"El Gulag est¨¢ ocurriendo de nuevo"
Anne Applebaum (Washington DC, 1964), columnista de The Washington Post, gan¨® el Premio Pulitzer de ensayo 2004 con su obra Gulag: una historia, la de los m¨¢s de 18 millones de personas que pasaron por "la vasta red de campos de trabajo que se extend¨ªa a lo largo y ancho de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, desde las islas del mar Blanco hasta la orillas del mar Negro, desde el c¨ªrculo ¨¢rtico hasta las llanuras de Asia Central, desde Murmansk y Vorkuta hasta Kazajist¨¢n, desde el centro de Mosc¨² hasta los alrededores de Leningrado".
Gulag es el acr¨®nimo de Glavnoi¨¦ Upravlenie Laguer¨¦i (Administraci¨®n Superior de los Campos), pero es, sobre todo, el t¨¦rmino que evoca todo un sistema de represi¨®n y esclavitud, no s¨®lo de campos de concentraci¨®n, sino de la organizaci¨®n sovi¨¦tica. Applebaum documenta en su libro -con los testimonios de premios Nobel como Alexandr Solzhenitsin y Joseph Brodski, pero tambi¨¦n con los de miles de v¨ªctimas desconocidas- los horrores del sufrimiento de millones de personas: una cat¨¢strofe a la que los rusos no se han enfrentado a¨²n, mal conocida y en ocasiones despreciada por intelectuales occidentales, una tragedia a la que no se ha prestado un inter¨¦s comparable al Holocausto o al nazismo, a pesar de sus muchos puntos en com¨²n.
"Hay fotos de los campos nazis, pero casi no hay de los rusos. La ausencia de im¨¢genes del Gulag es muy importante para explicar que el sistema carcelario sovi¨¦tico haya merecido menos atenci¨®n"
"Parte de la explicaci¨®n del nuevo autoritarismo en Rusia es que la gente no recuerda el pasado. Putin acaba de decir que la ca¨ªda de la URSS fue una gran tragedia"
PREGUNTA. En la manifestaci¨®n del Primero de Mayo en Mosc¨² volvi¨® a verse a j¨®venes con retratos de Stalin. Hay, en Rusia, un proceso de reivindicaci¨®n de lo sovi¨¦tico. ?Por qu¨¦ ocurre eso, con lo que se sabe hoy?
RESPUESTA. Porque esa gente no conoce la historia. Y la que conocen, la conocen de una manera completamente manipulada. A diferencia de lo ocurrido en Alemania despu¨¦s de la guerra, los rusos nunca se vieron forzados a abordar nada de lo malo que hab¨ªa sucedido en el pasado. Y a diferencia de lo que hicieron los alemanes en los sesenta, setenta y ochenta, los rusos nunca han mantenido un gran debate nacional sobre lo que ocurri¨®, c¨®mo pas¨® y qu¨¦ efectos tuvo. El hecho de que pueda haber j¨®venes con retratos de Stalin, mientras que no hay j¨®venes alemanes que paseen con retratos de Hitler, explica el resultado de esa ausencia de historia.
P. En sus viajes a Rusia para escribir el libro se encontr¨® con cuatro tipos de reacciones: "Esto no es asunto suyo", "esto que usted quiere saber es irrelevante", el silencio y la colaboraci¨®n.
R. En Rusia se puede encontrar a gente muy preocupada por el pasado y dispuesta a hablar, pero tambi¨¦n hay muchos que reaccionan con enorme hostilidad, especialmente con extranjeros. Dicen que Rusia fue un gran pa¨ªs y que ya no lo es y que por eso no quieren criticar nada del pasado. Hay otros que piensan que sus vidas ya son dif¨ªciles y que no les va a suponer ninguna ventaja recordar el pasado: "?Qu¨¦ sentido tiene hablar de todo aquello?". Y hay muchos que simplemente no piensan en ello y aseguran que no tienen nada que decir. Conoc¨ª tambi¨¦n a bibliotecarios de peque?as ciudades que me ayudaban cuando les explicaba lo que estaba haciendo, y me facilitaban materiales o viejos peri¨®dicos que yo no sab¨ªa ni que exist¨ªan. Y no falt¨® lo opuesto, responsables de archivos que me dijeron: "No vuelva por aqu¨ª, no le vamos a ayudar, no le vamos a ense?ar nada de nada".
