Momento Gaziel
Hijo de la burgues¨ªa catalana, Agust¨ª Calvet dej¨® la filosof¨ªa pura por el periodismo de calle Con el seud¨®nimo de Gaziel, deslumbr¨® por sus cr¨®nicas ¨¢giles y profundas
Ha estado meses y meses poni¨¦ndome en los cuernos de la luna y pulverizando a Lerroux (¡) ?Por qu¨¦ cambia Gaziel?¡±. Manuel Aza?a consigna en sus diarios de julio de 1933 su preocupaci¨®n por la imagen que tiene ahora de ¨¦l ese personaje. ?Tan importante es Gaziel? Es el mismo al que la Enciclopedia Espasa, la Brit¨¢nica dom¨¦stica, ha dedicado en 1924 la friolera de 85 l¨ªneas asegurando que la recopilaci¨®n de sus cr¨®nicas en El a?o de Verd¨²n es ¡°el mejor libro escrito en espa?ol sobre la guerra de 1914 a 1918¡±. Gaziel es, claro, un seud¨®nimo, no va uno a mancillar su apellido en ese ruinoso oficio de bohemios que es el periodismo de principios del XX cuando se es hijo de la burgues¨ªa catalana y se est¨¢ predestinado a una brillante carrera de notario que ya se medio torci¨® cuando salt¨® a fil¨®sofo, que es lo que cultivaba Agust¨ª Calvet.
En 1958, Gaziel subtitul¨® Tots els camins duen a Roma, sus memorias, como Hist¨°ria d¡¯un dest¨ª. S¨ª, cre¨ªa en la predestinaci¨®n; solo as¨ª se resign¨® a que el azar le llevara ¡°del cielo de la filosof¨ªa pura al infierno del periodismo remunerador¡±, como escribi¨®. El supuesto descenso dantesco de Calvet (Sant Feliu de Gu¨ªxols, 1887-Barcelona, 1964) empez¨® con unas cr¨®nicas pol¨ªticas para La Veu de Catalunya, el diario de la Lliga que tutelaba Prat de la Riba. Trabajito para tener argent de poche: ah¨ª se estrena el seud¨®nimo Gaziel. Pero era demasiado listo para gacetillero, lo vio Prat de la Riba, que se lo llev¨® a la f¨¢brica de intelectuales del Institut d¡¯Estudis Catalans. Y con un pie en la academia, a ampliar estudios en Par¨ªs. Ah¨ª le pilla, el 1 de agosto de 1914, la Primera Guerra Mundial.
Cerca de la medianoche, engullido por las sombras a la luz del quinqu¨¦, con las cortinas bien cerradas, Gaziel recoge en cuadernos sus notas sobre lo que, ¡°siguiendo mis buenos h¨¢bitos de observador exacto, con el ¨¢nimo de tomar el pulso a la palpitaci¨®n colectiva¡±, ve y vive. En una visita a Barcelona, Miquel dels Sants Oliver, director de La Vanguardia, le dice que las traduzca ipso facto al castellano para publicarlas.
Bajo el ep¨ªgrafe Diario de un estudiante en Par¨ªs nac¨ªa como periodista estrella, el 9 de septiembre de 1914, Gaziel, el mejor de su generaci¨®n en toda Espa?a. Como m¨ªnimo, el m¨¢s completo. Esas cr¨®nicas lo prueban, como el resto de su obra, que ha rebrotado. En menos de seis meses, cuatro vol¨²menes en las librer¨ªas: Diario de un estudiante. Par¨ªs 1914 (Di¨¦resis), De Par¨ªs a Monastir (Libros del Asteroide), Tot s¡¯ha perdut (RBA-La Magrana) y Gaziel i Josep Maria Cruzet (i l¡¯editorial Selecta): correspond¨¨ncia 1951-1964 (Publicacions Abadia de Montserrat).
