El legado universal de Garc¨ªa M¨¢rquez y el amor de los lectores
No sabemos a¨²n qu¨¦ dir¨¢ el porvenir, pero gracias a las caracter¨ªsticas de esta ¨¦poca, Garc¨ªa M¨¢rquez ha demostrado su capacidad de cautivar a gentes de muchas culturas
Era medianoche cuando se abri¨® la puerta del apartamento bogotano donde celebr¨¢bamos la premi¨¨re de la obra Diatriba de amor contra un hombre sentado, y Garc¨ªa M¨¢rquez apareci¨® con una noticia en los labios: ¡°?Acaban de matar a Luis Donaldo Colosio!¡±. Luz Marina Rodas, la gerente del teatro, me hab¨ªa invitado esa tarde al estreno a?adiendo con incertidumbre que a lo mejor tendr¨ªamos la presencia del autor.
El autor no se hab¨ªa dejado ver en el teatro, aunque alguien despu¨¦s cont¨® que, apagadas las luces, su silueta se hab¨ªa instalado en la ¨²ltima fila. Los invitados salimos despu¨¦s para la casa de la fiesta, con Laura Garc¨ªa, la protagonista del mon¨®logo, el director, Ricardo Camacho, y otros amigos. Ya nos hab¨ªamos hecho a la idea de no verlo, cuando Garc¨ªa M¨¢rquez lleg¨® con la noticia. Ven¨ªa tarde porque hab¨ªa estado hablando por tel¨¦fono con Carlos Fuentes y otros amigos de M¨¦xico.
Yo lo hab¨ªa le¨ªdo desde mis quince a?os, pero no lo contaba entre los humanos a los que fuera posible conocer, sino entre los cl¨¢sicos de la literatura; para m¨ª pertenec¨ªa m¨¢s a la leyenda que al mundo f¨ªsico. Cien a?os de soledad hab¨ªa conmocionado nuestras letras y hab¨ªa iniciado en la literatura a varias generaciones. Salvo Jorge Isaacs, Vargas Vila, Jos¨¦ Asunci¨®n Silva y Jos¨¦ Eustasio Rivera, los escritores colombianos eran hasta entonces glorias locales; pero Gabo hab¨ªa triunfado en el mundo entero: no solo lo le¨ªan en ingl¨¦s y en franc¨¦s, lo le¨ªan en h¨²ngaro, en mandar¨ªn, en lituano, en tamil, en japon¨¦s, en ¨¢rabe. Y cuando en 1982 le lleg¨® el premio Nobel, hac¨ªa mucho ya que era uno de los novelistas m¨¢s afamados del mundo.
Yo incluso sent¨ªa que la fama presente de Gabo era mayor que la de todos sus cong¨¦neres. En vida, Shakespeare solo fue conocido por los londinenses que frecuentaban el teatro; Voltaire y Goethe tuvieron en su tiempo una fama escasamente europea; Cervantes tard¨® siglos en llegar a Alemania o a Rusia, aunque acabar¨ªa por fascinar a Heine y a Tolstoi, a Thomas Mann, a Dostoievski y a Kafka.
En Panam¨¢, Jorge Ritter se encontr¨® un d¨ªa con Garc¨ªa M¨¢rquez y le pregunt¨® por la novela en la que estaba trabajando. ¡°Ya est¨¢ lista¡±, le contest¨® Gabo, ¡°s¨®lo falta escribirla¡±
Aquella noche tuve el privilegio de conocer a la mayor leyenda de nuestra literatura, pero lo que m¨¢s me sorprendi¨® fueron su sencillez y su cercan¨ªa. Cuando nos sentamos frente a frente a la mesa, le cont¨¦ que por casualidad hab¨ªa rele¨ªdo Cien a?os de soledad unos d¨ªas atr¨¢s y que un episodio me hab¨ªa impresionado especialmente. Quiso saber cu¨¢l, y le habl¨¦ del momento en que el coronel Aureliano Buend¨ªa vuelve derrotado a Macondo y, enfermo, en una celda, recibe la visita de su madre.
Me conmovi¨® que ella permaneciera un rato visit¨¢ndolo en completo silencio, mientras ¨¦l yac¨ªa en su catre, con los brazos extendidos hacia atr¨¢s por el dolor de las axilas inflamadas. Ese silencio entre dos seres que ten¨ªan tanto que decirse, y que tanto se asemejaban en su voluntad obstinada y en su capacidad de poner a los dem¨¢s a girar a su alrededor, me parec¨ªa muy elocuente.