P. ?Es peligroso ignorar la historia reciente?
R. Creo que es algo muy importante, y parte de la explicaci¨®n del nuevo autoritarismo en Rusia es que la gente no recuerda el pasado. Cuando el Gobierno permite a la polic¨ªa secreta el acceso al correo electr¨®nico de cualquiera, no hay un clamor p¨²blico en contra; cuando se cerr¨® el canal de televisi¨®n privada independiente, muchos dijeron, "bien hecho". No hay sentido de libertades democr¨¢ticas, de la necesidad de defender la sociedad civil, y creo que eso est¨¢ muy relacionado con la ausencia de historia: no preocupa la repetici¨®n de lo ocurrido, porque no se conoce o no se recuerda.
P. ?Y el hecho de que muchos de los actuales dirigentes, empezando por Vlad¨ªmir Putin, fueran bur¨®cratas sovi¨¦ticos?
R. Claro, es un factor muy importante. No s¨®lo es que los que mandan en Rusia procedan de la jerarqu¨ªa del Partido Comunista, es que muchos vienen de la direcci¨®n del viejo KGB. No tienen ning¨²n inter¨¦s en que se hable de los terribles cr¨ªmenes cometidos por el KGB. Es cierto que Putin no fue responsable de ning¨²n campo, pero tampoco ¨¦l queda bien cuando se habla de lo que hizo su antigua organizaci¨®n. Me consta que la decisi¨®n de anular el debate hist¨®rico viene de arriba. Y no hay m¨¢s que recordar lo que Putin acaba de decir: que la ca¨ªda de la URSS fue una gran tragedia. Es un intento de recuperar la visi¨®n sovi¨¦tica de la historia. Un mal mensaje para todo el mundo, especialmente para la democracia en Rusia.
P. ?Por qu¨¦ la tragedia de millones de personas en un sistema carcelario como el sovi¨¦tico ha merecido menos atenci¨®n que la brutalidad de los fascismos?
R. La ausencia de im¨¢genes del Gulag es muy importante a la hora de explicar esa diferencia. Hay fotos y pel¨ªculas de los campos nazis y de otras tragedias contempor¨¢neas, pero casi no hay de los campos sovi¨¦ticos. Y en estos tiempos, para mucha gente, lo que no se ve no es real. Es posible que exista ese material y que no lo conozcamos, aunque no es f¨¢cil; en la URSS hab¨ªa mucha fotograf¨ªa y filmograf¨ªa oficiales, pero muy pocas c¨¢maras en manos privadas, como ocurr¨ªa en Alemania. Hay trabajos, como el de Tomasz Kizny, muy interesantes: los archivos que visit¨® y las fotos que tom¨®... pero lo que no se conocen son fotos de ejecuciones masivas, de miles de personas fam¨¦licas, de todas las cosas que han sido descritas por las v¨ªctimas. Sabemos que ocurrieron, pero no hay fotos de todo aquello.
P. ?Ha habido adem¨¢s una actitud distinta de intelectuales occidentales ante el Gulag, si se compara con la reacci¨®n ante este tipo de hechos?
R. Depende de los pa¨ªses. En Estados Unidos est¨¢ el problema de nuestra memoria de la guerra: la recordamos como "la guerra buena", la que peleamos y ganamos por una buena causa. Fue dif¨ªcil aceptar que uno de nuestros aliados era tan malo como nuestro enemigo, fue dif¨ªcil explicar que liberamos los campos de concentraci¨®n de Hitler, pero que no impedimos que Stalin abriera a¨²n m¨¢s de los que ya ten¨ªa... Ha sido inc¨®modo afrontar esta situaci¨®n. Tambi¨¦n hay una cuesti¨®n ideol¨®gica: parte de la izquierda, no toda, pero s¨ª parte, no critic¨® a la URSS, porque era criticar su propio proyecto. Sartre dijo aquello de que los campos sovi¨¦ticos eran intolerables, pero que tambi¨¦n era intolerable el uso que hac¨ªa de ello la burgues¨ªa, y que no quer¨ªa dar munici¨®n hablando de "los errores de los nuestros". Despu¨¦s, todo se mezcl¨® con la pol¨ªtica nacional: yo recuerdo que en la Universidad no se hablaba del Gulag, no porque se fuera prosovi¨¦tico, sino porque se era antiReagan...
P. ?C¨®mo cuenta en su libro qu¨¦ era el Gulag?
R. Hay dos cosas: la historia cronol¨®gica, desde los primeros campos, nada m¨¢s triunfar la revoluci¨®n, hasta su expansi¨®n con Stalin, que pone a millones de personas en ellos por razones ideol¨®gicas y econ¨®micas, en la l¨ªnea esclavista que hab¨ªa avanzado ya el zar Pedro el Grande, hasta la muerte de Stalin y la etapa final, con el deshielo y los disidentes. En medio est¨¢ la historia documental, los testimonios: las detenciones, el transporte masivo de presos, la vida en los campos, la vida de las mujeres y los ni?os, los tipos de prisioneros, sus guardianes, las estrategias para sobrevivir, los intentos de fuga... las historias de todos los que pasaron y murieron all¨ª.
