Pedro J.
Era la sonrisa del diablo, infinitamente m¨¢s listo y consciente de lo que pod¨ªa sacar de cada uno
Hace 28 a?os, acorralado por mis adicciones, por mi desesperaci¨®n, o por mi soledad, despu¨¦s de meses en una cl¨ªnica de desintoxicaci¨®n con metodolog¨ªa salvaje, de haberme implantado un parche interior que te pod¨ªa condenar a la muerte si entraba una gota de alcohol en tu cuerpo, roto y con pavor al mundo exterior y a sus compromisos, recib¨ª una llamada de C¨¦sar Alonso de los R¨ªos y de Ana Pu¨¦rtolas, dos personas a las que no conoc¨ªa, ofreci¨¦ndome trabajar en El Independiente y en Vogue, dos medios que acababan de nacer. Sinti¨¦ndote una piltrafa, aquello supuso un est¨ªmulo con el que estar¨¦ siempre en deuda.
Poco despu¨¦s me llam¨® un se?or llamado Pedro J. Ram¨ªrez, que dirig¨ªa con ¨¦xito sobrehumano un peri¨®dico conocido como Diario 16. Dije durante dos veces que pasaba de su magn¨¢nima oferta. A la tercera le dije que s¨ª. Cu¨¢nto instinto y sabidur¨ªa por su parte para saber que yo le pod¨ªa dar juego. Le cont¨¦ ingenuamente el primer d¨ªa que no aceptar¨ªa censuras, que escribir¨ªa lo que me diera la gana. Se rio. Era la sonrisa del diablo, infinitamente m¨¢s listo y consciente de lo que pod¨ªa sacar de cada uno, genial rastreador de sangre, periodista excepcional y al tiempo hombre de negocios, capaz de aglutinar la pasi¨®n de los que trabajaban a sus ¨®rdenes y el pavor del poder, de cualquier signo pol¨ªtico, aunque siempre tuviera muy claro ad¨®nde y por qu¨¦ se dirig¨ªan sus disparos.
Ciudadano Kane
Pod¨ªa vender su imagen de Robin Hood, pero siempre fue el ciudadano Kane, en lo bueno y en lo malo, en sus hallazgos y en sus mentiras, capaz de extraer hasta el infinito lo que parec¨ªa un hueso, descubriendo verdades terror¨ªficas e invent¨¢ndose lo que le conven¨ªa, capaz de hacer el m¨¢s vibrante peri¨®dico de izquierda, de extrema izquierda, de centro, de derecha, de extrema derecha.
Jam¨¢s he conocido a alguien en el mundo de la comunicaci¨®n o la incomunicaci¨®n ¡ªesa chorrada tan conveniente de que el periodismo es objetivo y busca la verdad¡ª capaz de despertar tanta admiraci¨®n y temor reverencial entre la gente que trabajaba para ¨¦l, y tanto miedo entre los que decretaba como piezas de caza, siempre poderosos, tan veraz y tan farsante, tan atrevido y tan calculador, tan inteligente y mezquino como Pedro J. Ram¨ªrez. Si puedo, nunca volver¨ªa a trabajar en sus medios, pero le ofrecer¨ªa mi casa si la necesitara. Es el periodista total, lleno de luz y de sombra. Y me remueve su destierro.
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