Malos recuerdos

Los primeros minutos de Mindscape familiarizan al espectador con un concepto ¡ªel detective de recuerdos¡ª que parece una versi¨®n algo vaciada de posibilidades del que acu?¨® el japon¨¦s Yasutaka Tsutsui en su novela Paprika (Atalanta) ¡ªla detective de sue?os¡ª, llevada al cine de manera tan exc¨¦ntrica como magistral por el malogrado Satoshi Kon. Con todo, la pel¨ªcula de Jorge Dorado deja claro que el recuerdo es un territorio tan inestable como el sue?o, una zona de ambig¨¹edad de coordenadas variables, donde un duelo de inteligencias como el que aqu¨ª se propone, entre investigador con trauma a cuestas y paciente con inquietante mirada ang¨¦lica, no tendr¨ªa por qu¨¦ ser tan rutinario y previsible como lo que acaba proponiendo el guion de Martha y Guy Holmes.

Con una larga trayectoria como ayudante de direcci¨®n en t¨ªtulos tan notables como El espinazo del diablo (2001), Hable con ella (2002), La mala educaci¨®n (2004) y Malas temporadas (2005) y una sostenida y s¨®lida carrera como director de cortometrajes, Jorge Dorado debuta en la direcci¨®n de largos, amparado en la producci¨®n por Jaume Collet-Serra, con un ejercicio de cruce gen¨¦rico, entre el thriller y lo sobrenatural, marcado por una competencia t¨¦cnica que avanza firmemente de la mano de una descorazonadora impersonalidad estil¨ªstica. Mindscape es una pel¨ªcula rodada en el esperanto formal del cine espect¨¢culo medio facturado por Hollywood: sin soluciones visuales remarcables, con el giro sorpresa como gastado recurso narrativo, bajo la precauci¨®n de no evocar m¨¢s de lo necesario los manierismos formales del viejo thriller psicoanal¨ªtico ¡ªdonde Hitchcock, por cierto, extrajo oro en Recuerda y Marnie, la ladrona¡ª y con la probable aspiraci¨®n de encontrar alg¨²n parecido al Origen de Christopher Nolan al otro lado del espejo. En el fondo, nada que no hubieran anunciado cortos como La guerra (2005) ¡ªla revelaci¨®n de Dorado¡ª o El otro (2012) ¡ªsu pen¨²ltimo trabajo¡ª, con su esp¨ªritu de cartas de auto-recomendaci¨®n para la gran industria.

La solvencia de Mark Strong en un registro inhabitual y la turbadora fragilidad de Taissa Farmiga aportan el alma que falta a este trabajo que prefiere reiterar antes que so?ar.