¡°Las acusaciones hay que acreditarlas¡±
C¨¦sar de Navascu¨¦s responde en una entrevista a los ataques dirigidos a su padre
C¨¦sar Gonz¨¢lez-Ruano falleci¨® cuando su hijo C¨¦sar contaba 24 a?os. Desde ni?o aprendi¨® a convivir con la leyenda negra que rodeaba a la vida de su padre. Hombre discreto y trabajador, solo en alguna ocasi¨®n ha respondido a informaciones en las que se implicaba a su progenitor de asuntos que no se pod¨ªan probar. ¡°Era una figura p¨²blica y como tal puede ser objeto de opiniones de todo tipo, pero las acusaciones que no se pueden demostrar con papeles que lo acrediten mejor abstenerse. Las especulaciones o las suposiciones deben quedar para las charlas de caf¨¦¡±, cuenta en una cafeter¨ªa en una soleada ma?ana de invierno. No ha le¨ªdo El marqu¨¦s y la esv¨¢stica. Hasta hace apenas unas semanas, los autores del libro ni siquiera se hab¨ªan puesto en contacto con ¨¦l. Tres a?os de investigaciones, declaraciones de periodistas, intelectuales, historiadores, vecinos del escritor, hijos de amigos o enemigos, casi quinientas p¨¢ginas dedicadas a recrear su vida y una parte de su obra, pero ni una l¨ªnea con la opini¨®n de alguno de sus hijos vivos.
Salvo el ¨¢rbol geneal¨®gico de la familia, que lo ha guardado por si sus hijos y nietos quieren saber de d¨®nde proceden, los papeles de su padre los entreg¨® hace d¨¦cadas a la Fundaci¨®n Mapfre. De Navascu¨¦s (Berl¨ªn, 1940) ni siquiera ha le¨ªdo todos los art¨ªculos que escribi¨® su padre, pero recuerda bien sus opiniones sobre el nazismo. ¡°Definitivamente no le gustaba. Sali¨® pitando de Berl¨ªn y hubo momentos en nuestra vida que fuimos rehenes de la Gestapo en Par¨ªs. Sol¨ªa decir que si los nazis hubieran ganado la guerra todos ir¨ªamos con un sello en el culo. Sin embargo era un hombre de derechas, los suyos ganaron la guerra¡±, cuenta.
Sus primeros recuerdos del mar son los de una playa de Sitges donde pas¨® los primeros a?os de su infancia. All¨ª se instal¨® su padre nada m¨¢s regresar a Espa?a tras el pasado parisiense. Luego se mudaron a Madrid a un piso en la calle de R¨ªo Rosas. A medida que se hizo mayor, se neg¨® a convertirse en un ni?o de pap¨¢ y empez¨® a escribir, firmando con el apellido de su madre. Se decant¨® por el periodismo, ¡°quer¨ªa hechos, nada de literatura¡±. El periodista ahora jubilado ¡ªlos ¨²ltimos a?os de su carrera ejerci¨® en Abc¡ª recuerda con claridad las ma?anas en las que su progenitor se sentaba a escribir en el madrile?o Caf¨¦ Teide. En ocasiones comparti¨® velada a su lado, escuchando las conversaciones que manten¨ªa con la gente que se acercaba a saludarlo. Su leyenda cuenta que antes de convertirse en el periodista de moda llamaba a los caf¨¦s literarios preguntando por s¨ª mismo; cultiv¨® su fama de se?orito golfo y cautiv¨® a miles de lectores de peri¨®dico con cr¨®nicas, art¨ªculos y entrevistas en las que muchos han conjugado el desagrado con el fulgor de la gran literatura. ¡°Nunca en su vida, tuvo un empleo fijo ni carn¨¦ de la seguridad social. Su filosof¨ªa era la del calcet¨ªn: si hab¨ªa dinero no trabajaba y si hab¨ªa que llenar la nevera o ir al m¨¦dico tocaba escribir. Lo hac¨ªa con pluma (ni siquiera sab¨ªa cargarlas) y escrib¨ªa del tir¨®n sin apenas correcciones¡±.
¡°Nunca tuvo un empleo fijo, ni carn¨¦ de la Seguridad Social¡±
Recibe con sorpresa la noticia sobre el juicio al que fue sometido su padre por la Francia libre, tras ser denunciado por uno de sus compa?eros de celda. ¡°Hubo muchas denuncias al acabar la guerra y muchas eran falsas o estaban te?idas del color de la venganza, pero me sorprende la noticia. En 1963, a los pocos d¨ªas de celebrase mi boda, pasamos a Francia desde San Sebasti¨¢n. Mi padre y mi madre estaban alojados en el Mar¨ªa Cristina y fuimos all¨ª a visitarlos. Fue precisamente mi padre quien propuso la excursi¨®n al pa¨ªs vecino. En aquellos a?os se cruzaba la frontera y los gendarmes revisaban el pasaporte, supongo que hab¨ªa un registro de los ciudadanos buscados por la justicia¡±.
Como heredero de Ruano tuvo que enfrentarse a numerosas deudas pero, lo m¨¢s sorprendente para ¨¦l, fue descubrir nada m¨¢s fallecer que ten¨ªa otra familia. Ruano se hab¨ªa divorciado en los a?os de la Rep¨²blica, pero t¨¦cnicamente el divorcio se anul¨® con el franquismo. Gracias a las argucias de su padre, su madre figur¨® como esposa cuando hizo falta. Todos los herederos conviven ahora sin problemas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.