Una alegr¨ªa musical sin l¨ªmite
Muti y la Sinf¨®nica de Chicago ofrecen cuatro exitosos conciertos en Canarias
Lo han conseguido. Era una vieja aspiraci¨®n desde los tiempos en los que Rafael Nebot estaba al frente del Festival Internacional de M¨²sica de Canarias. Por car¨¢cter y personalidad, la actual directora del Festival, Candelaria Rodr¨ªguez-Afonso (music¨®loga, con 18 a?os de residencia en Viena), ha conseguido llevar a buen puerto un sue?o alimentado durante muchos a?os: la visita por primera vez a Canarias de la m¨ªtica Sinf¨®nica de Chicago. Qu¨¦ mejor homenaje a su antecesor Rafael Nebot. Desde 2000 no actuaba en Espa?a la orquesta estadounidense. En la 30? edici¨®n del Festival canario han ofrecido cuatro conciertos entre Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, como comienzo de una gira que les llevar¨¢ los pr¨®ximos d¨ªas a Essen, en el coraz¨®n de la Cuenca del Ruhr alemana, y Luxemburgo. Cuatro conciertos, pero qu¨¦ conciertos. Impresionantes, conmovedores, deslumbrantes¡ No tengo palabras.
La combinaci¨®n Riccardo Muti- Sinf¨®nica de Chicago es algo que roza lo milagroso. Pero no nos enga?emos: estamos en la m¨¢s excitante de las realidades. La Sinf¨®nica de Chicago, al menos con Muti, desprende una sensaci¨®n de gran libertad sonora. Instrumentista a instrumentista, secci¨®n por secci¨®n, y en su globalidad, el sonido que transmiten rezuma una transparencia vertiginosa. Sin condicionamientos estil¨ªsticos o vinculados a la tradici¨®n. Tienen la esencia de la mejor m¨²sica de c¨¢mara, pero en dimensi¨®n sinf¨®nica. Transmiten la perfecci¨®n posible. Con naturalidad, sin aspavientos. En esa m¨¢quina de hacer m¨²sica, sin posibilidad de errores, el napolitano Riccardo Muti pone el sentimiento, el humanismo, el alma. No s¨¦ si la Naturaleza jug¨® tambi¨¦n su papel, en la combinaci¨®n de est¨ªmulos casuales de realimentaci¨®n entre el Teide canario con el Vesubio napolitano. En cualquier caso, se produjo un terremoto musical. Les aseguro que jam¨¢s he escuchado una Sinfon¨ªa fant¨¢stica, de Berlioz, tan fant¨¢stica, valga la redundancia; o un Verdi tan arrollador como el de la obertura de Nabucco, ofrecida como propina el primer d¨ªa, o una m¨²sica de ballet tan sugerente como la de Macbeth, de ese Verdi al que Muti le tiene cogida la quintaesencia, como se puede comprobar con las grabaciones de Otello o el R¨¦quiem, con esta misma orquesta. Todo ello al lado de una lectura de una luminosa nitidez de Muerte y transfiguraci¨®n, de Richard Strauss; de una impecable Quinta, de Beethoven; de una suite de Romeo y Julieta, de Prokofiev, de libro, o de una obertura de Indigo y los cuarenta ladrones, de Johann Strauss II, tan irresistible, que nos hizo recordar al gran Carlos Kleiber.
Lo que conmueve, en cualquier caso, de los conciertos de Muti con la Sinf¨®nica de Chicago, por encima del virtuosismo y la excelencia t¨¦cnica, es una alegr¨ªa sin l¨ªmites de hacer m¨²sica. Uno rejuvenece escuch¨¢ndolos. Ser¨¢ dif¨ªcil -no, imposible- olvidar esta experiencia.
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