En el aire
Siempre he controlado mi miedo, pero cada vez que el aparato se detiene me repito mentalmente: "De otra que me he librado"
Creo que el nombre de la enfermedad es aerofobia y supongo que los tratamientos psicol¨®gicos, la hipnosis o los brujos pueden ofrecer su curaci¨®n, pero en mi caso no he recurrido a esas terapias. Hasta el momento, y despu¨¦s de 45 a?os volando m¨¢s de 500 veces en aviones, creo que siempre he controlado mi miedo, no monto n¨²meros, no clavo los dedos en el brazo del vecino cuando la caja voladora atraviesa turbulencias demasiado encabronadas. Pero cada vez que el aparato se detiene en tierra me repito mentalmente: ¡°De otra que me he librado¡±. Y no me sirve de nada los incontestables datos y estad¨ªsticas de que la posibilidad de accidentes es remota en los aviones, que es mucho m¨¢s f¨¢cil que la palmes o quedes tullido cuando te desplazas tocando la tierra o en medio del mar. Pero jam¨¢s convivo con la aprensi¨®n o el terror viajando en tren (lo encuentro pl¨¢cido, tambi¨¦n se presta a la enso?aci¨®n y al recuerdo, tienen algo cinematogr¨¢fico y literario), en coche o en barco.
Mi aerofobia no la provoca el pavor a que se acabe tu estancia en la tierra. Es la forma en la que puede ocurrir, la dilataci¨®n del tiempo en ese accidente. No concibo mayor serenidad ni valent¨ªa que la de un se?or japon¨¦s que le escribi¨® una carta muy larga a su familia en los 30 minutos que tard¨® su avi¨®n en estrellarse.
Debido a ello, me sensibilizo hasta el extremo cuando los aviones estallan o se estrellan. Me resulta f¨¢cil y escalofriante colocarme en la piel y en el coraz¨®n de los que iban dentro. Y, como todo el mundo, flipo con ese avi¨®n malasio que parec¨ªa haberse esfumado, algo que la tecnolog¨ªa actual consideraba imposible. Y trato de imaginar la estupefacci¨®n desolada de la gente que amaba a los desaparecidos. Es dudoso que, a diferencia de Spielberg, ninguno de esos familiares creyera en la posibilidad de que los marcianos se hubieran apoderado del avi¨®n con el fin posterior de establecer un id¨ªlico encuentro en tercera fase con los humanos.
Y c¨®mo no entender que cuando se altera la estad¨ªstica con un accidente de avi¨®n, aparezcan m¨²ltiples alarmados testigos confundiendo a una gabarra que transporta una gr¨²a con un avi¨®n que ha ca¨ªdo al mar. El final, afortunadamente, es c¨®mico, pero las ra¨ªces son tr¨¢gicas. Volar es para los p¨¢jaros.
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