En ese episodio, cuando ?rsula va a retirarse, le dice bruscamente: ¡°Te traje un rev¨®lver¡±. ¡°No me va a servir de nada ¡ªresponde el coronel¡ª pero d¨¦jelo, porque la van a requisar a la salida¡±. Gabo iba repitiendo los di¨¢logos a medida que yo los recordaba, y pas¨¦ a la escena siguiente, cuando los soldados sacan a Aureliano de su celda para conducirlo al pared¨®n, por el camino del cementerio. De repente se abre la ventana de la casa donde vive su hermano con Rebeca Buend¨ªa, Jos¨¦ Arcadio sale con un rifle, enca?ona a los hombres del pelot¨®n de fusilamiento, que en realidad sienten alivio porque no quieren matar al coronel, y salva a su hermano en el ¨²ltimo instante.
Gabo me hizo entonces una revelaci¨®n: ¡°F¨ªjate que en mis planes el coronel iba a morir fusilado, y era all¨ª donde lo ejecutaban. Por eso la novela comienza con el momento en que el coronel, frente al pelot¨®n de fusilamiento, recuerda aquel episodio de su infancia en que su padre los llev¨® a conocer el hielo. Pero cuando estaba contando c¨®mo lo llevaban los soldados hacia el cementerio, record¨¦ que en esa calle viv¨ªa Jos¨¦ Arcadio, y ocurri¨® algo que yo no ten¨ªa previsto: el hermano tom¨® el fusil, sali¨® de la casa, y salv¨® al coronel¡±.
Los chinos sienten que Cien a?os de soledad revela rasgos poderosos de su cultura, y su traductora al h¨²ngaro ha revelado que Garc¨ªa M¨¢rquez retrata bien la vida de las aldeas de Hungr¨ªa y el car¨¢cter de sus habitantes
Aquella confidencia literaria marc¨® el comienzo de mi amistad con Garc¨ªa M¨¢rquez, pero al mismo tiempo empez¨® a modificar la idea que yo ten¨ªa de su literatura. Para m¨ª, Gabo era un autor diestro y fascinante, con un dominio extraordinario del arte de contar, y un control absoluto de sus argumentos: all¨ª comprend¨ª que su aventura creadora segu¨ªa otro curso, que el escritor estaba siempre dispuesto a dejarse sorprender por sus personajes y no sab¨ªa previamente c¨®mo terminar¨ªa su relato.
En Panam¨¢, Jorge Ritter se encontr¨® un d¨ªa con Garc¨ªa M¨¢rquez y le pregunt¨® por la novela en la que estaba trabajando. ¡°Ya est¨¢ lista¡±, le contest¨® Gabo, ¡°solo falta escribirla¡±. Parece una frase traviesa pero est¨¢ llena de sentido. Dasso Sald¨ªvar y Gerald Martin han contado c¨®mo trabaj¨® Garc¨ªa M¨¢rquez por a?os en borradores de Cien a?os de soledad, esa novela que originalmente iba a llamarse La Casa. Ser¨ªa fascinante encontrar esos borradores donde Gabo defini¨® sin duda los personajes, los episodios, la atm¨®sfera del pueblo, el plano de la casa, las historias de la compa?¨ªa bananera, el recuerdo de los gitanos, las damas francesas, las lluvias eternas y los aparatos de m¨²sica de un muchacho italiano, pero yo s¨¦ que la principal sorpresa ser¨ªa que en esos borradores no est¨¢ Cien a?os de soledad.
Gabo pod¨ªa conocer la historia que iba a contar, el mundo donde esa historia ocurr¨ªa, los personajes y los episodios, pero todav¨ªa no ten¨ªa lo principal: la entonaci¨®n, el ritmo del relato, el modo como el hilo saldr¨ªa de la madeja para convertir esa abigarrada realidad que hab¨ªa en su memoria, ese universo caribe?o de personajes disparatados, acontecimientos ins¨®litos y climas delirantes, en el ¨¢rbol de las razas y en la locura de relojes que hicieron de Macondo una de las comarcas m¨¢s memorables de la imaginaci¨®n literaria.
