El paparazi se cuela en el museo
Una exposici¨®n en el Pompidou de Metz indaga en la influencia de la foto robada en el canon est¨¦tico contempor¨¢neo M¨¢s de 600 obras integran la muestra
Se les ve subidos a la verja que sirve de entrada a la mansi¨®n de Gina Lollobrigida. Esperando a Anita Ekberg, cual jaur¨ªa humana, al final de la escalera del avi¨®n que la llevaba de vuelta a Roma. O metiendo la nariz en el jard¨ªn privado de Tom Cruise o en los amor¨ªos al volante de Leonardo DiCaprio. Pero en Paparazzi!, la exposici¨®n dedicada a su sedicioso oficio que hoy abre las puertas en el Centro Pompidou de Metz, tambi¨¦n les observamos tomando posesi¨®n del canon est¨¦tico de la ¨²ltima mitad de siglo.
Esa es la novedosa tesis que manejan los comisarios de la muestra ¡ªCl¨¦ment Ch¨¦roux, Quentin Bajac y Sam Stourdz¨¦¡ª, responsables de un recorrido en m¨¢s de 600 obras por la historia de la escuela menos respetada de la fotograf¨ªa de prensa, que a la vez es un estudio sobre su permeabilidad en el campo del arte contempor¨¢neo, en el que reconocidos creadores, armados de flash y teleobjetivo, se han reapropiado de sus c¨®digos.
La muestra yuxtapone las im¨¢genes de legendarios paparazis, como Ron Galella, Tazio Secchiaroli y Pascal Rostain, junto a obras de Richard Avedon, William Klein, Gerhard Richter, Cindy Sherman o Andy Warhol. El resultado logrado por unos y otros no se distingue en exceso. Demuestra c¨®mo la intrusi¨®n en la vida ajena se ha convertido en una pr¨¢ctica socialmente aceptada, pero tambi¨¦n hasta qu¨¦ punto la fotograf¨ªa robada ocupa un lugar central en el paradigma art¨ªstico, pese a que nos empe?emos en menospreciarla. ¡°La idea era elaborar un proyecto cient¨ªfico de un fen¨®meno con un siglo de existencia, pero que nadie ha estudiado con atenci¨®n¡±, asegura Ch¨¦roux.
La exposici¨®n, que se puede visitar hasta el 9 de junio en la sucursal del Pompidou en la capital sider¨²rgica de la Lorena francesa, se abre con La dolce vita. Fellini no se invent¨® un fen¨®meno que ya era pr¨¢ctica com¨²n desde hac¨ªa d¨¦cadas ¡ªOtto von Bismarck ya fue fotografiado en su lecho de muerte, como Whitney Houston m¨¢s de un siglo m¨¢s tarde¡ª, pero s¨ª que le confiri¨® un nombre y una mitolog¨ªa. El cineasta bautiz¨® a estos lobos solitarios sin moral y con escasos escr¨²pulos. La sociedad biempensante de la ¨¦poca aborrec¨ªa sus im¨¢genes obscenas, que luego le¨ªa con avidez en los primeros semanarios sensacionalistas. ¡°Desde el principio, los paparazis se convierten en el contrapunto al reportero de guerra, capaz de arriesgar su vida para transmitir lo que suced¨ªa en el mundo¡±, apunta Ch¨¦roux. En realidad, las cosas eran algo m¨¢s complejas. Jacques Langevin, el fot¨®grafo que captur¨® los ¨²ltimos momentos de vida de Lady Di, tambi¨¦n hab¨ªa cubierto la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn y la Guerra del Golfo, igual que Nick Ut, ganador de un pulitzer por sus fotos en Vietnam, se gana la vida hoy fotografiando a Paris Hilton.
La muestra estudia las relaciones entre los paparazis y algunas de sus presas m¨¢s preciadas. Por ejemplo, Elizabeth Taylor, cuyo affaire con Richard Burton provoc¨® que el primer beso ad¨²ltero fuera publicado en la prensa italiana.
¡°Los paparazis no son artistas, porque no trabajan con la voluntad de hacer arte, pero su obra tiene una calidad est¨¦tica involuntaria¡±, apunta el comisario. ¡°Si los creadores de la ¨²ltima mitad de siglo no tardaron en reinterpretar sus c¨®digos es porque eran conscientes de que la foto robada simbolizaba su tiempo. La sociedad del espect¨¢culo, y tambi¨¦n la hipermediatizaci¨®n de la celebridad y la frontera porosa entre lo p¨²blico y lo privado quedan reflejadas en ella¡±. Por ejemplo, Gerhard Richter reinterpret¨® una fotograf¨ªa del arresto de Werner Heyde, responsable del programa que eutanasiaba a los discapacitados durante el nazismo, para realizar uno de sus retratos m¨¢s perturbadores. El sueco Ulf Lundin sigui¨® a una familia de clase media con un teleobjetivo, convirtiendo su banalidad en pura inquietud. Sophie Calle, Cindy Sherman o Gavin Turk se ponen en escena como si fueran una estrella perseguida.
En algunos casos, hasta los propios paparazis se han reciclado en artistas: el citado Rostain hurga desde los noventa en la basura de los famosos para elaborar sugestivos retratos in absentia. Igual que Kert¨¦sz retrat¨® a Mondrian con una simple foto de sus gafas y su pipa, el paparazi consigui¨® una semblanza de Madonna a partir de 15 botellas de agua, una pizza congelada, una bolsa de galletas de arroz y una bebida de soja.Pese a incluir im¨¢genes de pol¨ªticos, el comisario ha preferido no publicar las que revelaron la relaci¨®n de Fran?ois Hollande con Julie Gayet. ¡°Un museo debe tomar distancia con la actualidad¡±, justificaba ayer el comisario.
La muestra tambi¨¦n habla de un mundo en el que, gracias a las redes sociales, todos somos paparazis potenciales, a menudo de nosotros mismos. Al final del trayecto, una portada sensacionalista revela el esc¨¢ndalo cocain¨®mano de Kate Moss. Al acercarse a esta obra de Jonathan Horowitz, el visitante se observa reflejado en el marco de la imagen. El mensaje queda claro: la intrusi¨®n se ha desarrollado tanto como el exhibicionismo. En el cat¨¢logo de la muestra, se menciona una empresa estadounidense que proporciona a falsos paparazis, falsos fans y falsos agentes de seguridad ¡°para poder convertirse en estrella por un d¨ªa, haciendo realidad la profec¨ªa de Warhol¡±. ¡°Podemos decir que hoy todos somos paparazis, a la vez que todos somos estrellas¡±, concluye el comisario.
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