El Museo Jumex se convierte en una nueva referencia cultural en M¨¦xico
El centro de arte contempor¨¢neo, que cumple cien d¨ªas, supera las previsiones de asistencia de p¨²blico y contribuye a crear un polo de atracci¨®n alejado de las rutas tradicionales del turismo
En la ciudad que presume de contar con uno de los m¨¢s nutridos ecosistemas muse¨ªsticos del mundo (171 censados por la secretar¨ªa de Turismo m¨¢s un pu?ado de extraoficiales) brilla ya un reci¨¦n llegado. El museo inaugurado en noviembre pasado por la Fundaci¨®n Jumex para albergar las obras de su colecci¨®n se ha convertido en sus primeros cien d¨ªas en una referencia del arte contempor¨¢neo no solo en la capital, sino en toda Latinoam¨¦rica. La respuesta del p¨²blico ¨Cunos 60.000 mil visitantes en poco m¨¢s de tres meses sin contar los asistentes a la inauguraci¨®n el 19 de noviembre- se sit¨²a por encima de las previsiones. Y su ubicaci¨®n, junto al museo Soumaya, al norte del barrio de Polanco ha contribuido a crear un polo de atracci¨®n cultural alejado de las rutas tradicionales del turismo.
Uno de esos visitantes en estos d¨ªas ha sido el artista mexicano Pedro Reyes. Su obra se ha expuesto en algunas de las mecas del arte contempor¨¢neo, desde la Bienal de Venecia a Art Basel, y desde esas atalayas considera que nos encontramos ante un museo de enorme nivel. En primer lugar, por su propio envoltorio, una joya minimalista de 7.000 metros cuadrados obra del arquitecto brit¨¢nico David Chipperfield, extraordinario seg¨²n Reyes por dos motivos. En primer lugar, porque no tiene aspiraci¨®n de obra arte, con lo que no eclipsa al contenido. Y en segundo lugar, por sus acabados -para los que se ha usado un material aut¨®ctono, el m¨¢rmol de Xalapa- que lo convierten en uno de los mejor construidos de M¨¦xico.
Lo cierto es que el edificio llama la atenci¨®n sin llamarla. Ubicado en una colonia repleta de enormes moles de hormig¨®n de resonancias sovi¨¦ticas, flanqueado por torres de cristal con grandes letreros de multinacionales y por un gran centro comercial, y circunvalado por un anacr¨®nico tren de mercanc¨ªas; una genialidad arquitect¨®nica, una estructura a modo de toldo que rodea el museo a la altura del primer piso, contribuye a aislar al visitante ya desde el hall de entrada y a sumergirlo en un ambiente de serena austeridad. La luz cenital de su interior se logra con los llamados dientes de sierra, imitaci¨®n exagerada de los ateliers franceses del XIX. Los espacios de exhibici¨®n no tienen ventanas, para concentrar al espectador en las obras, y aquellas se reservan para relajar la vista en los lugares p¨²blicos.
El contenido, seg¨²n Reyes no desmerece al continente. En la planta superior del museo se exhibe la punta del iceberg de la colecci¨®n de la Fundaci¨®n Jumex, construida desde finales del siglo XX, obra a obra, por Eugenio L¨®pez Alonso, miembro de una de las familias m¨¢s importantes de la industria alimentaria mexicana. Ah¨ª se exhiben trabajos de Jeff Koons, Donald Judd, Fred Sandback, Damien Hirst o Thomas Ruff, y tambi¨¦n de artistas mexicanos como Gabriel Orozco o el tambi¨¦n urbanista y arquitecto Eduardo Terrazas. ¡°El balance es muy alto, es un museo de primer orden. Hay una obra muy s¨®lida y sobre todo hay una intenci¨®n, un discurso, no es una suma de cosas o de nombres famosos¡±, comenta otro escultor mexicano de primer nivel, visitante estos d¨ªas del museo. Reyes alaba tambi¨¦n la exhibici¨®n temporal de James Lee Byars, artista estadounidense fallecido en 1997 con conexiones con el minimalismo y el barroco. ¡°Es una belleza de nivel mundial¡±, comenta.
La Fundaci¨®n Jumex tiene una notable bodega que asegura la renovaci¨®n de las exposiciones y refleja adem¨¢s un cambio de paradigma, porque desde la revoluci¨®n, hace ahora un siglo, la burgues¨ªa mexicana se hab¨ªa alejado del arte contempor¨¢neo y hab¨ªa puesto sus ojos m¨¢s bien en el arte colonial. ¡°Hab¨ªa una carencia de un museo como este, que ponga en su lugar al arte latinoamericano. ?Cu¨¢ndo he podido yo exhibir al lado de Donald Judd?¡±, se pregunta uno de los artistas representados, Eduardo Terrazas. Y concluye con una reflexi¨®n: ¡°Me parece un indispensable porque responde a la situaci¨®n del mundo actual, tan cambiante¡±.
Patrick Charpenel, curador del museo, no concibe sin embargo el recinto solo como un espacio de exhibici¨®n, sino tambi¨¦n como centro inspirado en la Universidad. Un laboratorio de experiencias, para educar e investigar, donde se toquen temas pol¨ªticos y sociales de actualidad. Y donde se celebren simposios, conferencias o eventos como el reciente marat¨®n art¨ªstico de 16 horas organizado por Hans Ulrich Obrist con entrevistas, presentaciones, conversaciones, performances y sets musicales.
Otra preocupaci¨®n de los gestores del museo son las publicaciones. ¡°Nosotros edit¨¢bamos cat¨¢logos para nuestras exposiciones, ahora hemos creado una editorial, una colecci¨®n sobre cr¨ªtica y otra sobre monograf¨ªas de arte contempor¨¢neo¡±, cuenta Charpenel. Y presume de uno de los vol¨²menes editados, El cubo de Rubik, de Daniel Montero, visi¨®n historiogr¨¢fica del arte mexicano de los 90, que se ha convertido en un peque?o best seller y ha agotado los 1.500 ejemplares de su primera tirada. En esa misma direcci¨®n, y a diferencia de otros museos, en la tienda del museo no se venden objetos de dise?o ni r¨¦plicas de las obras exhibidas. En la discreta y escogida librer¨ªa que ocupa el s¨®tano del edificio solo se venden vol¨²menes de arte.
Charpenel est¨¢ muy satisfecho por la respuesta, tanto del p¨²blico como de la cr¨ªtica. Pero no quiere entonar el misi¨®n cumplida. ¡°Esto es un barco que flota y se mueve, pero estamos aun apretando tuercas¡±, asegura. Lo ve como un compromiso a largo plazo. Y cree que la trascendencia del museo va m¨¢s all¨¢ del ¨¦xito en la taquilla. ¡°Lo m¨¢s importante no es el n¨²mero de visitantes que atraes. Sino el tipo de discusiones que generas a partir de tu programa¡±.
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