Todo iba destinado a la muerte, a matar y a morir¡±, escribe en una cr¨®nica de guerra recogida en ¡®De Par¨ªs a Monastir¡¯
Su grosor intelectual no tiene parang¨®n entre los de su oficio; quiz¨¢ solo Corpus Barga le alcanza. Adem¨¢s, est¨¢ su fijaci¨®n por ser fiel de la balanza de esos convulsos a?os, transitando por el angosto pasillo entre extremismos, as¨ª en Catalu?a como en Espa?a, acompa?ado apenas por colegas como Manuel Chaves Nogales, este de prosa m¨¢s ¨¢gil, pero con una mirada menos global sobre el mundo y el encaje de las nacionalidades peninsulares, obsesi¨®n de Gaziel. Ello por no hablar de su faceta de taimad¨ªsimo organizador de empresas period¨ªsticas, de la que dio fe como director de La Vanguardia a partir de marzo de 1934: desde reestructurar la redacci¨®n y el contenido del diario en plena eclosi¨®n de la prensa de masas a reconducir la cabecera del mon¨¢rquico y espa?olista Ram¨®n God¨® por la senda de los tiempos republicanos y catalanistas, pasando por asesorarle en la compra de moderna maquinaria en Suiza. Resultado: el peri¨®dico ser¨¢ l¨ªder en Catalu?a y el m¨¢s vendido de Espa?a tras Abc.
El periodista del siglo
Poco a poco va emergiendo esa figura impresionante, m¨¢s ninguneada que conocida, incluso en su propio ¨¢mbito catal¨¢n. Pero siempre lo hace de forma fragmentaria, insuficiente, sin imponerse entre los lectores cultos como merece quien ha sido probablemente, al final de las cuentas, el primero y m¨¢s destacado de los periodistas espa?oles del siglo XX.
Circunstancias singulares han propiciado el rebrote de estos d¨ªas. De una parte, el centenario de la Gran Guerra, en la que Espa?a no estuvo, pero s¨ª estuvieron sus periodistas, con nuestro personaje en primera fila, como uno de los m¨¢s puntuales y magistrales corresponsales de guerra. De la otra, el actual y complejo avatar del catalanismo, situado en un viraje pol¨ªtico que demanda inmediatamente la observaci¨®n comparativa con los hechos de octubre de 1934, cuando un presidente de la Generalitat, Llu¨ªs Companys, se levant¨® en armas contra la Rep¨²blica que hab¨ªa reconocido la autonom¨ªa de Catalu?a.
Lean y vean si sirven para nuestra actualidad las severas admoniciones y lamentaciones del director de La Vanguardia, recuperadas por primera vez hace diez a?os por Xavier Pericay en la antolog¨ªa Cuatro historias de la Rep¨²blica junto con textos de Julio Camba, Josep Pla y Manuel Chaves Nogales, y ahora por Jordi Amat en el volumen de la Biblioteca del Catalanisme titulado Tot s'ha perdut (no se desanimen quienes no lean catal¨¢n, puesto que los art¨ªculos est¨¢n en castellano).
Una de las ramificaciones del actual debate sobre los planes independentistas de Artur Mas se centra en el paralelismo con el Llu¨ªs Companys de 1934 y en la discusi¨®n sobre la vigencia de las severas cr¨ªticas que le hizo entonces el periodista catalanista. Con su acto insurreccional, el presidente de la Generalitat se levant¨® contra la legalidad republicana de la que emanaban tanto el autogobierno catal¨¢n como su propia autoridad como representante ordinario de la Rep¨²blica en Catalu?a; puso seriamente en peligro el futuro de la autonom¨ªa catalana, intervenida primero por el Gobierno republicano (hasta 1936) y luego violentamente suprimida por las armas franquistas en 1939; y finalmente, hizo una exhibici¨®n de flagrante irrealismo en cuanto a realizar un buen c¨¢lculo de la correlaci¨®n de fuerzas.
