Sebasti?o Salgado, Libro del G¨¦nesis
El gran fot¨®grafo brasile?o resume en un libro y en una exposici¨®n de 245 im¨¢genes su periplo de ocho a?os por algunos de los lugares m¨¢s extremos del planeta

Agua, fuego, tierra, luz. Estos cuatro elementos combinados en los planes de Dios al crear el mundo pueden ofrecer variables muy diversas, pero a los ojos de Sebasti?o Salgado se multiplican hasta el infinito, e incluso se salen de la norma porque, si bien el creador dej¨® claro, por ejemplo, que los cocodrilos deben reptar por la superficie hasta sumergirse en el agua, el fot¨®grafo brasile?o nos puede sugerir, gracias a la superdotada visi¨®n que extrae de sus objetivos, que estas criaturas tambi¨¦n vuelan. Quien se acerque al Caixaforum de Madrid lo puede comprobar con sus propios ojos al contemplar las 245 im¨¢genes del G¨¦nesisseg¨²n Salgado, un trabajo que ha llevado al fot¨®grafo brasile?o ocho a?os recorriendo el planeta en busca, ni m¨¢s ni menos, que del para¨ªso.

?Para qu¨¦? Para emular el ojo de Dios pero ser fiel a Darwin, para dar testimonio de los or¨ªgenes de la vida intactos, para certificar que corre el agua, que la luz es ese manantial m¨¢gico que penetra como un pincel y muta las infinitas sugerencias en blanco y negro que Salgado nos muestra del mundo. Para experimentar pegado a la tierra y los caminos aquello que relatan los textos sagrados pero tambi¨¦n seguir la estela de la evoluci¨®n de las especies; para comprobar que los ping¨¹inos se manifiestan; para comparar la huella con escamas de la iguana y el monumental caparaz¨®n de las tortugas en Gal¨¢pagos; para explicar que los ind¨ªgenas llevan en la piel tatuado el mapa de su comuni¨®n con la de los r¨ªos y los bosques; y que los elefantes y los icebergs emulan fortalezas de hielo y piel; y que la geolog¨ªa dise?a monumentos y que todav¨ªa quedan santuarios naturales a los que aferrarnos.
Salgado (Aimor¨¦s, 1944) no sospechaba que a su edad iba a encontrarse en tan buena forma. Pero cuando decidi¨® meterse a fondo en esta aventura que le ha absorbido hasta el tu¨¦tano, el fot¨®grafo se sorprendi¨® a s¨ª mismo atravesando cimas de 4.200 metros, vagando entre los surcos del agua, penetrando en la foresta y a expensas de la desnudez del desierto para captar lo que ha captado. ¡°Tambi¨¦n es una vuelta a mis or¨ªgenes, a mi infancia en Brasil, cuando realizaba largos trayectos a pie, junto a mi padre, transportando ganado, y las distancias eran relativas¡±, asegura.

As¨ª es como ¨¦l cree que aprendi¨® a mirar. Lentamente. Y a ser paciente, tal y como confiesa en De mi tierra a la Tierra, sus memorias publicadas ahora tambi¨¦n por La F¨¢brica. En ellas describe, aparte de los hitos de su carrera, c¨®mo alguien a quien le sonre¨ªa la vida, economista de alto nivel, se convirti¨® en un fot¨®grafo que al principio de su carrera no dispon¨ªa de recursos para sufragar sus empe?os de epopeya. Y c¨®mo de los fr¨ªos despachos de los organismos internacionales pas¨® a dormitar entre tribus, ganarse la confianza de los rudos mineros y los perforadores de pozos petrol¨ªferos para sacar adelante un proyecto como La mano del hombre o comprobar los efectos de la globalizaci¨®n migratoria antes de que se produjeran plasm¨¢ndolos en su trabajo ?xodos.
En G¨¦nesis, Salgado ha logrado un viaje interior del que cualquiera puede ser part¨ªcipe ¡ªbien en la exposici¨®n o bien sumergi¨¦ndose en las p¨¢ginas del espectacular tomo que ha publicado Taschen¡ª sinti¨¦ndolo al aire libre. Las mutantes leyes del universo se manifiestan en ¨¦l. ¡°No creo que exista un orden establecido, pero s¨ª una evoluci¨®n com¨²n y natural entre lo mineral, lo animal y lo vegetal, una interacci¨®n¡±, explica.
Para ello ha caminado, ha logrado extraer energ¨ªas milenarias de rutas como la que une Lalibela y el parque de Simien, en Etiop¨ªa. En total, 850 kil¨®metros a pie en tres meses. ¡°El viaje de mi vida¡±, confiesa. Una odisea para la que reuni¨® a un equipo de 15 personas y 18 burros de carga en los que transportaban los v¨ªveres y el material. ¡°As¨ª pude experimentar lo que se relata en el Antiguo Testamento, c¨®mo viajaba la gente entonces, como viv¨ªa¡±. Lo hac¨ªan por senderos marcados por la huella del hombre desde hace m¨¢s de 5.000 a?os y que se conservan intactos, como las costumbres de algunos. Se levantaban cada ma?ana a eso de las cinco de la madrugada y emprend¨ªan trayectos de unos 30 kil¨®metros en 10 o 12 horas. Sin planes demasiado inflexibles ¡ª¡°hab¨ªa que pararse a fotografiar, claro¡±¡ª, con GPS y un cocinero, a juicio de Salgado magn¨ªfico. Su mujer, Leila, se uni¨® a ellos en el ¨²nico cruce de caminos al que se pudo acercar desde Ad¨ªs Abeba en coche y les acompa?¨® 350 kil¨®metros despu¨¦s andando. Es imposible entender la obra de Salgado sin su compa?era de por vida, que le dise?a los cat¨¢logos y las exposiciones, le acompa?a en los viajes y le alienta a abordar sus ¨¦picos proyectos.
As¨ª es como Sebasti?o Salgado ha querido retratar las ra¨ªces que nos pegan a la Tierra, a trav¨¦s de entornos donde sigue reinando el acecho del tigre, protegido por cuevas y rutas desde las que observaba la marea luminosa que mutaba los bosques y la arena de los desiertos, la erosi¨®n serpenteante de los cauces, donde no existen casas m¨¢s all¨¢ del techo que ofrecen los ¨¢rboles; donde las mujeres, sin mediar palabra, lavan los pies del forastero y el pecho de las madres est¨¢ a disposici¨®n del hambre de sus hijos. Donde mana la vida en su orden salvaje, con su ley aclimatada al necesario pacto del equilibrio que en otros lugares vamos perdiendo.
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