Y Stalin convirti¨® al comunismo a los pa¨ªses de la Europa del Este
La historiadora Anne Appelbaum arroja luz sobre la sovietizaci¨®n tras la II Guerra Mundial
Nacida en Washington en 1964, vive desde hace 25 a?os a caballo de Polonia, Reino Unido y Estados Unidos. Periodista e historiadora, lleva Europa del Este y el anti totalitarismo en sus venas, dos temas siempre presentes en sus columnas de prensa y, sobre todo, en sus libros. Desde el relato de viajes que escribi¨® en los primeros a?os 90, cuando acababa de caer el muro de Berl¨ªn y se desintegraba la Uni¨®n Sovi¨¦tica y ella viaj¨® desde el B¨¢ltico al Mar Negro. Y por supuesto en la obra que le llev¨® a la fama y al Pulitzer, Gulag: Una historia (2003). Ahora se publica la versi¨®n castellana de?El tel¨®n de acero. La destrucci¨®n de Europa del Este 1944-1956 (Debate), en el que detalla c¨®mo los sovi¨¦ticos unificaron en tiempo record pa¨ªses tan distintos como Alemania del Este, Hungr¨ªa y Polonia.
Directora del Foro de las Transiciones del muy conservador Legatum Institute, se incomoda cuando se le pregunta si no sabemos ya qu¨¦ ocurri¨® en Europa del Este al acabar la II Guerra Mundial. ¡°?Lo sab¨ªamos de verdad? Siempre hemos utilizado grandes palabras como toma de poder, represi¨®n, pero creo que no sabemos realmente cu¨¢les son los mecanismos¡± con los que los sovi¨¦ticos introdujeron el totalitarismo. ¡°Eso no se ha explicado bien. No era una cuesti¨®n meramente econ¨®mica ni meramente pol¨ªtica. De hecho, al principio no hacen nada econ¨®mico o pol¨ªtico: ponen en marcha la polic¨ªa secreta, empiezan a identificar potenciales opositores futuros, utilizan la radio como instrumento para llegar a las masas y desde el primer momento intentan destruir lo que ahora llamamos sociedad civil: grupos de j¨®venes, grupos eclesi¨¢sticos, clubes deportivos, todo tipo de instituciones sociales¡±.
¡°Buscaban l¨ªderes, antiguos polic¨ªas, antiguos hombres de negocios, sacerdotes¡ Y lo ir¨®nico es que, sobre todo en Polonia, lo primero que hace el Ej¨¦rcito Rojo es buscar a la gente que lider¨® la resistencia contra los alemanes; son los primeros que detienen porque creen que si fueron capaces de organizar un ej¨¦rcito contra los nazis tambi¨¦n lo podr¨ªan organizar contra ellos¡±, a?ade. ¡°Eso nos dice mucho sobre c¨®mo pensaban, sobre c¨®mo funcionaba realmente su sistema de control social¡±, remacha.
Su rabioso anticomunismo le ha valido la etiqueta de derechista. ¡°Dir¨ªa que ha habido un cambio desde que empec¨¦ a trabajar en estos asuntos. Incluso cuando escrib¨ª mi primer libro sobre el tema, Gulag, algunos me acusaron de escribir un libro anticomunista, de escribir un libro de derechas. Con este libro ha habido muy pocos comentarios en ese sentido. Escribir sobre los cr¨ªmenes del estalinismo ya no es ni de derechas ni de izquierdas. Y creo que eso es debe a la distancia y a que esas cosas ya no forman parte de nuestra pol¨ªtica. Cuando estaba en la universidad en los 80, si escrib¨ªas del Gulag eras de derechas y pro Reagan. Eso se ha acabado. Puedes escribir del Gulag y votar por Obama¡±.
Applebaum se cas¨® en 1992 con el que ahora es ministro de Exteriores polaco, Radoslaw Sikorski, al que conoci¨® en los a?os en que cubr¨ªa la ca¨ªda del muro. ?Cree que el muro cay¨® porque la econom¨ªa no funcionaba o porque la gente quer¨ªa libertad? ¡°Es una combinaci¨®n de las dos cosas. Pero la raz¨®n por la que cae el muro y la raz¨®n por la que la gente toma la calle en 1989 fue fundamentalmente ideol¨®gica: ya no cre¨ªan en el sistema. Y no lo cre¨ªan por razones econ¨®micas, por razones pol¨ªticas, por razones de l¨®gica. Simplemente, ya no le ve¨ªan sentido. Y, sobre todo, lo m¨¢s importante es que la gente que dirig¨ªa el sistema ya no cre¨ªa en ¨¦l. La gente que dijo que se pod¨ªa cruzar el muro y abri¨® la barrera simplemente ya no cre¨ªa en el sistema. Y eso pasaba en toda la regi¨®n¡±.
En el libro, Applebaum evoca las vidas paralelas de dos personajes en el fondo muy similares, el cardenal polaco Stefan Wyszynski y el cardenal h¨²ngaro J¨®zsef Mindszenty. Los dos estaban contra el r¨¦gimen, pero mientras el primero eludi¨® la confrontaci¨®n, el segundo busc¨® el choque de trenes. Mindszenty fue un h¨¦roe, pero la Iglesia polaca sali¨® mejor parada que la h¨²ngara. ¡°Lo que he intentado es mostrar c¨®mo la gente intentaba vivir en el sistema, cooperando o no cooperando. Es un sistema en el que t¨² puedes ir a desfilar en el Maid¨¢n por la ma?ana con la bandera comunista y por la tarde ir a casa a escuchar Radio Europa Libre. Mucha gente lo hac¨ªa. En realidad las cosas no eran blancas o negras. La gente intentaba arregl¨¢rselas. Hay que tener en cuenta que en aquella ¨¦poca, en los a?os 40, la gente no sab¨ªa que llegar¨ªa Solidaridad 30 a?os despu¨¦s, no sab¨ªan que vendr¨ªa Gorbachov, ese era el sistema en el que viv¨ªan y pensaban que ser¨ªa para siempre y que ten¨ªan que vivir su vida como pudieran. A medida que hac¨ªa el libro sent¨ªa m¨¢s simpat¨ªa hacia ellos y los ¨²ltimos cap¨ªtulos intentan mostrar lo que llamo ¡®colaboradores reacios¡¯, c¨®mo y por qu¨¦ la gente se las arreglaba con ellos aunque no cre¨ªa en ellos¡±.
Los sovi¨¦ticos cayeron, pero la Rusia actual parece sovi¨¦tica en crisis como la de Ucrania. ¡°Han dejado de ser sovi¨¦ticos pero no han dejado de ser rusos imperialistas¡±, clarifica. ¡°Es muy dif¨ªcil para los rusos aceptar que Ucrania es un pa¨ªs soberano. No aceptan que es otro pa¨ªs. Adem¨¢s, si Ucrania es verdaderamente democr¨¢tica y afiliada con Europa es una amenaza personal para Putin. Los rusos podr¨ªan pensar que ellos tambi¨¦n lo quieren, que por qu¨¦ han de vivir bajo una oligarqu¨ªa corrupta y esa otra naci¨®n tan similar culturalmente ha conseguido de alguna manera vivir en democracia y bajo el imperio de la ley. Y creo que entonces la gente de volver¨ªa contra Putin. Para ¨¦l personalmente, una Ucrania independiente es una amenaza. Y a eso se le a?ade la resaca imperial¡±.
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