Todo esto, entre 1914 y 1934, bastar¨ªa para justificar el rebrote editorial y literario de Gaziel. Pero hay m¨¢s, descontando su prolongada y meritoria labor como director de La Vanguardia (1923-1936), peri¨®dico que se consolid¨® durante sus a?os como el diario de referencia barcelon¨¦s hasta situarle a ¨¦l mismo como el mejor director de su historia centenaria. Nada puede entenderse de la actual circunstancia espa?ola, crisis catalana incluida, sin la lectura de Agust¨ª Calvet y m¨¢s en concreto de sus severas e imprescindibles Meditaciones en el desierto, expresi¨®n de amargura y desenga?o en todas direcciones ¡ªla Rep¨²blica, las democracias occidentales, las clases dirigentes espa?olas, Estados Unidos¡¡ª, pero tambi¨¦n hacia los dirigentes del catalanismo conservador, que "pol¨ªticamente no han dejado nada, pero econ¨®micamente se han enriquecido todos".
¡°Con dificultad se hallar¨ªa en los anales de la prensa espa?ola un ¨¦xito m¨¢s r¨¢pido y brillante¡±, escribe Dels Sants Oliver en el pr¨®logo del libro que en 1915 re¨²ne esas cr¨®nicas de Gaziel. De sus art¨ªculos aparecen versiones piratas en cabeceras de media Am¨¦rica Latina, donde hasta un individuo le suplanta en una conferencia. Tambi¨¦n se contabilizar¨¢n una docena de ediciones irregulares de sus libros. Por esas y por sus futuras cr¨®nicas de guerra (Di¨¦resis public¨® una selecci¨®n: En las trincheras), el diario pasar¨¢ de 58.000 ejemplares en 1913 a 100.000 en 1918.
El impacto es grande: son escritos con una prosa un poco relamida, pero de un estilo sentencioso y lapidario, de claridad envidiable, con reflexiones tan brillantes como afiladas hijas de su impresionante bagaje cultural. Lo que podr¨ªa ser pl¨²mbeo queda compensado por el acierto del g¨¦nero: la cr¨®nica, que le permite combinar agilidad y profundidad, siempre en un tono pausad¨ªsimo, cerebral. Y ante el pulso entre el intelectual y el periodista gana este ¨²ltimo. En Par¨ªs, el estudiante se pasa el d¨ªa en la calle: visita estaciones de tren, interpreta la prensa, aprovecha una cena en casa noble para enterarse de la superioridad de la aviaci¨®n alemana, contrasta el patriotismo de boquilla de la burgues¨ªa espa?ola y la militante de la francesa y de cada an¨¦cdota (el precio cuadruplicado que cobran los cocheros de un d¨ªa para otro ¡ªOh, vous savez, c¡¯est la guerre!¡ª; la ideolog¨ªa de los comerciantes a partir de las notas colgadas en la persiana bajada¡) hace una tesis doctoral de humanismo.
Queda impactado Gaziel porque intelectuales como Rostand, Barr¨¨s y Loti se alistan al ej¨¦rcito. Le gusta el sustrato de la decisi¨®n que en otros ¨¢mbitos reclamar¨¢ despu¨¦s en Espa?a o Catalu?a (¡°Ante el peligro grave e inminente que amenaza a Francia, todas las diferencias ideol¨®gicas se borran, y desaparecen todas las categor¨ªas para no quedar m¨¢s que patriotas¡±). Pero es que no puede nunca dejar la cultura. Lo demuestra en De Par¨ªs a Monastir: llevado por su dominio de la historia europea y su pituitaria period¨ªstica, viaja en noviembre de 1915 a los Balcanes, donde puede decantarse el futuro de Europa. A lo largo de las cr¨®nicas evocar¨¢ a Homero, Jenofonte, Byron, Troya, casi llorar¨¢ al ver la idealizada Atenas (¡°son ruinas de ruinas¡±). Y cuando visite el campamento de tropas inglesas, le llama la atenci¨®n, por contraste del franc¨¦s, el orden y las estanter¨ªas de las tiendas de los soldados, donde hay ¡°poes¨ªas de Tenysson, novelas de Conan Doyle o de Wells, viajes exploradores de Stanley, relatos coloniales de Kipling, el reglamento de juego de tennis y el manual ilustrado del perfecto futbolista¡±.
