ltimos a?os es la desencadenada en Siria a ra¨ªz de la primavera ¨¢rabe. Enquistada en una guerra civil y religiosa, caminamos hacia la conferencia de paz de Ginebra, prevista para finales de enero, con tan poca prisa que propicia la extremada crueldad de los contendientes. Los intereses internacionales impiden la reacci¨®n que incline la balanza de manera definitiva. El Assad supo que el campo de batalla inclu¨ªa al mismo nivel la aviaci¨®n militar contra la poblaci¨®n civil y la comparecencia en programas como el de Barbara Walters. A los rebeldes, que usan los v¨ªdeos caseros como arma de respuesta, nada les hizo m¨¢s da?o en los d¨ªas de votaciones en el Congreso norteamericano para autorizar el ataque con misiles contra el r¨¦gimen sirio, que la portada del New York Times con uno de sus fusilamientos sumarios.
La Navidad marca casi siempre un cl¨ªmax en las hostilidades y un regreso de la atenci¨®n medi¨¢tica, fatigada en los conflictos largos por su propia din¨¢mica hist¨¦rica, y que necesita est¨ªmulos emocionales para retomar la informaci¨®n. El preciso llamamiento de la periodista M¨®nica Garc¨ªa Prieto para pedir la libertad de los periodistas secuestrados en el campo de batalla, reivindicaba la labor informativa como un bien com¨²n. Los periodistas espa?oles Marc Marginedas, Javier Espinosa y Ricardo G. Vilanova pagan ser pieza de juego para forzar las reacciones internacionales, que han bajado la intensidad de la amenaza contra el r¨¦gimen al ser incapaces de identificarse con los rebeldes divididos.
La iron¨ªa demencial de la guerra permite que los ataques con armas qu¨ªmicas indignen mientras las bombas de racimo o bidones cargados de metralla apaciguan. En esa est¨²pida alternancia entre el humanismo sobrevenido y la pragm¨¢tica geoestrategia, los periodistas sobre el terreno son un valor clave. Limitan el poder de manipulaci¨®n y ofrecen un relato cotidiano de la salvajada en curso. Cuentan lo que ven, frente al extremado control de quienes querr¨ªan que solo se viera lo que ellos se?alan. Esa es la verdadera autofoto, el selfie b¨¦lico, que no nos atrevemos a machacar con la intensidad que dedicamos a machacar la intrascendente autofoto de Obama, Cameron y Thorning-Schmidt en el funeral de Mandela.
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