El ¨²ltimo d¨ªa de Paco de Luc¨ªa
La familia se recluye en la guarida del artista frente al Caribe a la espera de que se produzca la repatriaci¨®n del cuerpo
Este mi¨¦rcoles a la playa de Paco de Luc¨ªa solo le falta Paco de Luc¨ªa. Unos 20 turistas, en su mayor¨ªa estadounidenses, toman el sol sobre camas balinesas. Los vecinos del artista, tambi¨¦n extranjeros, se ba?an en una piscina privada encastrada sobre la arena. No se hab¨ªan enterado de su muerte y reciben la noticia con cara de extra?eza, como si nunca hubieran sabido que viv¨ªan al lado de un mito. En Xpu-h¨¢, un lugar del Caribe mexicano a medio camino entre Playa del Carmen y Tulum, nadie repara en los carteles de ¡°no pasar, propiedad privada¡± que protegen la finca del flamenco, como tampoco ven a Marta Poot, una amiga de la familia, sentada sobre la arena blanca llorando. ¡°No vuelve a nacer otro Paco de Luc¨ªa¡±, dice.
El artista lleg¨® a M¨¦xico el domingo. Ven¨ªa de Cuba. En los ¨²ltimos a?os le gustaba pasar temporadas en la isla. Dec¨ªa que all¨ª sus hijos, de 13 y ocho a?os, pod¨ªan jugar en la calle como lo hac¨ªan antes los ni?os en Espa?a. Los que lo vieron dicen que estaba m¨¢s delgado y que se le notaba un poco de ansiedad. Hac¨ªa dos semanas que hab¨ªa dejado de fumar. M¨¦xico era, lo fue hasta el ¨²ltimo d¨ªa, su retiro. En una playa de aguas turquesa construy¨® un para¨ªso al que se escapaba de vez en cuando para esconderse de las giras y de los focos. En medio de una espesa vegetaci¨®n y con una salida directa al mar, el genio de Algeciras apenas abandonaba su casa.
El martes por la tarde Paco cit¨® a su amigo Juan de Any¨¦lica, de 46 a?os y afincado en M¨¦xico, pero nacido en Madrid y criado en Sevilla. Tambi¨¦n m¨²sico. Juan le llam¨® desde una pescader¨ªa en la que par¨® por el camino y el artista le pidi¨® que comprara unos boquinetes para cenar. Pensaban pasar juntos otra de muchas noches de trabajo en el estudio. El flamenco ten¨ªa algo nuevo en la cabeza.
En Xpu-h¨¢ el sol empieza a caer poco antes de las seis. Paco a¨²n jugaba el martes a esas horas con su hijo Diego sobre la arena cuando empez¨® a sentirse mal. Fue con su esposa Gabriela al hospital de Playa del Carmen. All¨ª ya los esperaba Juan, con los boquinetes frescos en el coche. Paco se agarr¨® a ¨¦l para entrar y apenas pod¨ªa hablar. Dice Juan que desde la camilla a¨²n tuvo fuerzas para pedir a gritos un m¨¦dico. Luego se desmay¨®. Las labores de reanimaci¨®n duraron casi una hora, pero el maestro ya se hab¨ªa ido. Ten¨ªa 66 a?os.
El flamenco se refugiaba en la Riviera Maya huyendo de las masas, para desconectar de su otro mundo
La familia del artista se despidi¨® de ¨¦l en el hospital y desde entonces se han encerrado en su casa. Solo los m¨¢s ¨ªntimos. Juan y su mujer Marta Poot, que aprovechan el atardecer para salir en silencio a ver el mar, Gabriela, la madre de esta y los dos ni?os. El cuerpo del guitarrista espera cerrado al p¨²blico en una funeraria de Canc¨²n para ser repatriado a Espa?a, que ya prepara los homenajes al ¨²ltimo de sus genios muertos.
En la Riviera Maya no son muchos los que conoc¨ªan a fondo al flamenco, que llevaba desde finales de los 80 visitando la zona, pero huyendo siempre de las masas y detr¨¢s de ese af¨¢n suyo de encontrar aqu¨ª la desconexi¨®n de su otro mundo. Su primera casa fue en Playacar, una zona exclusiva pegada a Playa del Carmen. Iv¨¢n Ebergelyi, entonces gerente de la zona residencial, le ayud¨® a encontrarla. ¡°La us¨® mucho, disfrutaba saliendo a pescar y cocinando el pescado con arroz¡±, cuenta.
En los casi 20 a?os que verane¨® en la vivienda, los turistas y los hoteles se multiplicaron al ritmo que lo hicieron sus cada vez m¨¢s numerosas visitas a M¨¦xico. Decididos a conservar su independencia, Paco y Gabriela se compraron un terreno m¨¢s alejado. La casa la construy¨® un amigo espa?ol en 2002 y el artista plant¨® ¨¦l mismo toda la vegetaci¨®n de la finca, que ahora solo deja ver la techumbre de paja t¨ªpica de la vivienda. Hasta horas antes de morir, el artista estuvo trabajando en el jard¨ªn.
Lejos del silencio de la vivienda, a la que no se acerca ni un curioso, los tr¨¢mites para repatriar el cad¨¢ver ocupan desde la madrugada de la muerte al c¨®nsul honorario de Espa?a en Canc¨²n, Javier Mara?¨®n, sin dormir desde entonces. El ¨²nico vuelo directo a Madrid sale el viernes y la opci¨®n de una escala es complicada. Dice Mara?¨®n que la mejor posibilidad es un avi¨®n privado que cuesta, seg¨²n sus c¨¢lculos, unos 90.000 d¨®lares. El flamenco ten¨ªa un seguro con la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), que se har¨¢ cargo del traslado. ¡°Pero ya conoces a los seguros¡±, apunta el c¨®nsul.
Cuando el cuerpo y la familia lleguen a Espa?a, lo que es silencio en M¨¦xico se convertir¨¢ en bullicio, tal y como fue en su vida. ¡°Parece tan irreal que creo que en cualquier momento va a aparecer¡±, dice su amigo Juan a la puerta de su casa.
En Xpu-h¨¢ anochece por primera vez sin el guitarrista.
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