P. ?Cu¨¢ntos fueron?
R. Los c¨¢lculos que yo he manejado, que creo que son de fiar, indican que pasaron 18 millones de personas en el momento de mayor actividad, entre 1929 y 1953, a los que hay que a?adir otros seis millones de desterrados. Es m¨¢s dif¨ªcil saber cu¨¢ntas personas murieron, porque no hay datos fiables y porque es complicado separar las muertes en el Gulag -cerca de tres millones- y las muertes causadas por Stalin: hubo continuas ejecuciones masivas antes de que los deportados llegaran a los campos; hubo gente que muri¨® de hambre o de fr¨ªo, en los trenes que les llevaban a los campos, en los interrogatorios tras ser detenidos, en las c¨¢rceles...
Es dif¨ªcil concretar un n¨²mero, pero hablamos de muchos millones, en todo caso.
P. ?Qu¨¦ es lo que a¨²n no sabemos sobre el Gulag?
R. No sabemos la historia de campos concretos, las historias personales de muchas v¨ªctimas. Habr¨ªa que saber m¨¢s sobre Stalin, porque no hay acceso a todos sus papeles personales ni a todos los documentos internos del Politbur¨®. Pero, aunque falten piezas, conocemos el panorama general.
P. ?Cu¨¢les son los malentendidos m¨¢s habituales sobre el Gulag?
R. Muchos creen que empez¨® en los a?os treinta, pero los campos funcionaron desde el principio de la URSS; se comprende mal tambi¨¦n la dimensi¨®n del Gulag, los millones de personas a los que afect¨®, y su geograf¨ªa: hab¨ªa campos por todas partes. Tampoco se tiene en cuenta el papel econ¨®mico de los prisioneros: la construcci¨®n de f¨¢bricas, de carreteras, de presas
P. "Los que hab¨ªan pasado por el Gulag eran a menudo capaces de reconocerse en la calle simplemente por la mirada", escribe usted. ?C¨®mo hac¨ªa la gente para sobrevivir y volver a la vida normal?
R. Cuanta m¨¢s gente conozco, m¨¢s creo que cada experiencia es distinta, que cada superviviente es distinto. Todos ellos, desde luego, tuvieron terribles problemas para adaptarse a la vida normal. Unos se recuperaron mejor que otros. Y la existencia de los campos, el terror que crearon, la mentalidad de preso que forjaron, se mantienen en la Rusia de hoy. Es decir, el da?o fue m¨¢s all¨¢ de lo que sufrieron personas individuales; es un da?o que ha causado miedo a las instituciones, a ser detenido porque s¨ª... Lo que se cre¨®, y a¨²n se puede encontrar en Rusia, fue una "mentalidad Gulag" sobre la que habr¨ªa que actuar, para que la gente que la sufre se liberara de ella.
P. Y para que la sociedad pueda encontrar h¨¦roes y v¨ªctimas de verdad...
R. Hay muchos h¨¦roes relacionados con el Gulag. Rusia tiene una tradici¨®n fant¨¢stica de militantes de derechos humanos. Imagine lo que ser¨ªa si los ni?os rusos pudieran estudiar la vida de todos ellos: tendr¨ªan aut¨¦nticos h¨¦roes de los que sentirse orgullosos. Hay excelentes escritores e impresionantes descripciones de gente muy valiente. Pero no aprenden esa historia, y lo ¨²nico que se les ofrece como motivo de orgullo es la idea falsa de un imperio, este esfuerzo de Putin por recuperar la era sovi¨¦tica. No hay h¨¦roes, ni v¨ªctimas tampoco, no se conocen los nombres de los hombres y mujeres que tantos esfuerzos han hecho para defender los derechos humanos en su pa¨ªs. Es triste.
P. Usted es pesimista y dice que ha escrito este libro no porque conf¨ªe, como dice la frase hecha, en que no se repita lo ocurrido, sino porque cree, casi con certeza, que volver¨¢ a ocurrir...
R. ?Es que est¨¢ ocurriendo! Mire lo que pasa en Corea del Norte. No es algo similar, es lo mismo. Los campos de concentraci¨®n de Corea del Norte tienen como modelo el Gulag, se crearon bajo la asesor¨ªa del estalinismo. Es el mismo sistema. Y lo que conocemos de Cuba, ha habido casos similares. China es diferente, pero ayer estuve tres horas con militantes chinos de derechos humanos y me hablaron del sistema de prisiones y de los campos que hay all¨ª, con unos 300.000 internados... Es un sistema que est¨¢ vivo. No es que quiz¨¢ vuelva a ocurrir, es que est¨¢ ocurriendo.
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