En una serie que va de m¨¢s a much¨ªsimo m¨¢s, se refuerza su papel de ¡°cronista espiritual de la guerra¡±, no tan interesado en cifras de muertos ni tecnicismos bal¨ªsticos sobre los mapas como en el impacto moral de una Europa supuestamente culta y ordenada que se desvanece por minutos, atributos tambi¨¦n de su mundo noucentista. De nuevo le sirve igual para reconstruir el puzle de la vida convulsa el exjefe de Gobierno hel¨¦nico Venizelos como un monje cult¨ªsimo de un monasterio perdido en Megaspileon o el desfile de razas en una posada de ese finis terrae que es Monastir entre Grecia y Serbia.
Acompa?ado de un posible esp¨ªa dan¨¦s, con prematura voluntad de estilo, va haciendo gala del dif¨ªcil recurso de hilvanar tres o cuatro adjetivos. Y con ¨¦l Gaziel constata, ante el crujir de gr¨²as que descargan material militar, el final de un mundo en el que los oficiales a¨²n presentan tarjeta de visita cuando las m¨¢quinas ya dominan la Tierra: ¡°Todo cuanto desembarcaba en la costa, artefactos, pertrechos, animales y hombres, iba destinado a la muerte, a matar y a morir, y solo para esa obra de infinita miseria se desplegaba el aparato imponente de tanto esfuerzo y tanto refinamiento¡±. El final es una decepci¨®n ante el ser humano y la Historia donde vaticina que el episodio en Europa se repetir¨¢.
Parece tener una bola de cristal. ¡°Acab¨® como un or¨¢culo de Delfos del devenir de la Espa?a republicana¡±, dibuja Jordi Amat, prologuista de De Par¨ªs a Monastir y editor de Tot s¡¯ha perdut, impresionante antolog¨ªa (hasta ahora in¨¦dita) de art¨ªculos que Gaziel escribi¨® entre 1922 y 1934 y que recopil¨® bajo el denominador de sus reflexiones sobre el catalanismo y su relaci¨®n con Espa?a, textos de La Vanguardia, pero tambi¨¦n del madrile?o y liberal El Sol.
Reinstalado en Barcelona en 1918, Gaziel viene encajando hirientes ataques por escribir en castellano
Reinstalado en Barcelona en 1918, lanzado ya en La Vanguardia, Gaziel viene encajando hirientes ataques por escribir en castellano. A todo ello se une su vocaci¨®n hispanista (¡°para los catalanes que de antiguo creemos en la conveniencia de una colaboraci¨®n con Castilla: ?Intervenci¨®n, no inhibici¨®n!¡±, escribe en Tot s¡¯ha perdut), capaz de proclamar la ¡°misi¨®n espa?ola del catalanismo¡± en plena dictadura de Primo de Rivera. La serena voz de juez de Gaziel es espeluznante: Catalu?a, ¡°la epil¨¦ptica de Espa?a¡±, de ¡°exceso de fachada y empacho de ret¨®rica¡±, tiene una burgues¨ªa catalanista que solo lo es ¡°para beneficiarse de las prerrogativas y facilidades que lleva consigo toda fuerza pol¨ªtica que sabe imponerse¡±.
