Incluyentes y excluyentes
La existencia vagabunda de dos tipos de escritores: los incluyentes y los excluyentes (generosos y r¨¢canos). En la atm¨®sfera cerrada de los excluyentes ¨Cque ser¨ªan una especie de ¡°nacionalistas¡± de la literatura- encontramos a Paul Val¨¦ry, por ejemplo, flagrante caso de escritor siempre inc¨®modo ante cualquier movimiento de una inteligencia que no sea la suya. Fue Julien Gracq quien observ¨® que Val¨¦ry le¨ªa a sus contempor¨¢neos con recelo, pues en cuanto notaba que alguien pensaba al margen de ¨¦l, se sent¨ªa agredido, como si creyera que le invad¨ªan su espacio vital, como si fuera una insolencia el sedimento de cualquier pensamiento for¨¢neo.
Si en Val¨¦ry se daba ese sombr¨ªo exclusivismo mental, en alguien como su amigo Andr¨¦ Gide pod¨ªa observarse el fen¨®meno contrario: s¨®lo se animaba con sus lecturas, y era capaz de cualquier cosa con ellas. De alg¨²n modo recuerda a Roberto Bola?o, de l¨¢tigo suelto, pero siempre m¨¢s proclive a sumar que a restar: lleg¨® incluso a encontrar una f¨®rmula para que en Argentina congeniaran po¨¦ticas tan opuestas como las de Borges y Cort¨¢zar.
Los excluyentes (que otros llaman ¡°los cuadriculados¡±) parecen sometidos por un clima general de pura asfixia. Entre los incluyentes hay m¨¢s aire, se respira generosidad y apertura a las po¨¦ticas de tanto don nadie, siempre pensando (como Bola?o) que en el fondo no hay nada que no merezca ser narrado. Los incluyentes podr¨ªan ser vecinos del Kafka de Descripci¨®n de una lucha: ¡°?Cuente de una vez esas historias! Ya no quiero o¨ªr fragmentos. Cu¨¦ntemelo todo, desde el comienzo hasta el final. Menos no pienso escuchar. Es el conjunto lo que me fascina¡±.
Tal vez Borges sea el prototipo m¨¢ximo del narrador que aspira a acceder un d¨ªa al ¡°fascinante conjunto¡±. Al contrario de los escritores ¡°muy serios¡± de su ¨¦poca (Mann, por ejemplo), Borges inclu¨ªa m¨¢s que exclu¨ªa, y as¨ª, al tiempo que nos suger¨ªa asomarnos al dif¨ªcil Schopenhauer o recuperaba a Schwob, nos invitaba a de todos modos no desde?ar las vulgares enciclopedias¡ El tribunal del tiempo no s¨®lo ha premiado su acogedora actitud hacia las escrituras ajenas, sino que ha sancionado la sordidez de Val¨¦ry y dem¨¢s ingenieros finos de la racaner¨ªa.
Es m¨¢s, si en su momento Val¨¦ry pudo parecer un contempor¨¢neo y Borges un anacr¨®nico, en la actualidad Val¨¦ry tiene un aire prehist¨®rico y a Borges en cambio le percibimos como habitante del futuro: no en vano su obra aconseja el viaje al Universo (que otros llaman la Biblioteca), las conexiones magn¨¢nimas con la inteligencia ajena, la consulta de otros mundos narrativos y otros ¨¢mbitos, el di¨¢logo con ellos. Es probable que ¨¦ste sea el mejor m¨¦todo para aspirar al ¡°fascinante conjunto¡±. Para aspirar a que, en una sorprendente tarde de los d¨ªas del porvenir, culminando tantos esfuerzos de siglos, un escritor concluya la gran aventura universal de la generosidad lectora y pase de repente a cont¨¢rnoslo todo ¨Chan o¨ªdo bien: todo-, desde el comienzo hasta el final, incluido el verdadero destino de Borges y el nuestro.
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