El infinito Polanski
Dos ¨²nicos personajes y sin embargo, cu¨¢ntas capas, como cajas chinas una tras otra, hasta conformar algo dif¨ªcil de igualar
Desde el minuto uno, desde el primer y muy vehemente travelling, desde la primera nota musical, Roman Polanski y su compositor, Alexandre Desplat, remiten al tono de gran gui?ol de La huella, a su modelo de representaci¨®n, a su combate, al teatro de la vida. Y, sin embargo, La venus de las pieles,adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la obra teatral de David Ives, compuesta por el propio dramaturgo, no puede ser m¨¢s puramente Polanski: en su tono y en su car¨¢cter obsesivo; en sus diferentes planos de ataque y en su vertiente opresiva; en su fascinante intelectualidad.
LA VENUS DE LAS PIELES
Direcci¨®n: Roman Polanski.
Int¨¦rpretes: Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner.
G¨¦nero: drama. Francia, 2013.
Duraci¨®n: 96 minutos.
Dos ¨²nicos personajes: un autor y director de teatro, y una mujer que aspira al papel principal de la obra en una audici¨®n. Y, sin embargo, cu¨¢ntas capas, como una serie de cajas chinas una tras otra, hasta conformar algo dif¨ªcil de igualar: una pel¨ªcula de ficci¨®n (esta) que adapta una obra de teatro (la de Ives), que se inspira en una novela, tambi¨¦n llamada La venus de las pieles, escrita por el decimon¨®nico austriaco Leopold von Sacher-Masoch, primo hermano mental y literario del marqu¨¦s de Sade, y origen directo de la palabra masoquismo. Si a ello le a?adimos que la pieza relata una prueba de reparto y que, en realidad, quiz¨¢ no estemos m¨¢s que ante un personaje dual que, en su desesperaci¨®n y mir¨¢ndose en un metaf¨®rico espejo, inventa su propia Venus para dialogar consigo mismo y acabar fundiendo, casi a la manera del Unamuno de Niebla, personaje y autor¨ªa, hasta converger en un autoinculpaci¨®n como artista y como persona, llegaremos casi a la extenuaci¨®n en cuanto a niveles de representaci¨®n. Parece dif¨ªcil, pero no lo es (tanto).
Como tambi¨¦n resulta complicado encontrar una obra, o llevarla hasta tal t¨¦rmino, en la que haya tantos paralelismos con el cine del maestro polaco. Tantos que hasta el propio Polanski, en dos decisiones que rozan lo enfermizo, ha colocado a su se?ora, Emmanuelle Seigner como protagonista, y ha buscado un actor, Mathieu Amalric, de gran parecido f¨ªsico con ¨¦l, al que ha peinado con su estilo de joven, y al que acaba travistiendo en un momento que remite de modo irremisible al propio director en su pel¨ªcula (como realizador y protagonista) El quim¨¦rico inquilino.
A trav¨¦s de una puesta en escena cl¨¢sica, sin estridencias (menos que en Un dios salvaje, otra reciente adaptaci¨®n teatral), y de un leve acompa?amiento de piano de Desplat, que solo se torna hermosamente grandilocuente en el estir¨®n de degradaci¨®n final, al director de El cuchillo en el agua, Repulsi¨®n, Lunas de hiel y La muerte y la doncella, con las que hay no pocas concomitancias en cuestiones de dominaci¨®n, sometimiento y perversi¨®n, le da tiempo incluso a reflexionar sobre cierta mirada actual a las piezas de ¨¦poca, a las que se aplican c¨®digos de conducta y moralidad contempor¨¢neos, y sobre la exageraci¨®n (o quiz¨¢ no) de elevar todo el arte a un plano social en defensa de las minor¨ªas. En definitiva, el infinito juego del combate sexual y de la dominaci¨®n, ya sea en la cama o fuera de ella, el infinito Polanski.
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