Espa?a/Euskadi: la pel¨ªcula
'Ocho apellidos...', filme del momento y ya veremos si del a?o, confirma la gracia del humor vasco
C¨®mo se metieron con Ibarretexe, que ten¨ªa m¨¢s raz¨®n que un santo (San Sabino, pongamos por caso) cuando soltaba aquella coletilla efervescente de ¡°los vascos y las vascas¡±. Es que los vascos y las vascas no son iguales. Un vasco suele andar perdido y una vasca es la que le pone en su sitio, eso, as¨ª, para empezar. Un vasco va el viernes a la sociedad a comer kokotxas o a la sidrer¨ªa a hacer moj¨®n (?la magia del txotx!) y anda con sus tonter¨ªas, como si fueran importantes. Y una vasca anda con las amigas, consolidando su condici¨®n de independencia (?del marido, eh, no de Espa?a!, aunque ejem, todo se anda), y entre ¡°?ay am¨¢!¡± y ¡°?ay am¨¢!¡± y otras txotxoladas, pues mayormente ponen al vasco a caldo. A kaldo. Aunque le quieren, a su manera matriarcal. Ellos tambi¨¦n las quieren, de regreso a casa, con la sidra y el patxaran haciendo tsunamis por la kupela (kupela es, en sentido literal, barrica, pero en sentido figurado, y en lo que sin duda constituye una de las mejores met¨¢foras del habla com¨²n entre los vascos y las vascas, es barriga.
Barrica-barriga, la sociedad y el txoko, la Real y el Athletic, los harrijasotzailes levantando la cil¨ªndrica de 200 y los segalaris llev¨¢ndose por delante campas enteras con la guada?a, la R¨ªa y La Concha, la Virgen Blanca y Bego?a, Txagorritxu y Cruces, el txakoli de Getaria y el de Bakio, Marijaia, los blusas y los fuegos artificiales, la alcurnia y el rumor de San Mam¨¦s y la magia perdida de Atotxa (ay), aquella camiseta inolvidablemente rosa del Alav¨¦s, la bruja de Anboto, las brujas de Zugarramurdi donde las viejas al culo le llaman ipurdi, los vascos, las vascas, sus broncas, ¡°chico, ?qu¨¦ andas?¡±, la madre que nos pari¨® y, por ah¨ª derechitos, hasta las historias, las risas, las cr¨ªticas y el triunfo de aquel invento incomparable llamado Vaya semanita: principio y fin de la idiosincrasia vasca por la v¨ªa de lo autoirrisorio, gracias al genio de Oscar Terol, de Diego San Jos¨¦ y Borja Cobeaga, entre otros. Aquel programa de la ETB al que le daban hasta en el carn¨¦ de identidad pero que ni Cristo (que es de Vitoria, pues Dios y hombre alav¨¦s) se perd¨ªa. Aquel Rubic¨®n peligroso que todos se prestaban a cruzar (lo mismo Mar¨ªa San Gil que Arnaldo Otegi, y eso es un ¨¦xito de poder de convocatoria televisiva que antecede a Jordi ?vole) en el entonces desolador panorama pol¨ªtico, social, enconado y sangriento universo de los vascos y las vascas.
Y luego est¨¢ Karra Elejalde.
Y Ocho apellidos vascos.
Y Argoitia.
Argoitia, territorio m¨ªtico donde se incrustan las ocurrencias de los personajes de esta pel¨ªcula que acabar¨¢ siendo m¨ªtica tambi¨¦n como siga facturando euros en la taquilla (llegar¨¢ en breve a los 9 millones de euros y al mill¨®n y medio de almas, ?glasp!). Argoitia, cruce de caminos entre Getaria y Leiza, o sea, entre las antxoas y las piedras de Perurena, entre las olas del mar y los valles del interior. Argoitia, que no ser¨¢ ni la Regi¨®n de Benet ni el Yoknapatawpha de Faulkner, pero donde todo es posible. San Jos¨¦/Cobeaga no han hecho m¨¢s que dar p¨¢tina de pel¨ªcula al esp¨ªritu aquel de la txotxolada elevada a rango de obra de arte que era Vaya semanita. El efecto es devastador. La gente se autocatapulta a las salas de cine, fen¨®meno sociol¨®gico en v¨ªas de desaparici¨®n ¨Cpero no todo est¨¢, como vemos, perdido-, es la pel¨ªcula del momento y ya veremos si del a?o. Y constata que lo vasco, los vascos, las vascas, m¨¢s all¨¢ de los chistes de vascos y de vascas, son chistosos, aunque en Celtiberia tantos responsables de programaci¨®n televisiva y de la otra durante tanto tiempo se hayan empa?ado -y siguen- en que solo lo grasioso es gracioso.
San Jos¨¦/Cobeaga no han hecho m¨¢s que dar p¨¢tina de pel¨ªcula al esp¨ªritu aquel de la txotxolada elevada a rango de obra de arte que era Vaya semanita.
?lvaro August¨ªn y los responsables de Tele 5 en materia de producci¨®n cinematogr¨¢fica saben lo que es bueno, o, desde luego, lo que puede serlo. Para eso hay que jug¨¢rsela. Se la jugaron. No tanto. Con guionistas como Cobeaga y San Jos¨¦ ¨Cgiputxis de pro a los que habr¨ªa que dar ya el Tambor de Oro- y con actores como Karra Elejalde, Dani Rovira, Clara Lago y Carmen Machi, uno apuesta sobre seguro. Bueno, no tanto. Lo vasco es complicado.
?Karra Elejalde es desde hace demasiado tiempo uno de los grandes animales de cine de este santo pa¨ªs como para que tanta gente siga sin saber qu¨¦ careto tiene¡ qu¨¦ menudo careto tiene. Rev¨ªsese algunos de sus incre¨ªbles personajes: el actor alcoh¨®lico que encarna a Crist¨®bal Col¨®n en Tambi¨¦n la lluvia de Iciar Bollain, el pobre diablo y el cabronazo de Los cronocr¨ªmenes de Nacho Vigalondo o el poli odioso de D¨ªas contados de Imanol Uribe. Koldo, ese arrantzale de Ocho apellidos vascos en el que se ha metido, lleva dentro la impronta de lo de verdad. Cuando el padre de la novia, que es ¨¦l, le dice a la novia, que es Clara Lago: ¡°?Hala, venga, a casar!¡±¡ eso es Euskadi. Cuando le dice al supuesto novio de la hija, con cara de ogro, ¡°Pero t¨², ?qu¨¦ andas?¡±, acojona, y es Euskadi. Cuando echa el txakoli, es Euskadi. Cuando se pone el chaqu¨¦ con la corbata torcida es Euskadi. Cuando reniega de la neska es Euskadi y cuando se apoya en la barra de una Herriko Taberna para el txikito es Euskadi. Y cuando el protagonista de esta pel¨ªcula, sevillano y l¨ªder involuntario de la kale borroka, grita ¡°?Euskadi tiene un col¨® espesi¨¢aa!¡±, la sala ruge de risa.
Y, con perd¨®n, el deskojono llega al cine espa?ol.
Elejalde es Euskadi. Ocho apellidos vascos es Euskadi.
Y a Espa?a le gusta.
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