Es esa entonaci¨®n, esa magia del lenguaje, lo que le dio a Garc¨ªa M¨¢rquez su perfil inconfundible entre los autores de nuestra ¨¦poca. Los bi¨®grafos siempre vuelven a contarnos que fue al emprender con su mujer y con sus hijos aquel viaje a Cuernavaca, cuando Gabo, que conduc¨ªa el autom¨®vil, sinti¨® llegar la frase que desenred¨® la madeja y le mostr¨®, como una epifan¨ªa, cu¨¢l era el tono, el ritmo que le iba a permitir contarlo todo, ir del comienzo al fin de su biblia pagana del Caribe. Dio media vuelta, volvi¨® a la casa, y se encerr¨® por meses a escribir su novela.
Amos Oz nos ha recordado que las primeras palabras de una obra literaria son mucho m¨¢s que un comienzo: son una clave, un conjuro: son el hallazgo m¨¢s importante, el de la entonaci¨®n, la decisi¨®n de qui¨¦n cuenta la historia. Marcan la pauta del ritmo de la narraci¨®n, y definen la atm¨®sfera, la perspectiva del relato, la fuerza de su impulso. As¨ª que Garc¨ªa M¨¢rquez sabe como nadie que aquella frase: ¡°Ya est¨¢ lista: solo falta escribirla¡±, significa ¡°tengo todo en m¨ª, pero a¨²n no s¨¦ convertirlo en relato, tengo ya la pasi¨®n, pero falta la m¨²sica, tengo el magma primitivo que conformar¨¢ la obra, pero todav¨ªa falta la creaci¨®n¡±.
Tiempo despu¨¦s de aquel primer encuentro, le pregunt¨¦ a Gabo c¨®mo hab¨ªan sido los d¨ªas en que se encerr¨® a crear Cien a?os de soledad. Me atrev¨ª a decirle: ¡°En otros libros tuyos se siente el trabajo genial de un escritor, su labor de investigaci¨®n, su esfuerzo de creaci¨®n, pero en Cien a?os de soledad no se siente trabajo alguno, el narrador es un surtidor inagotable y parece que los prodigios fluyeran sin esfuerzo¡±. ¡°Se me ocurr¨ªan sin cesar tantas cosas¡±, me respondi¨®, ¡°que si hubiera tenido m¨¢s dinero la novela habr¨ªa durado otras doscientas p¨¢ginas¡±. Siento que en ese trance creador est¨¢ uno de los secretos de la magia de Garc¨ªa M¨¢rquez.
Nunca est¨¢ lejos de los hechos, nunca se pierde en divagaciones te¨®ricas, en rastreos psicol¨®gicos o en largas explicaciones. Por lo general son los hechos los que tienen que explicarse a s¨ª mismos
Dicen que un cl¨¢sico es aquel autor que logra tener vigencia y sentido para lectores de muchas culturas y de muchas edades distintas. Por eso tarda en saberse cuando alguien es un cl¨¢sico, pues no solo tiene que cautivar a gentes de muchas tradiciones culturales, sino de muchos siglos.
No sabemos a¨²n qu¨¦ dir¨¢ el porvenir, pero gracias a las caracter¨ªsticas de esta ¨¦poca, Garc¨ªa M¨¢rquez ha demostrado su capacidad de cautivar a gentes de muchas culturas. No se trata solamente de que lo aprecien chinos y rusos, iran¨ªes y norteamericanos, franceses y sudafricanos, japoneses y h¨²ngaros. Se trata de algo m¨¢s curioso: del modo como los chinos sienten que revela rasgos poderosos de su cultura, del modo como su traductora al h¨²ngaro ha revelado que Garc¨ªa M¨¢rquez retrata bien la vida de las aldeas de Hungr¨ªa y el car¨¢cter de sus habitantes. Alguien afirm¨® que la literatura ¨¢rabe ha cambiado bajo su influencia, y ello se puede decir de muy pocos autores modernos en espa?ol.
Me gusta recordar que la primera vez que lo vi, Gabo apareci¨® con una noticia en los labios, porque creo que ese car¨¢cter de periodista ha influido positivamente en su literatura. Hay siempre en ella un costado noticioso: su estilo siempre nos est¨¢ informando algo. Sus p¨¢rrafos tienen la claridad, la concisi¨®n, y a menudo el impacto de las noticias. Su voz no parece corresponder a los meandros de una conciencia o a los laberintos del estilo literario, sino a los relatos populares y a los rumores de una comunidad. Tiene m¨¢s en com¨²n con la Biblia y con las Mil y una noches, que con las obsesivas aventuras verbales de Joyce o de Marcel Proust.
