Ouka Lele y el feminicidio en el Congo

La mesa de m¨¢s de 15 metros de largo podr¨ªa haber servido para una de esas grandes cenas en las que los representantes de los pa¨ªses m¨¢s poderosos del mundo rubrican sus encuentros. Porcelana y cristal sobre mantenles de lino alumbrados por bellos candelabros que no permiten apreciar los detalles. Pero si el espectador se adentra en el comedor ver¨¢ que desde las faldas de la mesa se amontonan desechos de todos esos aparatos electr¨®nicos ordenadores, tabletas, tel¨¦fonos inteligent¨ªsimos que trepan hasta la fina loza. Las paredes del comedor est¨¢n adornadas con grandes fotograf¨ªas en color protagonizadas por la muerte (calaveras, fetos). Al fondo, la periodista Caddy Adzuba, denuncia una de las guerras m¨¢s terribles y silenciadas de los ¨²ltimos a?os, la que se libra en Rep¨²blica del Congo para hacerse con el oro, los diamantes y el colt¨¢n.

Bajo el t¨ªtulo de Un cruel banquete. Pour quoi?. Ouka Leele (Madrid, 1957) ha creado una instalaci¨®n en la que belleza y horror se unen para llamar la atenci¨®n sobre el horror insoportable que sufren las mujeres en una guerra en la que 160 mujeres son violadas cada semana y en la que han muerto casi 6 millones de personas. Un retazo de cielo azul o alguna de las flores blancas de las fotograf¨ªas, son el ¨²nico apunte de esperanza en medio de la tragedia.

Las inquietantes fotograf¨ªas impresas sobre lienzo incluidas en la instalaci¨®n tienen a la muerte como protagonista. La pieza titulada Y el amor (2014) muestra dos calaveras apoyadas la una contra la otra que reposan sobre chips y circuitos en desuso. Un ramo de rosas marchito se extiende sobre los cr¨¢neos. Las siete fotograf¨ªas incluidas en la muestra han sido creadas a partir de piezas procedentes del Museo de Anatom¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.

Del techo que cubre el comedor penden 300 flores blancas colgadas de hilos transparentes con las que la artista ha buscado crear una lluvia de esperanza que aligera la presi¨®n tremenda que se siente al caminar por la sala. Pero lo realmente brutal est¨¢ en el discurso de Caddy Adzuba, quien con una voz cargada de pena y firmeza va narrando los detalles m¨¢s terribles que sufren muchas mujeres en su pa¨ªs. No importa la edad, sus cuerpos son sometidos a los abusos m¨¢s aberrantes con la crueldad m¨¢s extrema que se pueda imaginar. Milicias y guerrilleros utilizan a las mujeres como un campo de batalla en el que experimentar el mal absoluto. Con l¨¢grimas rodando sin parar por su rostro, pero con la voz tranquila, Adzuba reproduce lo que uno de los asesinos anunci¨® a una mujer madre de cinco hijos: ¡°Violar¨¦ tu cuerpo y tu sexo. Despedazar¨¦ y desmembrar¨¦ a tu marido ante tus ojos. Har¨¦ que tus propios hijos introduzcan, con terror insoportable, su sexo en el tuyo, y ordenar¨¦ que, sin t¨² saberlo, tus cinco hijos te sean servidos como comida¡±. Cumpli¨® la amenaza y no se sabe que fuera castigado por ello.