Lo Cort¨¦s no quita lo Cuauht¨¦moc
Espa?a y M¨¦xico no necesitan reconciliaci¨®n y debemos ya dejar por olvidada la demencia postal de cartitas innecesarias y populacheramente aprovechadas de la amnesia generalizada

Enrique Krauze ha lanzado una doble iniciativa que con estos p¨¢rrafos cuenta con mi m¨¢s ferviente entusiasmo y mi sincero apoyo. La primera parte de su propuesta consiste en exhortar a empresarios mexicanos pudientes o solventes a invertir 200 millones de pesos para restauraci¨®n de instalaciones e infraestructura del Hospital de la Pur¨ªsima Concepci¨®n y Jes¨²s Nazareno, fundado por Hern¨¢n Cort¨¦s en 1524 a muy pocos metros del sitio exacto donde se verific¨®, seg¨²n cronistas hispanos y tlacuilos ind¨ªgenas, el primer encuentro de la mirada de Cort¨¦s con los ojos de Motecuhzoma Xocoyotzin. Al emperador mexica nadie le ve¨ªa la cara de frente y al capit¨¢n general dicen que le lati¨® abrazarlo de entrada, s¨®lo para ser interrumpido en su empe?o por los nobles ind¨ªgenas que rodeaban al intocable emperador: hay quien interpreta que no dejaban que lo tocase nadie porque el atrevimiento corr¨ªa el riesgo de provocar un terremoto, chubasco infernal o cataclismo instant¨¢neo y hay quien infiere que el muy asc¨¦ptico e higi¨¦nico porte del emperador mal llamado azteca no tendr¨ªa por qu¨¦ mancharse con el sudoroso hedor de la hueste espa?ola.
Con todo, la propuesta de Enrique Krauze nace de una obviedad: Espa?a y M¨¦xico no necesitan reconciliaci¨®n (o repetir ceremonias de perd¨®n que ya han sido escenificadas varias veces en el pasado) y debemos ya dejar por olvidada la demencia postal de cartitas innecesarias, tropicalmente advenedizas y populacheramente aprovechadas de la amnesia generalizada. Bien dice Krauze que ¡°ante las actitudes hostiles (para m¨ª incomprensibles, inadmisibles) del Gobierno mexicano¡± propone un acto de reciprocidad hist¨®rica donde -ac¨¢ y con lana de empresarios mexicanos- se apuntale el funcionamiento que ha sido ininterrumpido del Hospital de Jes¨²s, pues adem¨¢s de ser fundado por el muy mentado Cort¨¦s, alberga entre sus secretos pret¨¦ritos los restos de ese hombre que midi¨® 1.58 de estatura y cojeaba por mal de bubas de la pierna izquierda,a pesar de que tirios y troyanos se disputan considerarlo un gigante imp¨¢vido o un monstruo mal¨¦volo.
En la primavera de 1988 form¨¦ parte a mucha honra de un pu?ado de ilusionados aspirantes al Doctorado en Historia de la Universidad Complutense que ejercimos el atrevimiento de pedir audiencia con el alcalde de la ciudad de Medell¨ªn en Extremadura para plantearle el proyecto de clonar la estatua de Cuauht¨¦moc que dirige el tr¨¢nsito en el cruce de la avenida de los Insurgentes y Paseo de la Reforma en Ciudad de M¨¦xico y colocarla si no al lado de la estatua de Hern¨¢n Cort¨¦s que existe en plaza de Medell¨ªn, lugar de su nacimiento. El amable equipo de funcionarios que sustituyeron al alcalde en la mentada reuni¨®n nos hizo sentir su incial entusiasmo, as¨ª como sus dolidas finanzas para tal empe?o. Pocas semanas despu¨¦s de la heroica gesti¨®n pude contarle a Octavio Paz el trance durante un homenaje al poeta Luis Cernuda celebrado en los Reales Alc¨¢zares de Sevilla y el poeta a¨²n sin el merecido Nobel no s¨®lo celebr¨® la idea, sino que cit¨® entre andaluces admirados el verso de L¨®pez Velarde donde declara que Cuauht¨¦moc fue ¡°el ¨²nico h¨¦roe a la altura del arte¡±. ?C¨®mo no recordar que le coment¨¦ al poeta Paz en esa sevillana primavera de 1988 que un muy despistado diplom¨¢tico a la saz¨®n funcionario de la embajada de M¨¦xico en Espa?a tuvo a bien comentar que el empe?o complutense por buscarle estatua a Cuauht¨¦moc en Extremadura ¡°no contar¨ªa jam¨¢s con el benepl¨¢cito del C. Embajador¡ porque podr¨ªa malinterpretarse como proselitismo a favor de Cuat¨¦moc¡ C¨¢rdenas¡±! (Como si el Ingeniero anduviera de taparrabo).