Nunca est¨¢ lejos de los hechos, nunca se pierde en divagaciones te¨®ricas, en rastreos psicol¨®gicos o en largas explicaciones. Por lo general son los hechos los que tienen que explicarse a s¨ª mismos. Es el lector quien debe averiguar, si le interesa, por qu¨¦ el coronel Aureliano Buend¨ªa, hastiado de guerras, se dedica a fabricar pescaditos de oro; por qu¨¦ Rebeca termina encerrada lejos del mundo. Garc¨ªa M¨¢rquez cree m¨¢s en los hechos que en las explicaciones, y siempre fue esc¨¦ptico con las interpretaciones de los cr¨ªticos y con las teor¨ªas de los acad¨¦micos, porque sabe que la fuente de las obras es misteriosa, que lo que escribimos es menos un fruto del esfuerzo que un don de lo desconocido.
Eso hace que sus personajes sean seres de carne y hueso y no prototipos o esquemas. Eso permite que al alcalde del pueblo le duela una muela, que una anciana que ha sido orientadora de la historia y due?a de los destinos termine convertida en el desvalido juguete de sus nietos; que un ¨¢ngel decr¨¦pito tenga ruidos en los ri?ones; que una mujer indescifrable pase sus ¨²ltimos a?os tejiendo su propia mortaja; que finalmente cada personaje est¨¦ solo, viviendo su aventura impredecible y casi siempre inexplicable.
Ese car¨¢cter sorprendente de sus situaciones y de sus personajes podr¨ªa ser una de las claves de la vitalidad de su prosa. Quiero decir que las invenciones demasiado gobernadas por el pensamiento y por la voluntad terminan siendo predecibles: la raz¨®n vive de inventos y de esquemas, crea cosas para que sirvan a determinados fines. Los inventos de la intuici¨®n son m¨¢s misteriosos: van apareciendo como flores de duende, no obedecen a una finalidad evidente, se bastan con su propio milagro y suelen ignorar el desenlace.
Se dice que uno de los secretos de la Biblia es su extra?a capacidad de aliar la sencillez con la sublimidad, de decir lo m¨¢s profundo de la manera m¨¢s sencilla. Garc¨ªa M¨¢rquez es uno de esos autores que satisface por igual al cr¨ªtico m¨¢s exigente, y a lectores que nunca han le¨ªdo otro libro. Tiene el don de lo que es a la vez claro, ameno y misterioso.
?l mismo ha dicho que lo que encontr¨® aquel d¨ªa, por la ruta de Cuernavaca fue el tono de la voz de su abuela, la capacidad de decir las cosas m¨¢s inveros¨ªmiles con la cara de palo de quien las cree de verdad. Sus obras parecen derivar de la tradici¨®n oral. Como los poemas, quieren ser dichas en voz alta, porque tienen mucho de la virtud sonora del lenguaje. Y tambi¨¦n la huella del periodismo est¨¢ presente all¨ª: la necesidad de un lenguaje que no se aleje del habla com¨²n, que est¨¦ en di¨¢logo con la actualidad y con el habla cotidiana.
Garc¨ªa M¨¢rquez no es solo un autor le¨ªdo sino un autor amado. Quiero recordar finalmente una an¨¦cdota que ¨¦l mismo ignora. Lo acompa?¨¦ una vez a la librer¨ªa Gandhi, en Ciudad de M¨¦xico. Gabo hab¨ªa estado enfermo y las gentes lo sab¨ªan. Mientras recorr¨ªamos los estantes se fue formando silenciosamente, como siempre, una fila de personas que lo esperaban para que firmara sus libros. Me pidi¨® que le avisara cuando hubiera transcurrido cierto tiempo. De pronto vi algo conmovedor. Mientras all¨¢, al fondo, Garc¨ªa M¨¢rquez firmaba los libros, un par de se?oras, a sus espaldas, y sin que ¨¦l se diera cuenta, lo bendec¨ªan.
William Ospina es escritor colombiano. Premio R¨®mulo Gallegos por su obra El pa¨ªs de la canela.
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