Terra m¨ªtica
Decir que los seres humanos tenemos necesidad de mitos para animarnos a mejorar la realidad y hasta para soportarla es algo tan evidente que huelgan los lamentos o los parabienes por ello. Tampoco nos enorgullecemos o sonrojamos por respirar. En la digesti¨®n del pasado hist¨®rico, siempre laboriosa, los mitos son tan imprescindibles como el alka-seltzer despu¨¦s de un banquete de boda. Y adem¨¢s tienen la excusa de que por muy objetivos que pretendamos ser y por muchos datos que acumulemos, la verdad incontrovertible de lo que pas¨® ¡ªla perspectiva divina¡ª siempre se nos escapar¨¢ por las costuras del tiempo y gracias, se?ora Due?as. De modo que aceptemos la ayuda de alg¨²n mito que otro para asimilar de modo espiritualmente nutritivo y pol¨ªticamente positivo lo que en cualquier caso ya no podemos remediar. Eso s¨ª, tongue in cheekcomo dicen los ingleses y crey¨¦ndolos lo suficiente pero nunca del todo.
Adolfo Su¨¢rez es ya la figura m¨¢s indudablemente m¨ªtica de la Transici¨®n democr¨¢tica y re¨²ne los elementos insustituibles para tal sublimaci¨®n: origen poco prometedor, traici¨®n bienaventurada, orfandad ideol¨®gica que dio cauce tolerante a las ideolog¨ªas, audacia para abrir puertas que s¨®lo quer¨ªan mantener cerradas los embrutecidos porteros de una discoteca en la que ya nadie bailaba, esa intuici¨®n que resulta mejor que la ciencia en momentos de v¨¦rtigo... en una palabra, los riesgos del azar convertidos retrospectivamente en logros del destino. ?Y todo result¨® bien, aunque ahora lo cuestionen quienes nacieron a tiempo para beneficiarse de ello pero, a Dios gracias, no para estropearlo! Por supuesto, Su¨¢rez no sali¨® indemne de esa traves¨ªa: le laminaron, le laminamos entre todos. Su mayor timbre de gloria es que Espa?a se llev¨® los beneficios y ¨¦l los palos, como debe ser¡cuando el pol¨ªtico es decente. Sobre Su¨¢rez se han escrito ya muchos libros, hagiogr¨¢ficos, desmitificadores, de an¨¢lisis, de cotilleo o de un c¨®ctel de lo uno y lo otro: los de Gregorio Mor¨¢n, Juan Francisco Fuentes, Luis Herrero, Manuel Campo Vidal, Fernando ?nega¡ Tambi¨¦n ficciones o, mejor, semi-ficciones, como Anatom¨ªa de un instante, de Javier Cercas, la miniserie de Antena 3 dirigida por Sergio Cabrera y El encuentro, la pieza teatral de Luis Felipe Blanco Vilches que actualmente se representa en el Espa?ol de Madrid. Y prep¨¢rense, porque vendr¨¢n m¨¢s.
Mucha de la buena gente que ha lamentado p¨²blicamente la muerte del expresidente (dejemos de lado a los pla?ideros oportunistas y a la gentuza que le ha negado el m¨ªnimo silencio respetuoso porque no aguanta ninguna unanimidad que refuerce la convivencia democr¨¢tica) ha deplorado que ahora no haya pol¨ªticos como ¨¦l, de los que se ocupaban de las necesidades del pueblo. Por mi parte, lo que echo en falta es m¨¢s bien aquel pueblo de ciudadanos a¨²n sin ciudadan¨ªa que respald¨® y posibilit¨® la Transici¨®n, ese pueblo que comprend¨ªa las necesidades de la pol¨ªtica y computaba como triunfos las concesiones de los pol¨ªticos siempre que fueran positivamente conciliadoras, que cuando sal¨ªa a la calle para mostrar su indignaci¨®n ante cr¨ªmenes como el de los abogados de Atocha garantizaba su propio servicio de orden para evitar desmanes de los descerebrados, el pueblo que mereci¨® de sobra la democracia y que hoy no merece perderla por culpa de incompetentes, demagogos y disgregadores.
Babelia
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