Donna Tartt, el vuelo entre la alta y la baja literatura
La enigm¨¢tica autora ha convertido 'El jilguero', inspirado en una tabla holandesa del siglo XVII, en un fen¨®meno de ventas aclamado por gran parte de la cr¨ªtica
Por su primer t¨ªtulo, El secreto (1992), Donna Tartt (Greenwood, Misisip¨ª, 1963) recibi¨® un adelanto de 450.000 d¨®lares (el equivalente ser¨ªa hoy una cifra muy superior), caso ins¨®lito en alguien que no hab¨ªa publicado a¨²n nada. Antes de salir el libro, un extenso perfil aparecido en Vanity Fair predijo la fama de la autora, anunciando la irrupci¨®n en el panorama de las letras norteamericanas de una figura que supuestamente borraba la distancia entre la alta y la baja literatura. Confirmando las esperanzas puestas en ella por sus editores, El secreto vendi¨® cinco millones de ejemplares en una treintena de idiomas. Las cr¨ªticas fueron abrumadoramente favorables, aunque no hubo unanimidad con respecto al diagn¨®stico de Vanity Fair. La primera novela de Donna Tartt es un thriller g¨®tico que lleva a cabo con singular habilidad el desvelamiento de un misterioso asesinato perpetrado en el departamento de lenguas cl¨¢sicas de Hampden College, instituci¨®n universitaria de car¨¢cter ficcional situada en la buc¨®lica campi?a de Vermont.
Exactamente diez a?os despu¨¦s, con la publicaci¨®n en 2002 de Un juego de ni?os, se repetir¨ªan las circunstancias que rodearon a la aparici¨®n de su primera novela: tras un adelanto de gran cuant¨ªa, se dispararon las ventas. La cr¨ªtica se mostr¨®, sin embargo, considerablemente m¨¢s reticente y mucho m¨¢s dividida. El escenario de Un juego de ni?os son los paisajes del sur donde naci¨® la autora. La protagonista, Harriet, es una ni?a que trata de esclarecer la muerte de su hermano, que apareci¨® ahorcado en el jard¨ªn familiar cuando ella era muy peque?a. Con pasmosa regularidad, algo m¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s, en oto?o de 2013, Donna Tartt public¨® El jilguero (editada por Lumen en Espa?a). La novela, de mil p¨¢ginas de extensi¨®n al igual que las anteriores, se instal¨® en cuesti¨®n de semanas en el n¨²mero uno de la lista de libros m¨¢s vendidos de The New York Times. La acci¨®n transcurre entre Nueva York, Las Vegas y ?msterdam y su protagonista Theo Decker, es un adolescente de 13 a?os, que sobrevive a un atentado terrorista perpetrado por un grupo de ultraderecha en el neoyorquino Metropolitan Museum of Art. En medio del caos, un anciano misterioso que est¨¢ a punto de morir insta a Theo a huir con El jilguero, lienzo de delicad¨ªsima factura realizado en 1654 por el pintor holand¨¦s Carel Fabritius. La madre de Theo fallece en el atentado, mientras su padre, que hab¨ªa abandonado a la familia sin dejar rastro, sigue en paradero desconocido. Con estos ingredientes Tartt pone en marcha una maquinaria narrativa de aliento dickensiano que, una vez m¨¢s, ha conseguido poner en vilo a millones de lectores. La entrevista tiene lugar en un lujoso restaurante de la Quinta Avenida, en las inmediaciones de Central Park. Donna Tartt es una mujer menuda, de mirada elusiva e inquietante y conversaci¨®n vivaz.
Pregunta ?Qu¨¦ es para Donna Tartt una novela?
Respuesta. La posibilidad de inventar vidas alternativas, de ser alguien distinto a quien se es. Cuando se public¨® la primera novela inglesa, Robinson Crusoe, el g¨¦nero reci¨¦n creado alcanz¨® una popularidad inusitada debido a que se ampliaba as¨ª de manera extraordinaria el horizonte vital del p¨²blico lector. Entonces casi nadie se alejaba m¨¢s de veinte millas de su casa, el mundo era mucho m¨¢s limitado que el nuestro. De repente, uno pod¨ªa vivir una aventura incre¨ªble en una isla desierta. Y si eso es cierto para el lector, lo es doblemente para el escritor, por eso me gusta escribir novelas. Una novela retrata la vida desde dentro. La ficci¨®n es una forma ¨²nica de explorar el interior de la psicolog¨ªa humana. La evoluci¨®n de los personajes a lo largo del tiempo nos permite ampliar nuestro conocimiento de la naturaleza humana. Cuando terminamos Madame Bovary o Anna Karenina, sabemos m¨¢s de la vida que antes de empezar esas lecturas. La ficci¨®n nos ense?a m¨¢s acerca de la vida que un tratado de filosof¨ªa moral, una pintura, una composici¨®n musical o cualquier otra forma art¨ªstica.
