Come y calla... en Nueva York
Un restaurante ecol¨®gico apuesta por cenas en silencio, de inspiraci¨®n budista
Ni m¨®viles, ni c¨¢maras, ni una voz m¨¢s alta que otra. La ley del come y calla se ha impuesto en uno de los restaurantes con m¨¢s seguidores de una de las zonas m¨¢s en alza de Brooklyn, Greenpoint. Y como su propio nombre indica, es un punto con muchos partidarios de la vida en verde: comida ecol¨®gica, mentes sanas en cuerpos sanos...
En este caldo de cultivo, del gusto por los productos ecol¨®gicos cultivados en el propio Estado de Nueva York, con la m¨¢xima de la huerta al plato, naci¨® Eat Greenpoint: caf¨¦ confortable, restaurante de comida casera, horno y panader¨ªa... El restaurante luce paredes blancas, bancos y mesas de madera, tambi¨¦n utensilios de madera junto a los de metal, cuencos de cer¨¢mica hechos por artistas locales y por el propio due?o del establecimiento, Jordan Col¨®n.
Al traspasar la puerta, donde est¨¢ aparcada una carretilla huertana, y asomarse al recinto, da la impresi¨®n de que se entra en una especie de templo. Y es precisamente una inspiraci¨®n espiritual, la forma silenciosa de comer en los monasterios budistas, lo que anim¨® a Nicholas Neuman (28 a?os), chef y camarero de Eat, a experimentar ¡ªtras un iluminador viaje por India¡ª con las comidas donde la boca se abre para masticar y tragar, no para hablar. Se sirve y se come en silencio durante una hora.Los camareros tampoco hablan, sonr¨ªen al menos. Y gesticulan. Como los comensales.
No hace falta pedir porque el men¨², solo para 25 personas, est¨¢ escrito a tiza en la pizarra y en el caso de las Silent Meals, se trata de un men¨² cerrado de cuatro platos, por 30 euros. Los que no pueden m¨¢s y se saltan la norma silente tienen que salir a los bancos de fuera del restaurante a seguir comiendo y hablando, si quieren, como cotorras.
La iniciativa de Eat se estren¨® t¨ªmidamente en verano pasado y en el invierno se hizo notoria, sorprendiendo en las agitadas noches de viernes y s¨¢bado. ?Una hora sin oir ni un ruido? ?En una ciudad donde un tercio de los restaurantes superan incluso los 96 decibelios de sonido? Visto como una escapada de relax antiestr¨¦s, como ventaja para gourmets solitarios o por simple morbo. Eat se convirti¨® en polo de atracci¨®n. Para Neuman, su idea es justo un incentivo ¡°para saborear la comida mejor, para concentrarse en las propiedades viscerales del acto de comer¡±.
Tras el consiguiente revuelo medi¨¢tico, el local registr¨® llenos, con los comensales hambrientos de experiencias obligados a reservar con un mont¨®n de d¨ªas de antelaci¨®n. El ¨¦xito de la experiencia les ha hecho a los gestores de Eat mantener su propuesta silenciosa, incluso han a?adido elementos extraculinarios, como una sesi¨®n de yoga. Tras unas comidas silenciosas escalonadas en lo que va de a?o, a partir del pr¨®ximo abril se celebrar¨¢n de forma estable todos los primeros domingos de cada mes, previa reserva.
Aunque Eat Greenpoint est¨¢ labrando fama medi¨¢tica por la excentricidad del silencio y ya tiene un p¨²blico urbanita fiel que huye del mundanal ruido, no parece convencer a los especialistas. Estos no piensan que sus sencillos platos con profusi¨®n de vegetales est¨¦n a la altura de los paladares m¨¢s exigentes. El cr¨ªtico Steve Cuozzo le dio un cero en su rese?a para The New York Post. Pidi¨® opini¨®n al chef neoyorquino Eric Ripert, poseedor de tres estrellas Michelin en su restaurante Le Bernardin y budista practicante. Y la respuesta fue demoledora: ¡°Si quiero comer en silencio me voy a casa o a un monasterio¡±.
¡°Aunque mucha gente come en casa frente al televisor sin intercambiar una palabra con la familia, no creo que una iniciativa de negocio como la de Eat triunfara en Espa?a¡±, opina Jos¨¦ Ram¨®n Calvo, jefe de sala del restaurante vasco Mugaritz. All¨ª tambi¨¦n reina la quietud, pero no tanto como ¡°para renunciar al placer de la charla¡±. ¡°Nuestra personalidad y nuestra cultura gastron¨®mica es de disfrute y de compartir¡±.
El restaurante estadounidense sigue tenazmente con sus comidas en silencio a pesar de las cr¨ªticas de expertos gastron¨®micos. Lo suyo, que no es ¨²nico ¡ªla artista australiana Honi Ryan ha organizado fiestas culinarias mudas y las quiere exportar a Londres¡ª ha llegado a la publicidad. Un anuncio de Lanvin muestra una cena en silencio como algo chic.
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