Efectivamente, la estatua de Cuauht¨¦moc en Espa?a es una deuda que ya lleva siglos de retraso y por l¨®gica historiogr¨¢fica debe ser ¨¦l con la lanza en ristre y un veraz penacho de plumas al vuelo quien campee inm¨®vil all¨¢ por el paisaje de Extremadura, si no es que tambi¨¦n en Madrid. Por un lado, porque Motecuhzoma Xocoyotz¨ªn qued¨® descalabrado para el pret¨¦rito y la horda enardecida e intemporal sigue tach¨¢ndolo de entreguista o el vencido por excelencia; por otro lado, Cuauht¨¦moc seguir¨¢ invencible e inmortal en tanto jam¨¢s se nos olvide que a pesar del tormento feroz con el que le quemaron las plantas de sus pies, jam¨¢s se venci¨® ante los arcabuces y hombres barbudos con piel de hierro¡ y adem¨¢s, si clonamos la estatua de ¨¦se h¨¦roe ¨²nico en el arte podr¨ªamos contribuir a sanar la esquizofr¨¦nica tradici¨®n de considerar penacho a lo que fue en realidad capa de Motecuhzoma. Penacho -lo que se dice penacho- el de Cuauht¨¦moc, con las plumas al vuelo hincadas quiz¨¢ en la diadema dorada que alargaba la frente de los se?ores mexica en un copete dorado e imperial y nada pero nada de penacho la maravillosa palmera de plumas de quetzal que no hay cr¨¢neo que la sostenga. Tengo para m¨ª que cuando el mal llamado penacho (que en realidad, Cort¨¦s entreg¨® tres o cinco de ellos en Toledo al tiempo que visit¨® al Emperador Carlos con las buenas nuevas de Nueva Espa?a), pues a un despistado se le ocurri¨® catalogarlo como ¡°penacho¡± y a?adir un muy espa?ol¨ªsimo ¡°ya est¨¢¡± con lo que el rey Carlos I de Espa?a y V de Alemania (y los chocolates) se lo llev¨® en mudanza a Viena con el enigma insoluble de c¨®mo poder portarlo (y c¨®mo poder pasar por las puertas con el cr¨¢neo como pavorreal en celo).
Krauze propone que se re¨²nan empresarios espa?oles igual o m¨¢s pudientes que los de la lana mexicana para juntar un buen tonel de parn¨¦ y no s¨®lo clonar la estatua de Cuaut¨¦moc sino promover su instalaci¨®n en alg¨²n lugar de Extremadura o Andaluc¨ªa, aunque yo insistir¨¦ aqu¨ª por razones meramente complutenses que el lugar ideal es en Medell¨ªn, al lado de la estatua de Cort¨¦s o bien enfrente, para que se vean las caras por los siglos de lo siglos en un silencio hist¨®rico que rebasa por mucho la baba imb¨¦cil de la politiquer¨ªa caprichosa, la que le cambia nombres a los golfos y mares, la que intenta tapar con mentiras ma?aneras las verdades de las masacres actuales con la evocaci¨®n de la mucha sangre que ya pas¨® hace siglos no s¨®lo por debajo de las puentes de Tenocht¨ªtlan o los puentes del Tajo y Guadalquivir, sino por las venas mismas de quienes descendemos del mestizaje que signan los patios de un Hospital de Jes¨²s en plena antigua acequia ind¨ªgena o la que respirar¨ªa con honor la efigie de un h¨¦roe mexica tan cerca de jam¨®n de Jabugo.
Suscribo la doble intenci¨®n de Enrique Krauze y deseo que se conforme el ¨¢nimo y financiamiento empresarial trasatl¨¢ntico que desde ambos lados del charco consagren este gesto que podr¨ªa de una vez por todas zanjar el necio af¨¢n de las postales populacheras y honrar lo inapelable: M¨¦xico y Espa?a son y ser¨¢n siempre unidos incluso en debate y no s¨®lo conversaci¨®n, cultural, cocina, calambres, cat¨¢logos, cantos, coreograf¨ªas, casas, casitas y casonas¡ en todo lo que se conjuga en la palabra mestizaje tan mancillada por quien incluso negando apellidos y abuelo peninsular destil¨® la vana tinta de la ofensa innecesaria, olvidando al verdadero h¨¦roe y la punta de su lanza o la encomiable labor quir¨²rgica, medicinal y humanitaria que transpira el hospital activo m¨¢s longevo de M¨¦xico.
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