¡®Nosferatu¡¯: una versi¨®n que poco aporta frente a Murnau y Herzog
Lo que peor encaja en el acercamiento del director es su an¨®mala mixtura entre el naturalismo y el espect¨¢culo
Seamos claros desde el inicio: esta nueva versi¨®n de Nosferatu dirigida por Robert Eggers quiz¨¢ solo pueda sorprender (y, siendo aventurados, apasionar) a los que no hayan visto y analizado la obra maestra hom¨®nima de F. W. Murnau de 1922, y la formidable pel¨ªcula de Werner Herzog Nosferatu, vampiro de la noche, de 1979. Porque lo mejor de esta relectura que se estrena ya estaba en las otras. Eggers, idolatrado por los fan¨¢ticos y por la mayor¨ªa de la cr¨ªtica tras las muy interesantes pero excesivamente pomposas La bruja (2015) y El faro (2019), aproximaciones al terror desde la grandeza de la forma, aunque un tanto lastradas (sobre todo la segunda) por un tono altilocuente y una fatigosa narraci¨®n, se ha acercado al mito vamp¨ªrico incluso con algunos gui?os a otras versiones de Dr¨¢cula, la inmortal novela de Bram Stoker, origen de todo.
As¨ª, la toma de la llegada al castillo del conde en el carruaje de la muerte tiene el mismo encuadre y semejante sabor artesanal que la de ese instante en la versi¨®n de la obra de Stoker dirigida por Tod Browning en 1931. Pero esto es apenas un detalle casi sin importancia, una insinuaci¨®n para entendidos. Lo relevante aqu¨ª es que nadie podr¨¢ admirar del todo el trabajo fotogr¨¢fico de la pel¨ªcula de Eggers sin pensar en lo logrado con el expresionismo, la luz diurna y la poes¨ªa del mal en la versi¨®n de Murnau, que para evitar la demanda por no poseer los derechos del libro (cosa que finalmente no logr¨®), tuvo que cambiar Inglaterra por Alemania, y a Dr¨¢cula por Orlok, entre otros asuntos. Y a¨²n menos, valorar el toque pict¨®rico del romanticismo alem¨¢n, a lo Caspar David Friedrich, en las secuencias del cementerio, cuando estas im¨¢genes est¨¢n calcadas de las de Herzog en foto, textura y puesta en escena.
M¨¢s all¨¢ de las excesivas alusiones a la versi¨®n de Herzog, y a las casi impudorosas asociaciones con la de Murnau en materia de sombras, lo que peor encaja en el acercamiento de Eggers es su an¨®mala mixtura entre el naturalismo y el espect¨¢culo, entre la recuperaci¨®n de lo at¨¢vico y el encuentro con la tecnolog¨ªa m¨¢s avanzada. Y en ese empedrado camino, con el que se confirma la tendencia de Eggers a que sus pel¨ªculas sean excesivamente monocordes en su griter¨ªo, se descubre que a su trabajo le falta identidad propia. Por un lado, gran parte del di¨¢logo del conde Orlok cuando se comunica telep¨¢ticamente con la mujer est¨¢ en dacio, una lengua muerta de los Balcanes. Pero, por otro, buena parte de esos di¨¢logos vienen acompa?ados de unas figuraciones infectadas de CGI, de convencionales im¨¢genes creadas por ordenador. Por un lado se ha hecho p¨²blico que el irreconocible Bill Skarsgard ha trabajado su registro vocal con una coach de ¨®pera para rebajar una octava su timbre de voz. Pero, de nuevo, por otro, ciertos parlamentos vociferantes siguen sonando a la t¨ªpica voz distorsionada con tecnolog¨ªa, esa que nunca ha funcionado bien en pel¨ªcula ni personaje algunos, salvo en Darth Vader.
Formalmente desigual, con puntuales im¨¢genes perturbadoras, pero demasiado deudor de anteriores acercamientos al universo de Stoker, este Nosferatu se hace fuerte, sin embargo, en el ¨¢spero territorio sexual. En una especie de er¨®tica de la suciedad ciertamente atrevida. En la lujuria m¨¢s animal. Esa que ya hab¨ªan tocado con la punta de los dedos otras versiones (las de Fisher y Coppola), pero que aqu¨ª mete el brazo hasta el fondo con su fusi¨®n entre la decrepitud, la concupiscencia, el arrojo y el dolor. Sobre todo, enfrentada a la indolencia, al ensimismamiento y a la insustancialidad emocional que imprime Nicholas Hoult a su personaje. Como si Eggers nos estuviera diciendo que en realidad todo es una cuesti¨®n de deseo y de placer malsanos; de irrefrenable lascivia que sale del yo m¨¢s profundo e inconfesable de esta mujer y de su conexi¨®n con el mal, y en ese sentido la secuencia de sexo entre marido y esposa, por fin con la fe necesaria en el gozo por parte de ¨¦l, vendr¨ªa a ejercer de confirmaci¨®n del subtexto. La sombra de Orlok es un manto de fornicio, una dependencia de una masculinidad fiera y t¨®xica que ¨²nicamente podr¨¢ desprenderse con la muerte. Una conexi¨®n con la contemporaneidad social de notable alcance y arisca ambig¨¹edad.
Nosferatu
Dirección: Robert Eggers.
Género: terror. EE UU, 2024.
Reparto: Lily-Rose Depp, Nicholas Hoult, Bill Skarsgard, Aaron Taylor-Johnson.
Duración: 132 minutos.
Estreno: 24 de diciembre.
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