Como el Camb¨® de la Lliga y el Companys presidente le defraudan tras la negociaci¨®n de la Ley de Contratos de Cultivo y los Fets d¡¯octubre de 1934 en los que se proclama el Estado Catal¨¢n (¡°Todo se ha perdido, incluso el honor¡±; ¡°por culpa de los propios catalanes¡± se esfum¨®, a pesar del viento a favor de la Rep¨²blica, la opci¨®n de que Catalu?a sea ¡°el ¨ªdolo de Espa?a, el centro de su renovaci¨®n y el espejo de su conducta p¨²blica¡±) y la actitud e intromisi¨®n de los God¨® le mortifica, Gaziel estudia una propuesta que en diciembre de 1934 le llega para dirigir El Sol. Es su oportunidad para crear una prensa sin ataduras partidistas. Objetivo: recuperar a los grandes colaboradores de anta?o, sin distinci¨®n de color pol¨ªtico. ¡°Si lleg¨¢semos a crear ese hogar espiritual e ideol¨®gico por encima de todas las tendencias pol¨ªticas, dar¨ªamos a Espa?a el ejemplo y el espejo de una convivencia fecunda¡±.
Los tiempos crispados lo impedir¨¢n. El clima de guerra civil sobre el que ya alertaba en 1931 (¡°el orden no cae del cielo sino que lo crean los ciudadanos, sobre todo los m¨¢s encumbrados e influyentes (¡) defendiendo lo implantado contra toda injusta tentativa de suplantaci¨®n¡±) har¨ªa inviable el proyecto. ?l mismo se vio amenazado de muerte en 1936 por los anarquistas mientras que los sediciosos le esperaban con un proceso de responsabilidades pol¨ªticas y un consejo de guerra. Exilio. En 1940, regreso, pero a Madrid. La amargura por ese via crucis jur¨ªdico, por la imposibilidad de regenerar Espa?a, por las ¡°desafecciones morales¡± de Mara?¨®n, Ortega, Azor¨ªn y por la renuncia interesada de los aliados a liberar Espa?a en 1945 le llevar¨¢n a su libro m¨¢s agrio: el deslumbrante Meditacions en el desert (p¨®stumo, editado en Par¨ªs en 1974).
Tras jubilarse en 1957 de la editorial Plus Ultra en la que se refugia, regresa a Barcelona. Desde cuatro a?os antes ha retomado su faceta de escritor, en catal¨¢n. Gracias a Josep Pla, que lo recomienda para el cat¨¢logo, Gaziel se cartea desde 1951 con el editor de Selecta, Josep Maria Cruzet. ¡°Yo no he criticado el catalanismo, sino su actuaci¨®n pol¨ªtica; y no porque fuera catalanista sino porque era equivocada, perniciosa y fatal ¡ªcomo los hechos demostraron¡ª para la aut¨¦ntica catalanidad¡±, escribe en 1961 a su editor en una de las 318 misivas del volumen. No ser¨¢ esta la ¨²ltima novedad de Gaziel en el cincuentenario de su muerte: en breve, Grup 62 recuperar¨¢ sus memorias y Ediciones del 98 traducir¨¢ su Castella endins (1959), primero de su Trilog¨ªa ib¨¦rica, viajes a la b¨²squeda de su mundo perdido, a lo Stefan Zweig. No es casual este momento Gaziel. No leerle hoy es estar en pecado literario, period¨ªstico y, visto lo visto, hist¨®rico.
Gaziel. Diario de un estudiante. Par¨ªs 1914. Pr¨®logo de Enric Juliana. Di¨¦resis. Barcelona, 2013. 349 p¨¢ginas. 19 euros. De Par¨ªs a Monastir. Pr¨®logo de Jordi Amat. Libros del Asteroide. Barcelona, 2014. 306 p¨¢ginas. 17,95 euros. Tot s¡¯ha perdut. Edici¨®n de Jordi Amat. Pr¨®logo de Enric Juliana. RBA-La Magrana. 280 p¨¢ginas. 21 euros. Gaziel i Josep Maria Cruzet (i l¡¯Editorial Selecta) Correspond¨¨ncia 1951-1964. Manuel Llanas (editor). Publicacions Abadia de Montserrat, 2013. 480 p¨¢ginas. 23 euros.
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