P. ? C¨®mo empieza en su caso el proceso de escritura?
R. Yo empec¨¦ a escribir en el primer a?o de universidad, con 18 a?os, en Bennington College. Uno de mis mis mejoros amigos era Bret Easton Ellis, que tambi¨¦n estaba escribiendo entonces su primera novela, Menos que cero. Para Bret, y yo estaba de acuerdo, todo empieza con un estado mental, al principio necesariamente muy difuso. En su caso se trataba de un estado de ¨¢nimo muy oscuro, un sentimiento muy noir de Los Angeles ¡ No s¨¦ c¨®mo encapsularlo: es una oscuridad muy de California que tambi¨¦n han sabido captar Raymond Chandler, Joan Didion o David Lynch¡ En el caso de mi primera novela, El secreto, lo primero fue una angustiosa sensaci¨®n de aislamiento opresivo en un college¡ En El jilguero, todo empieza con una atm¨®sfera de corrupci¨®n. Algo va mal en un lugar tan elegante como Park Avenue, algo que une oscuramente a ?msterdam y Nueva York.
P. ?C¨®mo surgi¨® la idea de utilizar el cuadro de Carel Fabritius?
R. Al principio, lo ¨²nico que sab¨ªa era que en la novela ten¨ªa que haber un cuadro, lo que no sab¨ªa era cu¨¢l. Ten¨ªa que ser un cuadro peque?o, eso s¨ª. Hubo varios candidatos, hasta que un d¨ªa en una subasta de Christie?s, en ?msterdam, vi el lienzo de Fabritius e inmediatamente comprend¨ª que la b¨²squeda hab¨ªa terminado.
P. La novela empieza con una explosi¨®n en el Metropolitan Museum, y Carel Fabritius muri¨® en una explosi¨®n en Delft.
R. Cuando lo vi no sab¨ªa nada de la historia del cuadro ni que su autor hab¨ªa muerto en una explosi¨®n. Fue la imagen lo que me decidi¨® a elegirlo, y ni siquiera se trataba del original, sino que era una reproducci¨®n. De pronto vi abrirse unas perspectivas insospechadas para la novela y permit¨ª que el azar entrara en ella. En mi opini¨®n las novelas en las que todo est¨¢ perfectamente trabado de antemano acaban siendo necesariamente aburridas. Si no hay sorpresas para el escritor, no las puede haber para el lector.
P. ?Qu¨¦ novelistas han influido m¨¢s en usted?
Dickens y Stevenson, en ese orden.
P. Stephen King escribi¨® una rese?a elogios¨ªsima de El jilguero. ?Qu¨¦ es lo que tienen King y usted, que les permite conectar de manera tan intensa con millones de lectores?
R. Ni idea. Seg¨²n King, los lectores no saben lo que quieren, de modo que le corresponde al escritor hac¨¦rselo ver. Estoy de acuerdo. A veces se le ha reprochado a Stephen King que solo escriba historias de terror, a lo que ¨¦l siempre responde: "?Y qu¨¦ le hace a usted pensar que est¨¢ en mi mano decidir una cosa as¨ª?". No hay f¨®rmula secreta. Si la hubiera, todo el mundo escribir¨ªa best-sellers.
P. Resulta llamativo que el editor de sus textos sea el mismo que trabaj¨® los escritos p¨®stumos de David Foster Wallace, Michael Pietsch. Wallace era un innovador radical, en tanto que su manera de escribir es bastante convencional.
R. Escribir una novela es como construir un edificio. Hay que dar prioridad a las cuestiones t¨¦cnicas, como la estructura y la cronolog¨ªa. Quiz¨¢ porque empec¨¦ como poeta, mis experimentos con el lenguaje tienen lugar en el plano de la frase. Con un poema uno puede ser todo lo inventivo que quiera con el lenguaje, pero si no quieres que se te derrumbe una novela, no queda m¨¢s remedio que ser un escritor de corte cl¨¢sico, sobre todo si uno escribe novelas tan largas como las m¨ªas.
P. Empezando por Stephen King, las cr¨ªticas a su libro han sido favorables, con algunas excepciones, como James Wood o Francine Prose. ?Le preocupa que medios como The New Yorker y The New York Review of Books tengan una opini¨®n negativa de la novela?
R. Hace muchos a?os, Ken Kesey, el autor de Alguien vol¨® sobre el nido del cuco, me dijo algo que jam¨¢s he olvidado: Joven, no lea las cr¨ªticas. Las favorables no ayudan, y las negativas hacen mucho da?o.
Babelia
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